* Fidelistas y duartistas, impunes * El Congreso de Veracruz, cómplice de la corrupción en 2012 * Las “aventuras sexuales de Marcelo y Theurel” * Aquella demanda por daño moral * José Luis Pérez empinó a José Pablo Robles
Desventurado, el discurso del gober Javier Duarte tiene un problema de raíz: no es creíble. Dice que en Veracruz “el que la hace la paga”, como si la impunidad no existiera, como si la complicidad no burlara la ley, como si los socios de la pandilla oficial hubieran ya pagado por sus abusos y por sus delitos.
“El que la hace la paga”, llegó a expresar Duarte en Coatzacoalcos, falto de originalidad, trilladísima la frase, en un mensaje a los delincuentes que hacen y deshacen con la seguridad, que hablan el idioma de la violencia y que no hallan más ley que la de las balas del odio y más reglas que las que ellos imponen.
Apabullado por la violencia —secuestros, levantones, asesinatos, robos en los que se viola a mujeres, ejecuciones con cuerpos mutilados, asaltos a comercios— intenta combatir al crimen organizado y a la delincuencia común con palabras y más palabras.
“El que la hace la paga”, no pasa de ser una frase más, con efectos devastadores para la pobre y frágil imagen del gobernador de Veracruz, burla de muchos, la voz bravía, pero impostada, falsa, fallida porque no hay un solo veracruzano que le crea, y un solo ejemplo que acredite que el aparato judicial trabaja para hacer justicia.
En el reino de la impunidad, Javier Duarte ha dejado sin castigo a su sensei político, Fidel Herrera Beltrán, con quien engendró la crisis de hoy, la quiebra de Veracruz, atados uno al otro, de cuyas mentes surgió la maltrecha idea de la bursatilización y la contratación de créditos que a los tumbos se van pagando, y a veces ni eso.
Por Fidel pasó el disimulo, la renta del territorio veracruzano al crimen organizado, el tráfico de migrantes, el secuestro y el levantón como artículos de primera necesidad para las bandas de delincuentes, la policía al servicio del narco, y luego decir que en Veracruz no había sicarios sino niños becarios, o que las únicas zetas conocidas eran las del alfabeto.
Fidel la hizo pero no la pagó por el saqueo de las instituciones, sexenio de Hidalgo, secas las arcas públicas y una deuda que alcanzó los 34 mil millones de pesos; la duplicación de presupuesto a través de fideicomisos que fueron impugnados por el diputado Manuel Bernal hasta que el perredistas se volvió fan del gobernador; la venta del Agrocentro a cambio de 2 mil tractores proveídos por la empresa china Foton, de los que nadie supo en qué rancho fueron a parar; el desfile de las barbies por las que se perdía el rumbo, el sentido y la razón, así costara un mundo de dinero el goce y del disfrute del placer.
Impunes, cobijados por el gobernador Javier Duarte, otros fidelistas también la hicieron pero no la pagaron: Jorge Carvallo, Erik Lagos, Alberto Silva, Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”—, Lupe Porras, Carolina Gudiño, Elizabeth Morales, Regina y Fabiola Vázquez, Gladys Merlín, Alfredo Gándara, y los duartistas que también medraron con Fidel pero que hoy son virreyes: Arturo Bermúdez, Vicente Benítez, Daniel Lugo, Adolfo Mota, Raúl Zarrabal, Jorge Ramírez Tubilla, y hasta donde la memoria alcance.
De todos y cada uno hay historias qué contar. Infinitos, sus pecados políticos son un revés a la sentencia del gobernador Javier Duarte de que “el que la hace la paga”.
Carvallo hizo de su paso por el Congreso de Veracruz un caso de escándalo, señalado de dispendio y corruptelas con las finanzas, sin fondo el barril en el que caía el producto de las dádivas, los “regalos” de alcaldes, como el de Coatzacoalcos, Marcos Theurel, que llegó a soltarle 20 millones a cambio de la candidatura para que su esposa Lu-pilla Félix fuera presidenta municipal. Hoy vocifera Theurel que el entonces líder del Congreso lo timó.
Traficante de parcelas de poder, candidaturas, cargos en el organigrama de gobierno, Erick Lagos Hernández salió millonario del PRI estatal, a sus pies los priistas que sembraron en su parcela y también la oposición, perredistas y panistas a quienes les embarró las manos para deshacer la alianza que pudo ganar el Congreso y matar lo que resta del sexenio de Duarte.
Alberto Silva Ramos, “El Cisne”, endeudador de Tuxpan, derrochador infame, gobernó con la frivolidad de un descarado, las nalgas de la encueratriz Larisa Riquelme en un macroposter para convertirla en “La Novia de Tuxpan”. Recibió el municipio con una deuda de 27 millones de pesos y lo entregó con 259 millones. Y así Duarte lo hizo secretario de Desarrollo Social estatal y su carta fuerte para la sucesión.
Marcos Theurel, bipolar, intragable, embustero, presumió con Fidel Herrera la construcción de mil puentes que en realidad no realizó. Siendo secretario de Comunicaciones de Veracruz, dilapidó recursos, muchos de ellos federales, que una vez auditados por la Auditoría Superior de la Federación, tuvieron que regresar a su origen. Para entonces ya habían sido cobrados los diezmos y las obras estaban ejecutadas, unas en su totalidad y otras a medias.
Theurel fue enviado al municipio de Coatzacoalcos. Atestó de corrupción el ayuntamiento, la obra pública contratada con empresas de sus socios, amigos y familiares, violando la ley una y otra vez, sobregirado con 204 millones de pesos en el ejercicio 2012, sin que el cabildo le aprobara estados financieros y cuenta pública, pero finalmente encubierto por el Órgano de Fiscalización Superior de Veracruz. “El que la hace la paga”, pregona el gobernador.
Lupe Porras, alcaldesa de Minatitlán en los días de Fidel, no acreditó el uso de recursos, ocultó cifras, desapareció bienes de Protección Civil, liberó cheques ilegalmente, suscribió créditos de los que no sabe su destino. Duarte la haría después lideresa estatal de la CNOP, el sector popular del PRI. El que la hace la goza, dicen los priístas.
Gladys Merlín, siendo diputada local en el fidelismo, se dedicó a chantajear a la empresa inmobiliaria ROMA hasta que la alineó con Fidel. Luego el PRI la hizo alcaldesa de Cosoleacaque, inmersa en obras fallidas, la corrupción en todo su esplendor, empeñada en que su hijo Emigdio fuera político hasta encajarlo como diputado suplente.
Despilfarro, corrupción, obras de relumbrón y fastuosas fortunas, fue el signo del paso de Elizabeth Morales por Xalapa, Carolina Gudiño en Veracruz, Regina y Fabiola Vázquez en Acayucan, y Alfredo Gándara en Poza Rica. Todos cobijados por Fidel y solapados por Duarte.
No ha sido mejor el sexenio de Javier Duarte. Por el escándalo de los mapaches de Boca del Río fueron proscritos Salvador Manzur Díaz y Pablo Anaya, el delfín de la sucesión y el operador del fraude, detestables ambos al escucharlos y verlos en audios y videos aleccionando a los priístas como robarse los programas sociales federales, los adultos mayores tildados como “oro molido” porque a cambio de míseros 600 pesos eran voto seguro para el PRI. Pillados con las manos en la masa, gozan de impunidad.
Vicente Benítez fue literalmente atrapado en el escándalo de los 25 millones de pesos hallados en un avión en el aeropuerto de Toluca; dinero en efectivo, dizque para promover la Cumbre Tajín, las fiestas de La Candelaria y el Carnaval de Veracruz. Benítez, el pagador de la campaña de Duarte en 2010, dejó la tesorería. La hizo pero no la pagó, pues poco después se convirtió en subsecretario de Desarrollo Social, donde el saqueo no tiene límite.
Otro duartista, Daniel Lugo Carrasco, el del título falso, pasó por la Dirección de Bachilleratos, donde le puso cuota a las tiendas escolares, y después de su cese, el gordobés lo rehabilitó designándolo director de Educación Superior. ¿El que la hace la paga?
Quien enmascara la propiedades de Javier Duarte es Jorge Ramírez Tubilla, su primo político. A su nombre aparecen operaciones en la compra y traslado de bienes en Maricopa, Arizona, en Estados Unidos. Jorge Ramírez no lo hace de a gratis. Fue procurador fiscal del gobierno de Veracruz y hoy es subsecretario de Ingresos. Ser prestanombre deja.
Impensable que Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública, pague por sus constantes agravios a la sociedad. Sus subordinados, la tropa y los mandos operativos, arremeten contra el pueblo, torturan, lesionan, usan bastones eléctricos, gases lacrimógenos, tecnológica para reprimir, lo mismo contra maestros, estudiantes, periodistas, campesinos.
Bermúdez enfrenta la resaca del levantón, tortura y muerte de Gibran Martiz Díaz, joven cantante, participante de La Voz, a manos de policías estatales. Negada la versión en un principio, tuvo que aceptarla a fin de cuentas. Supuestamente consignó a siete policías, pero se guardó sus nombres, sus rostros, sus datos generales.
Sería eso lo peor, pero no. Crece la versión de que un sobrino, tuvo un altercado con Gibran días antes del plagio. Luego llegarían los escoltas del joven Bermúdez y precipitarían la vida de Gibran en un hecho de sangre. Eso es un crimen y ¿el que la hace la paga?
A los tumbos, la frase del gobernador Javier Duarte no da certeza a nadie. Provoca burla. Nadie de los que han pasado por su gobierno y han delinquido, de los que fueron fidelistas, como él, han sido requeridos por la justicia. Veracruz es el reino de la impunidad. La ley se le aplica a los enemigos, a los veracruzanos de a pie. A los amigos, a los subalternos, a los socios políticos del gobernador, se les encubre.
“El que la hace la paga”. Ja.
Archivo muerto
Sumisos y cómplices, mansos porque para eso están, los diputados veracruzanos, los priistas y los satélites del PRI, dieron su aval a la cuenta pública 2012. Sabían de irregularidades en seis secretarías del gobierno de Veracruz, en institutos, fideicomisos y los ayuntamientos de mayor potencial financiero —Coatza, Xalapa, Veracruz, Boca del Río, entre otros— y pasaron por alto fechorías y trastadas, el daño patrimonial, el desvío de recursos. Dieron por bueno el informe del Órgano de Fiscalización Superior de Veracruz, la tapadera de la corrupción, maquillista del saqueo, que pinta de negro los números rojos, y que solapa a las ratas de cuello blanco. Pasó la cuenta pública 212 con observaciones a modo, las irregularidades en la Secretaría de Comunicaciones en tiempos de Raúl Zarrabal Ferat, diputado por Boca del Río que dice que el que nada debe, nada paga; lo del túnel sumergido y el Puente Coatzacoalcos I; espacios educativos, y algo qué hurgar en 38 municipios menores. Sólo diez legisladores votaron en contra: los del PAN, PRD y PT. Otros 36, muy ufanos, orgullosísimos del saqueo, priístas y satélites, dijeron va, que para ellos habrá premio mayor… Se actualiza aquel affaire entre Marcelo Montiel y José Pablo Robles por una demanda de 50 millones de pesos por daño moral. Las imputaciones, los agravios, las confesiones, la aceptación del delito, el litigio de 2009 —expediente 8/2009, ante el Juzgado 14 de Distrito de carácter federal— que perdía el succionador del istmo, porque se le hizo fácil imputar un amor en la montaña entre el hoy delegado de la Secretaría de Desarrollo Social federal, Marcelo Montiel, y el entonces secretario de Comunicaciones, Marcos Theurel, ex alcalde de Coatzacoalcos; un hallazgo en la cama, según las informaciones de Diario del Istmo, que provocó la ruptura de Theurel con su primera esposa, según Federico Lagunes y José Pablo Robles. Por cierto, el infausto José Luis Pérez se encargó de escribir el 7 de abril de 2009, que los escritos insidiosos —“aventuras sexuales entre personas del mismo sexo”, le llama— sí eran de la autoría del periódico de Robles, la prensa roblista. Sublime defensa que sirvió para terminar de trabar a Diario del Istmo con 50 millones y obligarlo a un convenio. Hoy, cuando Marcelo y el succionador mayor caminan sobre nubes, la historia carbura de nuevo. Corre video…
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