Si no fuera tan insensato, Javier Duarte jamás habría externado aquel optimismo que de origen era falso. Decía que el delito disminuía, que la violencia menguaba, que la criminalidad iba a la baja. Presumía el combate al secuestro y exaltaba las pinceladas del éxito. ¿Era real? Nada era verdad.
Veracruz, en sus manos, alcanzó la cima del fracaso en seguridad. Es cuarto lugar nacional en secuestro. Es pueblo sin ley. Es territorio impune. Es zona para levantar gente, intimidar a la familia y canjear sus vidas por miles, cientos de miles o millones de pesos. El mercado del terror da para eso y más.