Nadie vota por un marrullero. Teóricamente no. Pero por Erick Lagos sí. Su votación fue histórica, tan inverosímil como descomunal, la mayor del país, operando en las sombras, sometiendo rivales, comprando adeptos y el órgano electoral convertido en su fan. Así ganó su diputación federal.
Un año tardó Erick Lagos Hernández en madurar una diputación que parecía imposible, pues el ahijado de Fidel Herrera Beltrán goza del desprecio de los suyos, que no son tan suyos, por su desarraigo en Acayucan, donde ni siquiera nació, su impopularidad, el repudio de todos y una fama que a cualquiera lo haría ruborizar.