Montada sobre el legítimo derecho de la gente a disponer de agua, una asonada política estuvo a centímetros de dejar al alcalde Joaquín Caballero Rosiñol sin informe de gobierno, masacrado públicamente, el naufragio a la vista y su futuro en el infierno, atrapado por un episodio de violencia.
Ocurrió la tarde del viernes 26. Acudían al parque Independencia decenas de personas que protestaban por la falta de agua, inmerso Coatzacoalcos en los efectos del cierre de la presa Yuribia a manos de los ejidatarios de Tatahuicapan. Reclamaban, exigían, increpaban. Y tenían mucho de razón.
Maryjose Gamboa: la nueva amenaza
Maryjose Gamboa Torales es una periodista indomable, de una pieza, de juicios certeros, puntillosa, contundente en toda la extensión y con mucho, mucho valor. No la amedrenta nadie. No la doblega la cárcel. No la tuerce nada, ni la campaña sucia, ni las amenazas. Es una guerrera y logrará su libertad.
Lleva cinco meses en prisión. Es la presa política del gobernador Javier Duarte de Ochoa, como la define el periodista Aurelio Contreras. Ahí la tiene por el atropellamiento de José Luis Burela López, muerto en el accidente el 12 de julio cuando intentaba cruzar el bulevar Miguel Alemán, en Boca del Río, teniendo a unos metros el paso peatonal.
PRD: si no está muerto, lo parece
2007 fue el año de Fidel Herrera Beltrán. Le torció la mano a la democracia, cooptó a la oposición, inundó de despensas Veracruz, derrochó millones y más millones del erario público, compró a los pobres con unas migajas, hizo operar a la burocracia de alto nivel en zonas electorales y recuperó el Congreso estatal.
Fidel Herrera Beltrán se robó la elección y comenzó a disfrutar de la “plenitud del pinche poder”.
¿Dónde quedó el PRD?
Secuestrado por Nueva Izquierda —los Chuchos—, por Izquierda Democrática Nacional —los bejaranistas—, por Foro Nuevo Sol —los Amalios— y un cúmulo de tribus que no arreglan el escenario pero que son diestros para descomponerlo, que destruyen en vez de construir, el PRD en Veracruz terminó postrado ante el régimen de la fidelidad
Benita González: lo que usted diga, señor gobernador
No es que Benita González Morales sea mala. Es que es convenenciera, oportunista, vivilla, ventajosa, maniobrera y tendenciosa. Y fidelista y duartista. Por eso es la nueva presidenta de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas.
Su carrera puede marcarse en dos tiempos: cuando escribía para la opinión pública y cuando se entregó en brazos del poder.
Javier Duarte: minigobierno para reventar a los Yunes rojos
Veracruz es un infierno político con Javier Duarte. Su pandilla, el fidelismo del cual procede, sigue operando desde las instituciones, acumula dos sexenios —la docena trágica— y ahora se allega dos años más, el minigobierno articulado con doble fin: encubrir sus corruptelas y boicotear a los Yunes rojos.
Pobre tipo. Encabeza una asonada legaloide, pasada su reforma de ley por la inmoralidad de un Congreso estatal títere, de nivel ínfimo, que le aprueba todo así sea una barbaridad, que no lee sus iniciativas, que no las modifica, que avala un período de gobierno recortado.
Javier Duarte: minigobierno para delinquir
Vestido de lo que es, un infractor de la ley, Javier Duarte se burla de Veracruz. Modifica la Constitución. Consuma un atraco político. Y sienta las bases para imponer un sucesor de dos años que encubra su desgobierno y maquille su corrupción.
Le acompaña en la aventura el Congreso estatal, 45 infames que avalaron la propuesta de minigobierno, dándole al fidelato una extensión de poder para terminar de bordar el episodio más oscuro en la vida institucional de Veracruz.
Mónica Robles: hablar por hablar
Mónica Robles de Hillman tiene una labia de miedo, padece el síndrome de la demagogia, es una megalómana sin remedio pues se come al mundo como si tuviera el don de la perfección, pero no mueve un dedo por sus representados, el pueblo que le fue prestado. La diputada por Coatzacoalcos es una contradicción.
Dice, por ejemplo, que el conflicto del Yuribia fue mal negociado. Y suelta una insensatez tan aberrante como que a ella no le falta el agua porque tiene un tinaco grande.
Nada más falso. A Mónica Robles no le falta el agua de Coatzacoalcos porque no la usa. Simplemente vive a 405 kilómetros de su distrito.
Francisco Valencia, cómplice a modo del gobernador
Desde su zona de confort, aposentado en un hotel de lujo —los mejores vinos, las mejores carnes—, Francisco Antonio Valencia García ve a distancia la crisis del agua, el conflicto con los serranos de Tatahuicapan, los 500 mil habitantes afectados, y no se inmuta.
Así es la vida del director de la Comisión de Agua del Estado de Veracruz, placentera, las arcas y los diezmos a su alcance, mientras medio millón de usuarios confrontan un escenario inédito, disponiendo hasta de agua salada, la que el ayuntamiento de Coatzacoalcos le puede dar mediante 30 pozos perforados, un plan emergente en el conflicto por la presa Yuribia y su eventual destrucción.
Javier Duarte: engaño al Congreso federal
Casi todo le sale mal a Javier Duarte. Casi todo. Lo que sí supo fue engañar al Congreso federal, arrancarle 500 millones de pesos, prometer un hospital de especialidades en Coatzacoalcos y no decirles que el terreno donde se edificará no es propiedad del gobierno de Veracruz. Eso es audacia perversa.
Su nueva hazaña tiene que ver con el hospital de especialidades, una obra a realizar de mil millones de pesos, enclavada en el poniente de Coatzacoalcos, pomposamente llamado el “Hospital de Karime” por supuestas gestiones de su esposa, Karime Macías Tubilla, un proyecto cuyos cimentos no se hallan bajo tierra sino en una nube de la ilusión.
Tatahuicapan: trampa para Joaquín Caballero
No siempre se ve a un alcalde ultrajado. Esta vez sí. Le tocó a Joaquín Caballero. Le tocó ir a la trampa. Le tocó recibir metralla, escuchar insultos, ser perseguido, humillado. Y salir despavorido.
Ir a Tatahuicapan fue suicida. Negada de origen, la salida al conflicto por el agua de la presa Yuribia, que abastece a Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque, era de antemano una batalla perdida, las ganas de revivir a un muerto o, simplemente, el escenario para sentir el odio de los hermanos de la sierra.
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