* Ahora dice que los funcionarios “no son marcianos” * Por eso se mueren * Reyna Hernández, clave en la corrupción de Theurel * El político y el león * Pulgoso Lagunes alucina * Renato, al margen del rescate de los choapenses * Dispara contribuciones el tesorero * Equipo, material y herramienta de alberca y gimnasios, a equipo deportivo de ex funcionario
Demencial el dicho de Javier Duarte de Ochoa: “los funcionarios no son marcianos”. Y por eso, porque no son marcianos, asesinan al síndico de Filomeno Mata, tirotean al secretario del alcalde de Hueyapan, secuestran a la hermana del ex alcalde de Córdoba, matan al portero juvenil de los Tiburones Rojos y a punta de bala disputa de nuevo el crimen organizado Xalapa y el puerto de Veracruz. La violencia no se ha ido; la violencia desmiente al gobernador.
Si fueran marcianos, desde la lógica del gobernador, los funcionarios y los ciudadanos serían inmortales. Pero no. Son veracruzanos con fecha de caducidad.
“No son de otro planeta”, alega Javier Duarte, y por tanto son susceptibles de morir. Y si es en Veracruz, morir a manos de la delincuencia, morir en el Golfo.
Enredado en sus palabras, Duarte enfrenta hoy otro escándalo, metido ahí por irreflexivo y audaz, pues el martes 11, había afirmado con marcada soberbia que “hoy por hoy, en Veracruz, no hay balaceras, no hay extorsiones, no hay secuestros”.
Lo decía justo cuando la hermana del ex alcalde de Córdoba, Juan Lavín, se hallaba en cautiverio, víctima de un secuestro, finalmente rescatada con vida.
Lo decía cuando en el sur de Veracruz, en Las Choapas, decenas de ganaderos se organizan para atacar el secuestro, coordinados con la Marina y el Ejército, pues no confían en la Policía Acreditable del gobernador Javier Duarte.
Lo decía cuando familiares de desparecidos acusan a la Policía Ministerial —la ex Agencia Veracruzana de Investigaciones (AVI)— y a las fuerzas de Seguridad Pública del Estado de ser los autores de los levantones y de que muchos de los plagiados no vuelvan a ser vistos con vida.
Lo decía cuando la ola de criminalidad mantiene entre el miedo y la zozobra, entre la ira y el rencor, a cientos de miles de veracruzanos por la impunidad con que se maneja la delincuencia y la complicidad del aparato judicial.
Duarte pecó de arrogante y falso, y una horas después comenzó otro baño de sangre, incertidumbre, violencia que cimbró las estructuras sociales de Xalapa, la capital del estado, y el puerto de Veracruz.
Resonaba su chillante vocecita —“no hay balaceras, no hay extorsiones, no hay secuestros”— cuando el sábado 15 la tienda Sears del puerto de Veracruz fue asaltada por un grupo delincuencial. Se llevaron cerca de 30 relojes finos con valor de medio millón de pesos.
Al día siguiente se produjo otro hecho de sangre, en el municipio de Medellín de Bravo, conurbado con el puerto de Veracruz, en el que hay versiones encontradas sobre la participación de la policía duartista.
Una de las versiones asegura que durante las primeras horas del domingo 16, un comando fuertemente armado, a bordo de un vehículo color negro, lanzó disparos y atacó a otra unidad rival, cerca del fraccionamiento Arboledas San Ramón.
Por varios minutos se lanzó fuego a discreción y luego huyeron. En el lugar quedó un automóvil Mazda, sobre el camellón. Posteriormente llegó la Policía Naval, acordonó el área e inició un rastreo para tratar de ubicar a los agresores, sin resultados positivos.
El lunes, el portal ladoce.com.mx difundió la versión de los familiares de dos personas muertas en el lugar. Se trataba de Alan Quevedo, portero del equipo Sub 17 de los Tiburones Rojos del Veracruz, y su amigo Eliacim Caldelas Morales, dedicado a la taekwondo.
Un día antes, el sábado 15 por la mañana, un hermano de Alan Quevedo había sido secuestrado. Sus captores exigieron el pago de un rescato, el cual fue entregado, pero no regresó el joven con su familia.
En esas circunstancias, Alan y Eliacim, de 16 y 25 años, respectivamente, establecieron contacto con los secuestradores y negociaron sin dar aviso a la policía. Supuestamente fueron ejecutados cerca del fraccionamiento Arboledas San Ramón, según el boletín de la Secretaría de Seguridad Pública.
Inconexa, la versión carece de lógica si se habla de una negociación de secuestradores y familiares de la víctima y previamente se detallaba que se trató de un enfrentamiento entre dos grupos antagónicos. En dicha balacera habría quedado en medio del fuego cruzado el auto Mazda en el que viajaban Alan y Eliacim.
La versión oficial alude a que una patrulla de Seguridad Pública llegó al lugar y halló a los muertos. Incluso la prensa cita que no fueron dos sino tres los fallecidos.
Obvio, la prensa duartista difundió el hecho como un logro más del aparato policíaco para garantizar la tranquilidad de los veracruzanos. Pero en Veracruz nadie creyó en la pureza de los “acreditables”.
Xalapa se vio cimbrada por un tiroteo cerca del conjunto habitacional del Fovissste, en el bulevar Diamante.
Un comando armado, a bordo de un automóvil, lanzó disparos teniendo como objetivo una patrulla de Seguridad Pública, una vez que ésta le marcó el alto. Los delincuentes recibieron respuesta con saldo de cuatro heridos.
Una semana antes, el miércoles 12, Efraín Márquez Cruz, síndico panista del municipio de Filomeno Mata, fue emboscado en el camino a El Lindero. Viajaba con su esposa en un automóvil cuando recibió una lluvia de balas. Una de ellas le atravesó el cuello y otra dio en el tórax. Murió en el trayecto al hospital.
Otro caso de violencia ocurrió en Hueyapan de Ocampo, al sur de Veracruz, cuando José Manuel Gómez Limón, secretario particular del alcalde Lorenzo Velázquez Reyes, también fue emboscado.
Eran cerca de las 23 horas del sábado 15. Viajaba a bordo de su camioneta, una Explorer color negro, y recibió por lo menos 49 disparos de bala lanzados por ametralladora AK47 y rifle AR15. Sobrevivió de milagro, pues lo alcanzó un disparo en el rostro y otro en el brazo izquierdo.
Desde la óptica del gobernador Javier Duarte, si Efraín Márquez Cruz, Alan Quevedo y Elacim Caldelas Morales hubieran sido marcianos, habrían sobrevivido a los ataques del crimen organizado o de la delincuencia común. Pero no lo eran.
Su discurso es reiteradamente insultante. Insulta la inteligencia de los veracruzanos. Primero dice que “no hay balaceras, no hay extorsiones y no hay secuestros”. Después los hechos lo confrontan con ese embuste, lo desmienten, lo exhiben.
Luego justifica las muertes de un servidor público y dos jóvenes deportistas: “No son marcianos. No son de otro planeta”. Por eso, por ser terrícolas, se mueren, o los matan.
Duarte persiste en su afán de criminalizar a las víctimas. De los servidores públicos agredidos, el síndico de Filomeno Mata y el secretario particular del alcalde Hueyapan, dice:
Algunos “tienen, pues, actividades que en algunos casos inclusive pueden llegar a ser ilícitas”.
Duarte no sabe traducir la realidad, la inventa y, lo peor, sólo él cree su mentira.
De sus labios brotan dichos demenciales: “Hoy por hoy, en Veracruz no hay balaceras, no hay extorsiones, no hay secuestros”. Y cuando matan a los funcionarios públicos o los agreden con violencia, asegura que es porque “no son marcianos”.
Duarte no es marciano pero vive en Júpiter, despegado de la realidad.
A fin de cuentas, la violencia ya lo desmintió.
Hay balaceras, hay extorsión, hay secuestros.
Archivo muerto
Reyna Hernández Condado es pieza clave en las licitaciones fraudulentas de Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— no sólo en el Ayuntamiento de Coatzacoalcos sino desde que era secretario de Comunicaciones de Veracruz. Era Reyna Hernández Condado la contratista, la representante de SECORT, la de las obras en Catemaco, en Atzalán, la de los domicilios ficticios. Lo que es la impudicia. Si hasta los gatos saben tapar sus desechos. Algo debería aprenderles el ex alcalde de Coatzacoalcos… ¿Quién es ese político, cazador furtivo, émulo de Hank Rhon, cuyos gustos raros lo llevaron a mantener en cautiverio especies protegidas, algunas exóticas, entre ellas un espectacular león, al que para alimentarlo requiere de perros callejeros capturados en redadas ilegales? Vaya para caprichos excéntricos, criminales, los del tremebundo político, y el disimulo de las autoridades ambientales, que lo saben y callan… Hacen estragos las croquetas con coca. Pulgoso Lagunes afirma que fue la mano del diputado Renato Tronco lo que permitió el rescate de los choapenses cerca de ciudad Isla, tres semanas después de haber sido levantados en Las Choapas, supuestamente por uno de los implicados en el crimen del periodista Gregorio Jiménez de la Cruz. Falso y tendencioso. Dicho por el procurador de Veracruz, Luis Ángel Bravo Contreras, fue una casualidad el hallazgo de los plagiados, cuando dos patrullas se encontraron con los delincuentes en un camino de terracería que va del poblado La Unión a la carretera La Tinaja-Sayula de Alemán; huyeron los secuestradores y ahí dejaron a sus víctimas. Tronco, que como diputado es una vergüenza, un payaso legislativo que sólo sirve para el escándalo, nada tuvo que ver con el rescate. Lo confirma la versión oficial. Pobre Pulgoso. Alucina con sus croquetas con coca… Encaja el diente la tesorería municipal de Coatzacoalcos. Triplica y cuadruplica el pago de derechos al comercio local. Por un refrendo que en 2013 costaba 120 pesos, ahora se deben pagar 450. Falto de ideas, negado para airear la economía del ayuntamiento, Alfonso Morales Bustamante va siendo un símil de Mariano Moreno Canepa, el intragable tesorero de Iván Hillman Chapoy, que por su voracidad feroz acumulaba dinero mientras le crecía el repudio social, hasta convertirlo en el político más detestado de la región. Lo que hace el marcelismo para limpiar el batidillo que le dejó el priísta Marcos Theurel —“Le rompo su puta madre al erario”—, sin reparar en el castigo electoral que sufrirá el PRI en 2015… Que el escándalo Oceanografía tocará, tarde o temprano, a Víctor Kidnie, líder petrolero de Ciudad del Carmen, pareja de Mily Chagra Nacif, ligadísima en el pasado reciente al fidelismo, ex reina carnavalera de Coatzacoalcos, secretaria de Economía municipal, obvio no por méritos propios. Cuentan los cercanos que Kidnie veía, solapaba y se beneficiaba con la participación de Oceanografía en el pull de compañías a las que le fluían los millones vía contratos con Pemex, con el manejo de personal, con el subcontratismo propio del contubernio sindicato-empresa. Un mundo de anomalías pasaron por el escritorio de Kidnie, salarios de la plantilla laboral que no se reportaban o se reportaban alterados. Y como Oceanografía, cientos de contratistas que se han cansado de violar la ley con la complacencia de Pemex y de los líderes petroleros. Algo suena en el río porque algo ha de explotar… ¿Quién y por qué dispuso de equipo y herramienta de la alberca semiolímpica y material de los gimnasios y los llevó al equipo de futbol, que se supone es negocio oficial pero que lo maneja como empresa particular, por supuesto financiada con recursos públicos? ¿Quién es? Una pista: fue funcionario de la pasada administración municipal…
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