Viuda trágica, viuda de escándalo, La Potra sabe provocar el morbo. Antes fue el crimen o suicidio de su marido. Ahora lo es su reingreso a la vida pública, una regiduría, su lucha por ser diputada federal, a contracorriente, enfrentada una vez más al PRI y al fidelismo con el que cohabitó y que casi la hunde en prisión.
Si no hubiera sido La Potra, Isabel Morales Aguirre sería La Bronca, tormentosa con aires de retadora, que ni se inmuta cuando le recuerdan que en su pasado hay un hecho de sangre.
