Hace algunos años laboraba en el puerto de Veracruz como reportero del diario Imagen de Veracruz y corresponsal del diario Milenio El Portal de Xalapa. Por razones que no viene al caso detallar, pero que consideré injustas, fui notificado de que por nuevas disposiciones, se me recortaría el salario a la mitad en el diario Milenio:
De 2 mil 500 pesos quincenales —netos, sin prestaciones ni otros apoyos— ganaría apenas unos mil 250 pesos.
Eso me descompensó. No me daría ni para pagar la renta, ni comer, pensé, menos en una ciudad cara como el puerto. En el diario Imagen, aunque me sentía a gusto, apenas ganaba si mal no recuerdo mil 600 pesos quincenales como reportero de la sección de Finanzas.
La situación me hizo plantear a directivos de Imagen un aumento de sueldo a cambio de dedicar más tiempo al trabajo. La resolución llegó tarde.
Buscando nuevamente un mejor empleo vino la oferta de Toño Villagrán, para incorporarme a una incipiente y en esa época incierta, agencia de noticias de Xalapa, AVC Noticias.
Cuando en imagen me resolvieron lo del aumento, yo ya había hecho maletas para regresarme a Xalapa. Por dignidad, renuncié a Milenio. Poco después, en la idea de expresar mis inquietudes personales sobre el periodismo y la vida pública, a través de una bitácora, abrí una pequeña página de internet. Desde Veracruz, creo que se llamó.
Uno de los varios trabajos que publiqué en ese espacio —a pesar de las advertencias de amigos periodistas de que me estaba haciendo de “enemigos” y “cerrando las puertas laborales”, como así ocurrió— fue una serie de reportajes sobre los abusos que se cometían al interior del Colegio de Periodistas —creado durante el gobierno de Miguel Alemán Velasco— que durante casi siete años presidió José Robles Martínez, dueño de diario Imagen de Veracruz, diario del Istmo, revista Llave, entre otros negocios, como el manejo discrecional del presupuesto público, el manejo amiguístico y caciquil del órgano —muchos de los integrantes del Consejo eran amigos suyos o trabajadores de sus empresas que ni siquiera cumplían los requisitos establecidos en la ley—, fraudes con supuestos premios y becas.
Estimo que durante todos esos años dicho organismo consumió unos 15 millones de pesos del erario público.
José Robles se daba una vida de rey paseando por todo el país y el extranjero, gastándose el dinero -comprando inútiles y ociosas obras de moneros de la capital del país, por ejemplo-, sin rendir cuentas a nadie ni mucho menos hacer funcionar o buscar financiamiento para el organismo, como estaba obligado.
Me tocó, junto con mi colega, Bertha Aguayo, perseguir al ex gobernador Fidel Herrera Beltrán pidiendo apoyo para financiar una maestría en Comunicación que poco después la realizaría la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la UV. El Colegio de Periodistas o mas bien, José Robles, se pararía le cuello después de esa gestión.
Por lo publicado, a través de algunas columnas de su medio se me desacreditaría como un “resentido”.
Cuento todo lo anterior porque lo viví de primera mano, aunque me sé muchas historias de lo que pasa en los medios y de la doble moral de muchos empresarios.
Recientemente el diario Imagen, aprovechando los abusos y la crisis de ligitimidad que se da en la Comisión para la Atención y Protección de los Periodistas de Veracruz, fue uno de los más acerbos críticos del organismo, especialmente exhibiendo el derroche de recursos y la burocracia.
Estoy de acuerdo con ese diagnóstico y lo he dicho desde que llegué a la institución e incluso presentando un informe al Congreso del Estado que es del conocimiento público.
No obstante, el caso de Imagen y José Robles es el ejemplo más paradigmático del cinismo con el que se manejan muchos empresarios y medios de comunicación. Por un lado, supuestamente abogan por el periodismo, el interés público y la transparencia, pero por otro lado son el ejemplo de todo lo contrario.
Este año, por ejemplo, diario Imagen despidió a varios de sus trabajadores de redacción con el argumento de que el gobierno no les había pagado convenios. Un argumento legítimo y entendible en cualquier empresa periodística veracruzana con relaciones viciosas con el gobierno estatal, pero el problema es que los despidos se dieron mediante acuerdos leoninos en los que los trabajadores asumían haber “renunciado” y por lo tanto, se les daba una graciosa aportación unilateral de la empresa por ese concepto. Actualmente ya hay algunas demandas de las que Imagen ha hecho caso omiso.
Por eso desde este momento les propongo a empresarios como José Robles y otros más, en aras de ser congruentes con lo que dicen en sus páginas y su crítica legítima a la Comisión de Periodistas, a comprometerse a impulsar una agencia vital para el periodismo en Veracruz, basada en los siguientes ejes:
En primer lugar. La mejora de las condiciones laborales de las y los periodistas de Veracruz, especialmente en el área de seguridad conocida como policíaca. También el impulso a acciones de profesionalización y capacitación.
En segundo lugar. El respaldo a una iniciativa de ley —de la que espero dar cuenta en los próximos meses—, enfocada a la transparencia de los convenios de publicidad entre medios y gobierno y el establecimiento de un mecanismo de asignación racional y eficaz de dichos convenios, que eliminen la opacidad, la discrecionalidad y el uso de estos como mecanismos de control de la libertad de expresión y el derecho a la información.
El respaldo a una serie de reformas legales para garantizar el derecho de los periodistas a la libre expresión e información en Veracruz, en la esfera de derechos laborales.
Y finalmente y quizá lo más prioritario en estos momentos, su colaboración y compromiso para establecer mecanismos y protocolos de prevención y seguridad para periodistas, para lo cual es necesaria la colaboración de las empresas, ya sea con la Comisión de Periodistas o con un servidor, que desde hace meses desarrollo —con recursos de mi propio peculio— un programa piloto orientado a este objetivo. Si es real su compromiso, déjense de cuentos y comprométanse a hacer algo. Estoy a sus órdenes al teléfono 22 81 09 31 20.