Comen y beben los priístas, sueltan las risas que contagian, se funden en abrazos que debieran transmitir calor, y escuchan, divertidos, con sorna, el discurso que convoca a la hermandad. Nada es verdad. Así son siempre sus desayunos de la unidad.
Sábese que es el ritual de la farsa, el llamado a las tribus dispersas y la instrucción sutil a la simulación, invariable el evento de los descarriados y los que deciden no escuchar, menos participar, cuando el ambiente de conflicto, los odios soterrados, los conduce a la pérdida del poder.
