Por la mente de Javier Duarte no pasa nada. Todo está en blanco. Veracruz, en cambio, se tiñe de rojo por la sangre que brota en cada rincón, los ejecutados por la delincuencia, los cuerpos cercenados que aparecen aquí y allá, el miedo que se transpira, el terror en su más brutal expresión.
Dice el gobernador que no pasa nada. Veracruz es un paraíso. Y sí. No pasa nada cuando se vive rodeado de escoltas, a costo millonario para el erario, a su alcance helicópteros, aviones y vehículos blindados, la burbuja del poder.
