* Abucheo a Javier Duarte en partido del Águila * Cesa Theurel a Sergio Platas * 400 mil pesos en el maletín de un gober * Derroche en Nanchital * Las cajas chicas de la pandilla Yuen
Guadalupe Félix Porras de Theurel, una novata sin ángel, improvisada y altamente voraz, derrocha millones en la confección de una falsa imagen de misericordia, de ayuda a los desvalidos, generosa con los enfermos y solidaria con los necesitados. Casi la madre Teresa de Calcuta.
Vende su rostro y sus acciones, entrega donativos, habla por los olvidados, en una suerte de apuesta social. Lo que sea es buena coartada para figurar políticamente y posicionarse en la contienda por la alcaldía de Coatzacoalcos, en la diputación local o en la sindicatura municipal.
Así es la esposa del alcalde Marco César Theurel Cotero Te rompo tu puta madre, como eslogan de gobierno, motor de un proyecto para detentar el poder cuatro años más y, por encima de todo, para cubrir el desastre financiero, la asignación irregular de obras, el derroche, el abuso y la corrupción. Necesita una tapadera y como su consorte, nadie más.
Su protagonismo es impredecible, lo mismo en actos del gobernador de Veracruz Javier Duarte de Ochoa, o de su esposa Karime Macías, donde Lupita Theurel opaca y les quita reflectores, que en actos de campaña del PRI o en temas humanos, desde la ayuda a niños enfermos o personas de la tercera edad hasta robar cámara al defensor de los migrantes, el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra. Su audacia es, como se ve, ilimitada.
En el colmo de los desfiguros, por ejemplo, se trepó al escenario del evento de Enrique Peña Nieto en Coatzacoalcos, en campaña por la presidencia. Posó la foto junto al candidato, fuera de agenda, sin siquiera imaginar éste lo que habría de ver. Lu-pilla se colocaba en el mismo plano de Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, entre ellos. Marcos Theurel la jalaba hacia atrás, sugiriéndole mesura. Los protagonistas eran ellos, no la primera dama de Coatzacoalcos. Pero doña Lupita no cedía y quien lo hizo, finalmente, fue el alcalde, que terminó integrando el cuarteto. Dos parejas presidenciales en un solo lugar.
Nada bien cayó aquella gavioteada insolente en el círculo peñista, ni en él y mucho menos en la futura primera dama. Dejó helados a muchos pese al calor sofocante de ese día, empapadas por el sudor las camisas de los mexiquenses y la blusa de Angélica Rivera.
Así son las ocurrencias de Guadalupe Félix de Theurel. Va adonde no la llaman; se inserta en eventos donde es mal vista, y sobre todo, malquerida; habla con patética ignorancia, y protagoniza, siempre protagoniza, al fin que fuera de ella, nadie importa.
Un día, 29 de julio, le dio por ser misionera de los migrantes caídos. Ella y su fiel marido, don Marcos Theurel, poseídos por el espíritu del oportunismo, que es como su otro yo, fueron al encuentro del padre Alejandro Solalinde Guerra, coordinador de la Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana, que en cristiano es el grupo de atención y ayuda a los indocumentados en suelo mexicano y en tránsito hacia Estados Unidos.
Solalinde, todo un personaje internacional, era retratado en las crónicas pagadas por los súbditos periodísticos del dúo presidencial, como un hombre agradecido con Theurel y doña Lu-pilla. El sacerdote, según la versión del DIF Coatzacoalcos, le encomendó de manera especial dar continuidad a las acciones de apoyo hacia el trabajo pastoral que se realiza en esta ciudad, en defensa de los Derechos Humanos de los hermanos migrantes.
Ese día, proliferó el envío de fotografías de un Solalinde casi, casi, a los pies de la piadosa pareja.
Dos días después, Guadalupe Félix hacía el recuento de otro embuste: la frecuente, constante e ilimitada ayuda a los grupos de migrantes que tocan suelo coatzacoalquense. Nada más falso. Si de algo se quejan los indocumentados es de la continua extorsión, su vía crucis cotidiano, a manos de la policía intermunicipal y de la indiferencia de la autoridad municipal.
Nada, sin embargo, ha alcanzado los niveles de paranoia que agobian a la dupla Marcos-Lupis, como el día en que mutaron en bomberos salvadores, héroes nada anónimos y abogados de las causas desesperadas.
Apenas se supo que la tienda Wal-Mart ardía en llamas, el alcalde y su consorte tomaron su disfraz, se enfundaron sus chalecos naranja y comenzaron la travesía por el mundo de lo absurdo. Cuanto hicieron era captado por la lente fotográfica. Horas después, desde las redes sociales, en Twitter y Facebook, los empleados de la primera dama mostraban el rostro altruista de la señora Lu-pilla Félix. Verificaban presión arterial, pulso cardíaco y escuchaban los relatos dramáticos de quienes sintieron la tragedia cerca, las explosiones de los depósitos de gas y advertían el riesgo de que el fuego se expandiera hasta sus casas.
Otra de las máscaras de la misericordia es la atención a los niños con cáncer. A ese nicho de imagen se acercó con donativos, no de su bolsa ni de su cuenta, sino de las arcas del DIF. Todo le era útil para posar para los fotógrafos.
Si las lluvias provocan inundaciones, y si las inundaciones generan damnificados, ahí aparece Superlu-pilla. Entrega cobertores, una despensa, una promesa. La foto lo vale.
Su última puntada fue la creación de un albergue para abuelitos desvalidos, abandonados por su familia. Su costo es de 250 mil pesos mensuales, pagados por el pueblo y anunciado cuando su esposo, Marcos Theurel, lagrimea un día sí y otro también por la falta de recursos para realizar obra pública; despide personal supuestamente para reajustar el gasto corriente, y suscribe un crédito con BANOBRAS por 350 millones, al que algo le ha de pellizcar. Lo que cueste es nada con tal de salir en la foto.
A todas va la señora Theurel, menos a las que debe. Sus oficinas en el DIF de Coatzacoalcos rara vez las visita. Despacha los asuntos medulares en su propio refugio, en el número 204 de la avenida Díaz Mirón, en el centro de la ciudad. Es la vicepresidencia municipal. Desde ahí ejerce la mitad del gobierno que le toca.
Costosa resulta, pues, la burbuja de imagen de Guadalupe Félix de Theurel, imitadora de su madre, la ex alcaldesa de Minatitlán, Guadalupe Porras David, cuya imagen acabó con las finanzas de aquel lugar. Por ella, se paga lo que sea, miles o millones, maquillados de contratos de publicidad o en embutes para su prensa cortesana.
Pero como burbuja es, en un instante reventará.
Archivo muerto
Le ocurrió al gobernador Javier Duarte de Ochoa. Asistió al partido del equipo de beisbol Águila de Veracruz, el martes 21 de agosto, en el estadio Beto Ávila, en el mítico puerto jarocho. Puebleaba y quiso sentir el calor de la afición. Sintió otra cosa. Le dieron una lección. Le hicieron saber cuán pequeño, a los ojos de los veracruzanos, es. Apenas mencionado su nombre, se escuchó un atronador abucheo y otras cosas non sanctas para los oídos de los castos que disparó el repudiómetro a niveles de alarma. Fingiendo sonreír, Javier gober aguantó vara. Dos días después, el jueves 23, sufrió otro desaire en Paso de Ovejas. Inauguraría el Puente Viejo Adelante. Citaron a las fuerzas vivas y ahí estuvieron, esperándolo con paciencia franciscana. Pero el gobernador de Veracruz no tenía ganas de llegar. Javier Duarte acompañaba, en Boca del Río, a su amigo, el periodista José Pablo Robles, el comandante del Clan de la Succión, según San Fidel. Después, aleccionado por sus ayudantes que el tiempo apremiaba, decidió que el pueblo puede esperar, y se dispuso a comer en La Parroquia. Cuando terminó el postre, se dirigió a Paso de Ovejas. Al llegar al evento, tres cuartas partes de las fuerzas vivas se habían marchado. Sólo halló ahí a los porristas de rigor, funcionarios menores que si no van, pierden la chamba. Le dijeron: el pueblo no quiere esperar. Así anda la impopularidad del señor Duarte Filosa, implacable, voló la guillotina y cayó la cabeza de Sergio Platas Azpilcueta, secretario de Desarrollo Económico en el Ayuntamiento de Coatzacoalcos. Su remoción, inimaginable para todos, se da en el total sigilo, en lo oscurito, acaso conocida por no más de tres funcionarios, a quienes se les aleccionó a no propalar la información. Fue ese el compromiso del alcalde Marco César Theurel Cotero y la novia de Sergio Platas, la periodista Benita González Morales, pareja sentimental pero, sobre todo, promotora, coach, manager y fan del cesado Romeo. No es lo mismo ir a gestionar otro empleo siendo funcionario de alto nivel en el Ayuntamiento de Coatzacoalcos, que hacerlo con la etiqueta de desempleado; una es porque ya me harté del alcalde y me cotizo a tanto, y la otra, porque me echó el alcalde y págueme lo que sea su voluntad. Le da Theurel donde más le duele a Benita, sin reparar que quien lo apoyó, en las buenas, en las malas y en las peores, con aroma de obsesión, fue la periodista, titular el sistema informativo Notisur, en Radio Hit. Sergio Platas se va sin mérito alguno, porque no los tiene, disparando declaraciones sobre proyectos fallidos, sin logros y sin idea de qué diablos hacía en el círculo de la inutilidad municipal. Buena samaritana, en Xalapa toca puertas Benita, a ver si en una de esas incrusta a Sergio Platas en las filas del programa Adelante. Uno más a la cuenta de Theurel ¿Quién es esa periodista a la que en desgracia personal, le cayó de sorpresa un día la visita de su gobernador? Hablaron de todo; del camino ejecutado hasta su pueblo; del cemento y la varilla, usados en la construcción del nuevo hogar, de cuánto aprecio, de cuánto me sirves, y de cuánta solidaridad. Junto al político había un maletín, y en él, 400 de los grandes. Ahí se los dejó Trae un desastre financiero el alcalde de Nanchital, Alfredo Yuen Jiménez. No hay caja chica que alcance. El derroche es de antología. Regidores y funcionarios disponen de lo que sea; cubren gastos con notas y facturas de comida, cirugías, gastos médicos y odontológicos, llantas de vehículo. Los más abusivos son el secretario de Obras Públicas, César Arturo Chang Ricárdez, Mister Diezmo, sobrino del alcalde Yuen, que sobrepasa los 20 mil pesos asignados al mes y cada vez pide más; el síndico Adolfo Morales Zárate; la regidora Teresa Lagunes, y el contralor Luis Vicencio Santos, Güicho Panteón, que no tiene llenadera. Meten en un brete a la tesorera Abril Suriano Ruiz, quien ya no sabe cómo frenar el desastre financiero y, más que nada, cómo evadir su responsabilidad. El Congreso de Veracruz los tiene en la mira