* Un montaje, la extorsión y un juicio inducido * Alberto Silva Ramos exhibió a su hijo en las redes sociales y luego reclamaba privacidad * El vocero del gober, enemigo de la prensa crítica * ¿Son los asesinos de Gregorio Jiménez o quién encubre al crimen organizado? * Víctor Rodríguez sólo tendría un voto, el de su hermano Felipe
Puede ser frívolo, exhibicionista, malandro y abusivo, y hasta estar en la mira del crimen organizado, pero el peor y mayor defecto del nuevo vocero del gobernador Javier Duarte, Alberto Silva Ramos, es esa obsesión enfermiza por encarcelar rivales y si son periodistas, mejor.
Demencial, su nombramiento es la expresión más pura del gobierno de ocurrencias que distingue a Javier Duarte, una contradicción descomunal pues si la ex coordinadora de Comunicación Social, María Gina Domínguez Colío, era repelente a la prensa crítica, su sucesor es, por decir lo menos, una amenaza potencial.
Alberto Silva Ramos, alias El Cisne, fidelista de medio pelo, encumbrado en el duartismo —dice el gobernador que primero los amigos y después los honestos— y narcisista patológico, asumió la Coordinación de Comunicación Social del gobierno de Veracruz, el jueves 20, para encanto de sus apologistas y para el enfado de quienes le han sufrido y padecido sus excesos.
Acusada de enriquecer a los industriales del periodismo, de dilapidar los recursos asignados al área de prensa y los que de manera subterránea entrega a los medios y a los periodistas a modo, un ejército de zánganos que cobran por cada aplauso y por cada línea que garabatean, Gina se fue con el fracaso a cuestas, su gobernador en el peor nivel de popularidad, pero eso sí, cargada de riqueza, de ostentación, de podredumbre y de soberbia.
Perniciosa, malaleche, Madame Mordaza comenzó a desteñirse cuando apenas le amanecía a la pandilla próspera. Su muerte política fueron los escándalos por la serie de crímenes de periodistas, diez en el sexenio duartista, el peor récord entre los regímenes democráticos a nivel mundial, siendo los de Milo Vela, columnista y editor de la sección policíaca de Notiver; Regina Martínez Pérez, corresponsal de la revista Proceso, y Gregorio Jiménez de la Cruz, reportero de Notisur, Liberal del Sur y La Red, la gota que derramó el vaso, evidencia del caos y la violencia en que se realiza el periodismo crítico en Veracruz.
Su relevo es, sin embargo, una incongruencia con sello duartista. Alberto Silva Ramos, efímero secretario de Desarrollo Social, sólo duró en el cargo seis meses. Asumió la SEDESOL estatal el 12 de agosto de 2013, aunque su rol estelar lo tuvo antes, cuando con mano sucia y la maleta cargada destruía la alianza PAN-PRD por el encargo del gobernador real Fidel Herrera Beltrán y el pseudogobernador Javier Duarte de Ochoa.
Alberto Silva Ramos no es publirrelacionista ni tampoco funcionario eficiente. Pasó por la alcaldía de Tuxpan y la endeudó como nadie: 277 millones de pesos; perdió un pleito con el IMSS, que agregó otros 80 millones a su debacle; derrochó en imagen personal y se dio el lujo de traer a la encueratriz Larissa Riquelme, posar con un macroposter de Playboy donde la nena exhibía el nalgódromo y luego la hizo de cura de pueblo: la bautizó como “La novia de Tuxpan”.
Siendo candidato a la alcaldía, prometió encarcelar a su antecesor, Juan Ramón Gánem, y así lo hizo. Iniciaba su desastrosa administración, en enero de 2011, cuando en las redes sociales pedía a gritos verlo tras las rejas. Se congratuló cuando meses después lo vio en prisión. Y se indignó cuando el ex presidente municipal resarció los 8 millones que le imputaban y recobró su libertad.
Se cuentan en sus haberes otras fechorías. Una de ellas fue el montaje con que pudo encarcelar al periodista Jorge Ricárdez Manrique, autor de la columna Del otro lado del Cristal, el 8 de mayo de 2011, cuando el duartismo comenzaba a hacer de las suyas y se cumplía aquella premonición de que diez comunicadores que habían sido críticos con Javier Duarte terminarían encarcelados, perseguidos, acosados, enlodados.
Manrique venía documentando el doble discurso, el doble engaño, la demagogia barata y la doble vida de Alberto Silva Ramos. Quien miente en casa, le miente al pueblo, decía el periodista.
Acreditaba elementos para un reportaje sobre el delfín duartista, incluidos los daños causados durante la campaña por la alcaldía de Tuxpan a grupos y personas, priistas y no priistas, empresarios y jóvenes, campesinos y sindicalistas.
Alberto Silva Ramos, maniobrero, engañador, presumía a Emiliano Alberto, un hijo que había procreado fuera del matrimonio. Subía sus fotos a Facebook y recibía un buen de comentarios.
Riguroso en el método, Manrique recurrió a las fuentes directas a partir de un hecho: siendo parte de su vida privada, El Cisne se hacía responsable de hacer públicas las fotografías de su pequeño Emiliano Alberto, producto de su relación con la señora Elsa Basáñez, implícita la infidelidad, el engaño, la calidad moral del político.
Así caminó en su investigación. El punto era que mientras Alberto Silva Ramos presumía al vástago, a poco de asumir la alcaldía de Tuxpan, su esposa Celin, una dama de origen cubano, aún a sabiendas de la burla de que era objeto, se convertía alegremente en titular del DIF. A la luz estaba el desliz pues el mismo Silva Ramos había puesto en las redes sociales el producto de su nuevo amor. O sea, marido y mujer se sabían todo y todos estaban contentos.
Un texto titulado “El Cisne Beto Silva”, hecho llegar a Jorge Manrique el 20 de abril de 2011, describe al hoy vocero del gobernador como “el soltero más codiciado” durante la campaña por la alcaldía de Tuxpan, “a pesar de mantener una relación estable con una linda Xalapeña de nombre Elsa, con la cual procreó a Emiliano”. Otro elemento de la doble moral del priísta.
Al saberse investigado, “El Cisne Constructor”, otro apelativo contenido en el texto en alusión a los millones invertidos en pavimentación por la benevolencia del gobernador Duarte, pretendió cooptar a Manrique. Le ofreció publicidad. Luego dádivas. Manrique siguió adelante. El operador era Erick Rosales Morales, su tesorero municipal.
Terminaría armando un montaje, vía un periodista y un editor de radio: Alejandro de la O Fernández y Carlos Antonio Ortiz allegado éste a la entonces coordinadora de Comunicación social del gobierno de Veracruz, María Gina Domínguez Colío.
Aquel escribió un correo en el que decía que “el periodista” exigía un millón de pesos para no sacar a la luz el reportaje y que había que “ayudar” al mentado Silva. ¿A qué extorsionador se le ocurriría enviar desde su cuenta de correo electrónico un mensaje y con ello dejar huellas incriminatorias?
Manrique fue citado en Plaza Ánimas, el 8 de mayo de 2011. Alejandro de la O supuestamente le daría información sobre “El Cisne” Silva. La celada estaba puesta. Alejandro de la O se encontró con un enviado del alcalde, Eduardo Alonso Morales King, jefe de escoltas del alcalde de Tuxpan, por instrucciones de Erick Rosales. Le entregó un maletín con pacas de dinero —30 mil pesos en billetes—. Se aisló para contar el dinero y en ese momento le cayó la policía. Además, toda la escena estaba siendo videograbada.
Minutos después Manrique recibió un mensaje de De la O. Acudió y fue aprehendido. Junto con él iba el constructor Isaías Armenta, a quien también detuvo la policía. El único que no pisó la cárcel fue Carlos Antonio Ortiz, el allegado a Gina Domínguez. Clarísima trampa.
Remitido al cuartel de San José, Jorge Manrique fue tratado como delincuente de alta peligrosidad. El 9 de mayo un convoy de ocho patrullas lo trasladó al penal de Pacho Viejo. Se le consignó por extorsión y se le dejó a su suerte, en manos de Zetas. Las amenazas iban y venían. Manrique a expensas de delincuentes, sometido al terror día y noche.
Y afuera, en los medios, una campaña infame. Usaron a la prensa vendida, a sus textoservidores, mercachifles de la pluma, para bañar de lodo a Jorge Manrique.
Reynaldo Escobar, entonces procurador, le hizo saber que no era su asunto sino del gober.
Pudo sortear su infierno gracias a otros presos políticos que le dieron cobijo y neutralizaron a las bandas que tenían el encargo de tablearlo hasta morir, similar a lo que ocurrió con Carlos Jesús Rodríguez, dueño del portal gobernantes.com, molido a golpes tras ser aprehendido el 10 de mayo por una denuncia por lesiones que reactivó la pandilla duartista.
Sabíase perseguido no por casualidad. Jorge Manrique había tenido una actitud crítica, documentada, indomable hacia Javier Duarte antes y durante la campaña por la gubernatura de Veracruz, en 2010. Cuestionaba su falta de solidez política, la improvisación y ser sólo una imposición del entonces gobernador, Fidel Herrera Beltrán, un títere a modo. Y le sacó a relucir su cuestionado doctorado en la Universidad Complutense de Madrid.
Figuraba Jorge Manrique en aquella lista negra que diera a conocer el periodista Carlos Lucio Acosta y a la que hiciera referencia Manuel Rosete Chávez en su columna Apuntes. Los diez del patíbulo serían perseguidos, encarcelados o desacreditados. Con Manrique, Carlos Jesús Rodríguez, Claudia Guerrero, Manuel Rosete y Mussio Cárdenas se cumplió el vaticinio.
Ahora el lodo se lo vacían, vía Facebook, a Noé Zavaleta, Jorge Morales, Claudia Guerrero, Roberto Morales, Maryjose Gamboa y una decena de periodistas más.
Pasó seis meses en el penal de Pacho Viejo. Vertiginoso el juicio, según la causa penal 149/2011/IX, Jorge Manrique fue condenado por el delito de extorsión, pero por la baja penalidad pagó una elevadísima fianza y pudo recuperar su libertad.
Proscrito del escenario periodístico, muy contados medios le dieron cabida a sus columnas. Sus amigos políticos lo abandonaron, alertados todos de no osar desatar la furia de Javier Duarte, el autopremiado gobernador “defensor de los periodistas”.
Marrullero y vil, Alberto Silva Ramos desató su obsesión carcelaria en el periodista Jorge Manrique. Decía que no permitiría que nadie ventilara la vida e imagen de su hijo Emiliano Alberto, cuando que fue él, entonces alcalde de Tuxpan, quien lo hizo en diversas ocasiones, una de ellas el 13 de abril de 2011, en una cuenta de Facebook, de la cual existe evidencia para cuando el señor Cisne quiera debatir.
Así son los absurdos del gobernador de Veracruz. Un empleado que encarcela periodistas, convertido en el nuevo titular de Comunicación Social. Pa’ incongruencias, don Javier.
Lo que es tener mente criminal. Un aplauso, por favor.
Archivo muerto
Formal prisión, como era de esperarse, a Teresa de Jesús Hernández Cruz y cinco secuaces, ella como autora intelectual y ellos como sicarios, presuntos culpables, por el crimen del periodista Gregorio Jiménez de la Cruz. Se les imputa el levantón, ocurrido el 5 de febrero, el asesinato perpetrado previa tortura hasta degollarlo, y su inhumación en una fosa clandestina del poblado Polanco, en la colonia J. Mario Rosado del municipio de Las Choapas. Inverosímil, el móvil más “consolidado”, según la ex vocera del gobierno duartista, María Gina Domínguez Colío, es la venganza personal, aunque la presión de los periodistas y las organizaciones de derechos humanos obligó a que el gobierno de Veracruz haga como que sigue la pista del trabajo periodístico de Goyo Jiménez, quien trabajó para Notiver, Liberal del Sur y La Red. Formal prisión aunque a muchos no convence que algunos de los detenidos y procesados sean los asesinos sino el crimen organizado por lo que publicaba y, sobre todo, investigaba el reportero… Soñador, iluso patético, Víctor Rodríguez Gallegos pregona que será el próximo diputado federal por Coatzacoalcos, con la bendición no del pueblo porque ese no cuenta; no del gobernador Javier Duarte, que no pasa de ser un estorbo político, sino con el visto bueno de su padrino Marcelo Montiel Montiel, desaforado delegado de la Secretaría de Desarrollo Social en Veracruz, cargo que usa para el futurismo político y en sus ratos libres para cumplir las tareas que le encomendó su jefa, la ex perredista salinista Rosario Robles Berlanga ex de Pierna Ahumada, pues su tiempo lo pierde proyectando a su subdelegado administrativo, el tal Víctor Rodríguez. Tan despegado de todos, hasta de los marcelistas, cuando menos un voto sí tendrá seguro Víctor Rodríguez, el de su hermano Felipe, el único que cree en tan demencial proyecto. No más…
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