Alguien mareó a los ejidatarios que tomaron la presa Yuribia. Les hizo creer que el sabotaje es bueno. Les vendió la idea de que en la lucha social se vale todo. No les dijo que el sabotaje es un delito. No les dijo que enfrentarían denuncias penales. No les dijo que podían parar en la cárcel.
Lo vinieron a entender 24 días después, en sus manos la presa Yuribia que surte de agua a Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque, en ascuas medio millón de habitantes en la zona sur que no son culpables de su desgracia, trastocada su vida, la de los centros escolares, el área de salud y toda actividad.
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Joaquín Caballero: informe y violencia
Montada sobre el legítimo derecho de la gente a disponer de agua, una asonada política estuvo a centímetros de dejar al alcalde Joaquín Caballero Rosiñol sin informe de gobierno, masacrado públicamente, el naufragio a la vista y su futuro en el infierno, atrapado por un episodio de violencia.
Ocurrió la tarde del viernes 26. Acudían al parque Independencia decenas de personas que protestaban por la falta de agua, inmerso Coatzacoalcos en los efectos del cierre de la presa Yuribia a manos de los ejidatarios de Tatahuicapan. Reclamaban, exigían, increpaban. Y tenían mucho de razón.
Mónica Robles: hablar por hablar
Mónica Robles de Hillman tiene una labia de miedo, padece el síndrome de la demagogia, es una megalómana sin remedio pues se come al mundo como si tuviera el don de la perfección, pero no mueve un dedo por sus representados, el pueblo que le fue prestado. La diputada por Coatzacoalcos es una contradicción.
Dice, por ejemplo, que el conflicto del Yuribia fue mal negociado. Y suelta una insensatez tan aberrante como que a ella no le falta el agua porque tiene un tinaco grande.
Nada más falso. A Mónica Robles no le falta el agua de Coatzacoalcos porque no la usa. Simplemente vive a 405 kilómetros de su distrito.
Francisco Valencia, cómplice a modo del gobernador
Desde su zona de confort, aposentado en un hotel de lujo —los mejores vinos, las mejores carnes—, Francisco Antonio Valencia García ve a distancia la crisis del agua, el conflicto con los serranos de Tatahuicapan, los 500 mil habitantes afectados, y no se inmuta.
Así es la vida del director de la Comisión de Agua del Estado de Veracruz, placentera, las arcas y los diezmos a su alcance, mientras medio millón de usuarios confrontan un escenario inédito, disponiendo hasta de agua salada, la que el ayuntamiento de Coatzacoalcos le puede dar mediante 30 pozos perforados, un plan emergente en el conflicto por la presa Yuribia y su eventual destrucción.
Tatahuicapan: trampa para Joaquín Caballero
No siempre se ve a un alcalde ultrajado. Esta vez sí. Le tocó a Joaquín Caballero. Le tocó ir a la trampa. Le tocó recibir metralla, escuchar insultos, ser perseguido, humillado. Y salir despavorido.
Ir a Tatahuicapan fue suicida. Negada de origen, la salida al conflicto por el agua de la presa Yuribia, que abastece a Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque, era de antemano una batalla perdida, las ganas de revivir a un muerto o, simplemente, el escenario para sentir el odio de los hermanos de la sierra.