Hostigado, golpeado, espiado, Rubén Espinosa se fue de Veracruz lanzando pestes, salvando su vida, lejos de los sicarios autorizados, lejos de Javier Duarte. Burló a la mano criminal sin imaginar que esa mano criminal lo alcanzaría en su refugio, en el DF. Hoy está muerto.
Brutal, su muerte estremece. Hiere a un gremio, el de prensa, en el que Rubén Espinosa hacía fotoperiodismo, vinculado estrechamente a los movimientos sociales, a la protesta, a la denuncia contra el duartismo, al activismo social, a diario su descripción en imágenes del Veracruz harto de corrupción y atropello, de injusticia e impunidad.