Sin nombre y sin rostro, su relato impacta. Fue amagada con un arma, sometida, llevada a un motel y ultrajada. Ahí viviría momentos para olvidar. Mancillada, aterrada, en manos de su verdugo, pudo librar una agresión mayor y la muerte.
Raúl Rodríguez caminaba despreocupado. Iba sobre avenida 1, entre la 10 y la 12, en Cuitláhuac. Se acercó un hombre que viajaba en motocicleta. “Qué fuerte está el calor —le dijo—. Por cierto ya bájale a tus notas”. Sintió el desconcierto. Y de ahí el miedo. Alzó la camisa el tipo y dejó ver un arma de fuego.