Los “desaparecidos”: ¿rescate o montaje?

* La telenovela del procurador  * A los plagiarios los dejaron ir  * El que “los puso”,  detenido, sabía todo y nadie le preguntó  * La AVI, impune  * Theurel provoca y Caballero enmudece  * Un cabildo y dos alcaldes  * Moreno y Bustamante con Juanelo  * Sucia elección de la reina del Carnaval  * Ramón y la vende turnos 

Tan insensata, tan inverosímil es, que la historia de cómo rescató la policía veracruzana a los plagiados de Las Choapas, sólo la creen Javier Duarte y su procurador Luis Ángel Bravo Contreras. Los ocho millones de veracruzanos restantes están ciertos de que fue un montaje.

Sin disparos, sin persecución, sin un operativo específico, por obra de la casualidad, dos grupos policíacos dicen haber hallado a los ocho “levantados” que hacía tres semanas desaparecieron entre las redadas de la Agencia Veracruzana de Investigaciones que buscaban al periodista Gregorio Jiménez de la Cruz, encontrado el 11 de febrero en una fosa clandestina de la colonia J. Mario Rosado, en Las Choapas, al sur de Veracruz.

Digno de Scorsese, retratista de la violencia, el guión peliculesco de la trama duartista refiere que la madrugada del jueves 6, en un camino de terracería que comunica al poblado La Unión con la carretera La Tinaja-Sayula de Alemán, dos unidades de policía hallaron de frente a dos vehículos, cuyos conductores actuaron como ningún secuestrador lo podría hacer.

Al ver a la policía —dice el procurador—, el conductor del primer auto frenó y descendió. La segunda unidad giró 180 grados. El tipo la abordó y comenzó a disparar mientras huían.

Ambas patrullas policíacas —sigue el procurador— revisaron el auto abandonado. Hallan ahí, entre sus miedos y su abandono, a ocho personas. Atados con cinta canela, llevan vendajes en los ojos y el desconcierto en cada rincón de su humanidad, visibles las huellas de la tortura y la agresión. Se oye una voz que dice que son policías y que los han salvado.

Nadie persiguió a los plagiarios. Dice el procurador Bravo que se privilegió salvaguardar a los ocho “levantados”. Lo sostiene ante la prensa, esa misma tarde, cuando la maquinaria del triunfalismo difundía que se había ganado una batalla más a la delincuencia.

Intragable, su telenovela no convence ni entonces ni ahora. Pudo quedarse una de las unidades policíacas con los plagiados y la otra ir en la búsqueda de sus captores. Pudo seguirlos mientras se daba aviso, vía radio, a otras patrullas, bloquear los caminos, cercarlos, incluso mover a otras corporaciones, al Ejército, la Naval, la Policía de Federal de Caminos.

No. Fue mejor y conveniente dejarlos ir. ¿Error de procedimiento? ¿Versión para idiotas? ¿Novela de lo absurdo? Un rescate sin delincuentes, nadie a quien inculpar.

Iba contando el procurador Luis Ángel Bravo Contreras su loca versión de los hechos, mientras los periodistas comenzaban a cuestionarlo: los familiares de los desaparecidos de Las Choapas acusaban que quienes se llevaron a los suyos fueron elementos de la Agencia Veracruzana de Investigaciones, hoy de nuevo Policía Ministerial.

Hiere al procurador esa versión. Responde tajante, seco. “Conozco lo que dice las averiguaciones”, ataja asomando el rostro hostil de ese abogado al que dos agentes del Ministerio Público acusaron de cohecho, lesiones, amenazas y ultrajes a la autoridad.

Decía no saber que los familiares hubieran implicado a la AVI en los “levantones”. Y terminó por sugerir que ahí, en los expedientes, no había tal aseveración.

Un mes atrás, la AVI y Seguridad Pública cercaban Las Choapas. Buscaban desde el 7 de febrero al periodista Gregorio Jiménez de la Cruz, reportero de los periódicos Notisur, Liberal del Sur y La Red, plagiado el miércoles 5 en su hogar de Villa Allende, municipio de Coatzacoalcos. No se concentraron en Agua Dulce, Nanchital, Ixhuatlán del Sureste o Moloacán, sino en Las Choapas. ¿Por qué tan directas las acciones policíacas ahí? ¿Qué información tenían, obtenida en sus fuentes entre el bajo mundo? ¿Es Las Choapas, territorio del diputado Renato Tronco, refugio de matones y zona de casas de seguridad de la delincuencia, donde llevan a las víctimas porque ahí son intocables?

Ese día y los siguientes, las corporaciones policíacas anduvieron a la caza de seres humanos. Detuvieron ciudadanos, los interrogaron, los torturaron y los amedrentaron. Poco a poco, sus víctimas regresaron espantadísimas. El 11 de febrero y en los primeros minutos del 12, la AVI perpetró otra oleada de desapariciones. Levantaron a algunos en las calles y a otros en sus casas. Se movían en camionetas blancas, algunas con logotipo oficial.

Fueron siete, todos de Las Choapas. Sus familiares los buscaron en penales y agencias del Ministerio Público. Nadie sabía de ellos. Cuando se cansaron, amenazaron con radicalizarse y tomar la autopista Coatzacoalcos-Villahermosa. Entonces el gobierno los citó en Xalapa, sólo para reiterar que la AVI no los tenía y que indagaran en la Procuraduría General de la República y en otras instancias federales. O sea, derivando la culpa en el gobierno federal.

Buscaron sin detenerse en nada. Los querían vivos o muertos, pero no quedarse en la incertidumbre. Así, el 4 de marzo acudieron a un paraje cercano a la autopista. Ahí decían que había fosas clandestinas. Removieron la tierra pero no hallaron nada.

Elusivo, el gobierno de Javier Duarte no reparó en que la indolencia es una factura de alto costo. Y la tuvo que pagar. El miércoles 5, los familiares de los desaparecidos bloquearon durante dos horas la autopista. Acusaban al gobernador de Veracruz y al ex director de AVI, Enoc Maldonado Caraza, de ser responsables del “levantón”.

Y ahí ocurrió el milagro. Horas después, a eso de las 3 de la mañana del jueves 6, tuvo lugar la telenovela duartista en un camino de terracería casi en la carretera La Tinaja-Sayula de Alemán, cerca de Cosamaloapan, a más de 300 kilómetros de Las Choapas.

Hallaron a seis de los plagiados choapenses y dos de Agua Dulce, sin un disparo por parte de la policía, sin un solo detenido y sin siquiera haber perseguido a los captores ni establecer un cerco para evitar que escaparan.

Inverosímil, al guión peliculesco le faltaba un elemento: ¿cómo fueron plagiados? Soltó la Procuraduría la versión de que un individuo, Gerardo Contreras Hernández, detenido el 12 de febrero por el plagio y asesinato de Gregorio Jiménez, fue quien citó a los “levantados” en el parque Miguel Becerril de Las Choapas y estando ahí un grupo de civiles armados, dispusieron de ellos. Los subieron a una camioneta, se encaminaron hacia el lugar donde había sido encontrado el cuerpo del periodista y los mantuvieron cautivos, trasladándolos de un sitio a otro, en Las Choapas, hasta que los llevaron hacia Cosamaloapan.

Gerardo Contreras fue detenido el 12 de febrero, encarcelado, obviamente interrogado y no cantó que era él quien puso a los ocho plagiados. Sabiendo cómo ejerce la tortura la policía veracruzana, la AVI y Seguridad Pública, nadie le sacó la sopa. ¿Creíble? No.

Burdo, patético, mal ejecutado, el montaje del rescate de los ocho desaparecidos sólo lo creen Javier Duarte y el procurador Luis Ángel Bravo Contreras.

Contra la versión oficial están las denuncias de los familiares que acusaban a la AVI del “levantón”. El montaje no derrumba la certeza de que ahí hubo una acción criminal oficial, del abuso policíaco, de esa irrefrenable proclividad a fabricar culpables, a desaparecer inocentes, a cometer fechorías y después, con una farsa, cubrir la ruindad. El pueblo echa de menos la justicia, añora la legalidad y este gobierno camina en sentido contrario.

Todo nos dijo Javier Duarte, menos que había contratado para la Procuraduría de Justicia a un guionista de la fantasía, digno de Scorsese —Pandillas de Nueva York, Buenos Muchachos—, maquillista del atropello, con uno entre mil defectos: no se le puede creer.

¿Rescate o Montaje? Por supuesto, montaje. La Policía Ministerial de Duarte es impune.

Archivo muerto

Insolente y retadora, la exigencia de Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— al alcalde Joaquín Caballero Rosiñol de abrirle el cabildo de Coatzacoalcos, aclarar verdades y mentiras de la Cuenta Pública 2013, y entrar en contacto directo con los actuales ediles, es un misil con carga letal. Supone la existencia de dos alcaldes en funciones y el inicio de un vacío de poder peor que el que se vivió en los días del theurelismo. Theurel lo sabe; Caballero también. El oficio, signado el 4 de marzo, es la llave de la Caja de Pandora que dejaría escapar todos lo males para reducir al actual presidente municipal a la condición de nada. Theurel frente al cabildo, mareando con cifras, quemándoles el cerebro con falacias, justificando los pasivos, que los recursos que hoy se tienen son producto de su último año de gobierno, que la deuda suya es más manejable que la deuda que heredó de Marcelo Montiel. Siembra duda Marcos y cosecha sospecha Caballero. Políticamente es una afrenta. Caballero y Theurel compartirán el cabildo, el sagrado recinto que el marcelismo concibe como la zona donde se ejerce el control o se pierde todo. Frente a los ediles, Theurel puede contar historias a su favor, o puede contar qué encontró cuando recibió el ayuntamiento marcelista, los negocios, las corruptelas, el enriquecimiento de la pandilla de Marcelo, los placeres del delegado de la SEDESOL federal en Veracruz con cargo al erario. El oficio de Theurel, al que Caballero deliberadamente elude, o no quiere mencionar, o que evade ante los medios, como si no lo hubiera tenido en sus manos, es una trampa. Cuando esa llave abra la Caja de Pandora, habrá concluido prematuramente la administración joaquinista, pues ya habría alcalde bis. Y tan fácil que habría sido que Caballero hubiera respondido a la prensa que Theurel espere su tiempo, que siga los canales oficiales, que una vez que el Órgano de Fiscalización Superior y el Congreso de Veracruz revisen la Cuenta Pública 2013 y aprecien inconsistencias o daño patrimonial, aclare lo pertinente. Pareciera que Caballero no sabe cómo entrarle al reto de Theurel… Sólo para la foto posan, sonrientes, los marcelistas. Hacia sus adentros son un mundo de intrigas y golpes bajos. Supieron que Víctor Rodríguez Gallegos, el subdelegado administrativo de la SEDESOL en Veracruz, trabaja para ser candidato a diputado federal por Coatzacoalcos, y simplemente dijeron no, a ningún precio. Refieren los insiders que Alfonso Morales Bustamante y Jesús Moreno Delgado, tesorero y director del DIF, respectivamente, ven mejor el proyecto de Juan Manuel Rodríguez Caamaño, secretario del ayuntamiento de Coatza, para ser quien vaya al Palacio legislativo de San Lázaro, en el 2015. Son dos marcelistas renuentes a que Víctor Rodríguez se salga con la suya. Y es que entre Juanelo Rodríguez y Víctor Rodríguez hay un mundo de diferencia en aceptación popular, historia personal, prestigio, formación académica, solvencia moral y limpieza de imagen, factores clave en la elección federal… Sucio de por sí —la mano de los Azuela, negocios tras bambalinas, la complicidad de la regidora Martha Hernández Montalvo, Lady Panteones— súmese al Carnaval Coatzacoalcos 2014 el descarado acarreo para imponer a Diana del Carmen Santos del Río como su reina. Usó su padrino, Ramón Hernández Toledo, líder petrolero y mandamás de la Sección 11, a sus agremiados para armar el teatro. Los sacó de sus centros de trabajo y así, con uniforme de Pemex, en horas hábiles colocaban estructuras y lonas con el nombre de la candidata incómoda, poco agraciada la pobre muchacha, en el parque Independencia, durante el viernes 7, donde esa noche sería coronada. ¿Y qué dicen los altos mandos de Pemex de que la paraestatal erogue miles de pesos a cuenta de salarios y los empleados anden en funciones de tramoyistas de don Ramón? ¿Acaso no es peculado? Imprudente, el líder complacía así a Carmen del Río Carrizosa, la mujer que manda en la petroquímica, acusada de ser vende turnos y vende plazas, su brazo derecho, su conciencia, su sombra, su dueña y su confidente, autodenominada La Patrona. En cambio, ella sí prudente, digna, doña Angelita Pulido de Hernández, no acudió a la mascarada carnavalesca. Imaginémonos que hubiera tenido ella que ceñirle la corona a la hija de Carmen del Río Carrizosa, después de todo lo que nanchitecos y coatzacoalquenses comentan, la comidilla del gremio petrolero. Decía el viejo del pueblo que más jalan dos tetas que una carreta. Y bien que tenía razón…

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