No trabajó la plaza; no aterrizó con la gente; no se enganchó con los olvidados, los que tienen hambre y los que tienen sed de justicia
Indira es atrevida. Nada relevante hizo en el Senado si no acumular gazapos y pasar inadvertida, y hoy pretende ser diputada por Boca del Río.
Indira Rosales fue comparsa en el PAN, legisladora del montón, sin la relevancia de Kenia López Rabadán o Xóchitl Gálvez, Lilly Téllez o Josefina Vázquez Mora, o Minerva Hernández, o de las priistas Beatriz Paredes, Claudia Anaya, o de las ex tricolores Claudia Ruiz Massieu Salinas y Nancy de la Sierra.
No, Indira Rosales San Román andaba por ahí y levantó polvo y luego se apagó.
Se dio un porrazo el día que se dejó embarcar en aquella locura de Julen Rementería cuando instó a su bancada a suscribir la Carta de Madrid condenando el comunismo, que oficialmente no existe, y pintándose de ultraderecha en la línea del impulsor de semejante aberración, el español Santiago Abascal, líder de Vox.
Condenada por tirios y troyanos, hasta por sus impulsores, los Yunes azules, a la ingenua Indira sólo se le ocurrir decir que firmó pero no supo lo que firmó.
Traía proyecto para el puerto de Veracruz, grabando videos con la célebre e histórica Aduana como telón de fondo, denunciando las tropelías muy reales del desgobierno morenista que encabeza Cuitláhuac García Jiménez, el nunca bien ponderado payasito Cuícaras de la 4T.
Solía hablar y exhibir la inseguridad brutal que ha venido asolando a Veracruz, entonces la masacre en Minatitlán, en Viernes Santo, con una veintena de muertos entre ellos un menor de un año de edad.
Y exigía algo impensable: que el gobierno obradorista absorbiera el 50 por ciento de las tarifas de luz en pandemia por Covid, por el desplome de la economía, por los que viven al día, por los que vieron reducidos sus ingresos.
Al cabo de cinco años, cuando ya se le acabó la cuerda, pretende ser diputada local por Boca del Río, municipio conurbado a Veracruz.
Y no estaría remoto que lo pudiera lograr si no fuera porque la plaza se trabaja, la plaza se camina, la plaza se recorre escuchando a los olvidados, a los que demandan servicios, a los que exigen justicia, a los que aún no alcanza el desarrollo en los planes de gobierno.
Ocurrente, pues, Indira Rosales piensa que la vida es pluri, que si los Yunes junior la hicieron funcionaria municipal y luego el jefe del clan, Miguel Ángel Yunes Linares, la convirtió en secretaria de Desarrollo Social, donde por cierto dejó cuentas poco claras y le acomodaron sendas denuncias, y más tarde la enviaron al Senado, y hoy es secretaria general del PAN estatal, cree que se merece eso y algo más y que puede bajar y comerse la diputación local en Boca del Río como si estuviera en Plaza Andamar.
Así de atrevida resultó Indira. Y también voraz.