Son 11. Mueren en el campo, en la ciudad, cerca de Veracruz, en Yanga, en la zona cercana a Xalapa, mutilados y decapitados, con las huellas de una violencia que parece interminable, sello del desgobierno de Javier Duarte, devorado por el crimen organizado.
Fin de semana brutal, Veracruz volvió a ser la arena de los odios y del desprecio a la vida, la vida arrancada con saña y el espectáculo de la sangre que ha marcado a un gobierno, a un gobernador, a un sistema cuya insensibilidad al tema de la seguridad terminó por robar la tranquilidad a los veracruzanos.
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