Licencia para (levantar y) matar

* Gibran, levantado y asesinado por policías del gobernador  * Mintió ORFIS  * 202 dependencias con irregularidades, no 47  * Aguinaldos o empleo en el ayuntamiento de Coatzacoalcos  * Lu-pilla Félix, con el miedo en la sangre  * Pérez Cruz: tres fracasos  * Empresario duartista fabrica juicios para robar hoteles

Distante de la realidad, perdido en su mundo, no tiene empacho Javier Duarte en pregonar que su policía es la mejor, la más capaz, la más adiestrada, la más confiable, garante pues de la seguridad de Veracruz, y sólo le falta admitir que dispone de licencia para levantar ciudadanos, permiso para torturar y para manos libres para asesinar.

Implicada en un crimen, el del cantante Gibran David Martiz Díaz, la policía duartista en nada se diferencia de la de otros regímenes nefastos, el de la fidelidad, el alemanismo, el chirinismo, profundamente corrupta, represora de activistas y opositores al gobernador, torturadora de civiles e impune por la benevolencia de quien manda en Veracruz.

Su fechoría pudo pasar inadvertida de no ser por un descuido garrafal: la presencia de una patrulla de la policía estatal en el sitio del “levantón”.

Había llegado un grupo de policías al departamento de Gibran Martiz, participante de La Voz México, el 7 de enero. Del segundo piso, en el número 124 de la avenida Ferrocarril Interocéanico, colonia 7 de Noviembre, en Xalapa, fueron sacados el cantante y un amigo, menor de edad, Sergio Luis Martínez. Tratados con lujo de violencia, nada se volvería a saber de ellos hasta que se les halló sin vida.

Alertados sobre el “levantón”, sus familiares iniciaron la búsqueda. Escucharon versiones, acudieron a su círculo de amigos, indagaron entre los vecinos. Temían lo peor.

Supieron así que había sido la policía la autora del plagio. Fue observada la patrulla 201778, placas 00-71-91, en el lugar. Sabrían de otros dos vehículos, al parecer clonados con las características de las unidades de Seguridad Pública de Veracruz.

De las patrullas descendió un grupo de uniformados. Se introdujeron al edificio. Allanaron el domicilio. Identificaron a Gibran Martiz y a su amigo. Los golpearon. A rastras los sacaron del departamento. Fueron llevados sin saberse su destino.

Fortuitamente, en la búsqueda del joven cantante, el padre de Sergio Luis Martínez pudo ver la patrulla 201778 en una gasolinera. Le tomó fotografías que luego subirían a las redes sociales en internet. Esa misma patrulla la verían en los patios de una de las agencias del Ministerio Público del fuero común. Tuvieron así la certeza de que fueron policías los autores del “levantón”.

Cómplice, encubridora, la Secretaría de Seguridad Pública pretendió maquillar los hechos. Su versión fue insolente. Decía el vocero que el plagio había sido cometido por tripulantes de un automóvil oscuro, con vidrios polarizados. Refería que un llamada de emergencia al número 066 alertó sobre el plagio y que la patrulla 201778 fue enviada al lugar de los hechos, “pero no encontraron pistas del caso”. La coartada ideal para la policía criminal.

“Nosotros ya cuadramos con la Procuraduría de Justicia. Ningún familiar se ha presentado ni en la policía, ni en el Ministerio Público a poner denuncia o queja, por sustracción, desaparición, ‘levantón’, como quieras llamarlo (sic)”, dijo el vocero.

Cuatro días después del plagio, las redes sociales se inundaron con el caso de Gibran y Sergio. Desmentida la versión oficial, todo apuntaba a que era la policía duartista la que tenía en su poder al cantante, víctima de una bribonada mayúscula.

Comenzó entonces la contraofensiva del gobierno de Javier Duarte. Hizo circular en las redes, —Facebook y en Twitter— fotografías en que Gibran David Martiz Díaz aparecía empuñando armas y agregaba una nota de prensa en que se le acusaba de tráfico de drogas. Y suscitaba la perversa reflexión: ¿merece ser tratado como víctima?

Efraín Martiz, padre de Gibrán, y su hermano Erick, aclararon que las fotografías de Gibran correspondían a un video promocional de la canción Playboy, en la que aparece en el rol de un joven que es hostigado por sicarios y finalmente muerto. De plástico las armas, el montaje armado por el gobierno estatal fue difundido a través de las cuentas que suele usar el régimen duartista para enlodar a los periodistas críticos y a quienes exhiben las tropelías y torpezas de Javier Duarte. Ellas son: [email protected], [email protected], informació[email protected]. Y luego aterrizaron la versión en El Blog del Narco y Notiinfomex.

Trece días después —enero 20— los cuerpos de Gibran y Sergio fueron hallados sin vida. Según la versión del procurador Felipe Amadeo —Amadreo— Flores Espinoza, los encontraron en el interior de un vehículo en el que se transportaban sicarios, en la comunidad La Ternera, en el camino Huatusco-Conejos.

Eran dos autos. Fuerzas federales advirtieron una conducta sospechosa. Les marcaron el alto pero no obedecieron. Los siguieron. Al darles alcance, los sicarios comenzaron a disparar. Hubo respuesta y los tres ocupantes fueron abatidos. En los vehículos hallaron ocho armas, dos cortas y dos largas; 150 cartuchos útiles; cuatro cartucheras, y uniformes de varias corporaciones.

Amadeo Flores y el secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, admitieron la responsabilidad de siete policías acreditables, o sea la crema y nata de la policía veracruzana, pero no supieron, no quisieron o no pudieron explicar el móvil del “levantón” a Gibrán Martiz y Sergio Luis Martínez. Los siete policías están acusados de abuso de autoridad, coacción e incumplimiento de un deber legal. Nunca se mencionó asesinato ni privación ilegal de la libertad.

Reacios a contestar preguntas de los reporteros, tampoco sustentaron su versión de que los tres sicarios asesinados eran los autores del plagio y muerte del cantante y su amigo. Corría, ante tantos datos inconexos y argumentos inverosímiles, la hipótesis de que todo había sido un montaje; que los sicarios no eran tales sino policías del gobierno duartista, y que el móvil tenía que ver con algo que le quemaba las manos al titular de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita.

Al identificar los cuerpos, el padre de Gibran Martiz observó que su hijo presentaba huellas de tortura y el tiro de gracia. No murieron, pues, en el enfrentamiento de los sicarios con las fuerzas federales y policías estatales, sino que fueron ejecutados.

Involucrada en escándalos, atropellos a la ciudadanía, arbitrariedad, represión, tortura, “levantones” e incluso crímenes, la policía duartista no es, como pregona el gobernador, ni la más capaz, ni la mejor preparada, ni la más confiable.

Es su aparato represor, policías entrenados para golpear ciudadanos, apalear críticos y opositores, usar bastones eléctricos y gas lacrimógeno, agredir a mansalva, allanar domicilios, desaparecer ciudadanos y asesinar, cobijados por la impunidad.

Depurada la policía, 3 mil elementos causaron baja por no ser confiables. Se quedaron, presume el gobernador Javier Duarte, los mejores. Y se capacita a quienes garantizan la seguridad de Veracruz, suele decir. Nada más falso. Su policía “levanta” ciudadanos, ataca a la sociedad, a maestros, a periodistas, y siempre, invariablemente siempre, se lava las manos, criminaliza a las víctimas, las enloda, para justificar su muerte.

No son 007, pero sí tienen licencia para “levantar” y también para matar.

Archivo muerto

Mintió el órgano de Fiscalización Superior del Estado de Veracruz (ORFIS) pues fueron 202, y no 47, las entidades de gobierno en las que halló irregularidades. Lo dice el resumen ejecutivo, tal como revela el diario Notiver. Advierte que las auditorías de los despachos contables hallaron inconsistencias e incluso presunto daño patrimonial en seis secretarías del gobierno de Veracruz; 16 institutos, entre ellos el Instituto Electoral Veracruzano, INVIVIENDA, el IPAX; en 28 sistemas operadores de agua potable; 18 fideicomisos, incluidos los metropolitanos de Acayucan, Xalapa y Coatzacoalcos; la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Universidad Veracruzana y Radiotelevisión de Veracruz (RTV); y los municipios de Boca del Río, Córdoba, Minatitlán, Tuxpan, Veracruz, Xalapa, Coatzacoalcos y Poza Rica, cuando tenían metidas las manos en ellos Salvador Manzur Díaz, Francisco Portilla Bonilla, Leopoldo Torres García, Alberto Silva Ramos, Carolina Gudiño Corro, Elizabeth Morales García, Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— y Alfredo Gándara Andrade, en su mayoría fidelistas. Nada de eso pasó al Congreso. Persiste la nefasta práctica de encubrir la corrupción, raterías de secretarios del duartismo, alcaldes de baja calaña, la pandilla impune… Mente fría, genio sin escrúpulos, el funcionario que ideó condicionar al personal de confianza del ayuntamiento de Coatzacoalcos para vender sus derechos laborales a cambio de una promesa: que renuncien a salarios atrasados y aguinaldo, y a cambio se les recontratará. Lo vienen oyendo en la Secretaría de Obras Públicas, en la Tesorería, en el área de Recursos Humanos. Una promesa de empleo a cambio de perder el aguinaldo de 2013, una quincena de diciembre y dos de este enero. ¿Sabrá el rufián que los derechos laborales son irrenunciables y que conculcarlos es un delito?… Aterrada, siempre aterrada, vivió Lu-pilla Félix sus días de primera dama de Coatzacoalcos. Kilos de maquillaje en el rostro, lo que fuera para disimular las caricias del entonces alcalde Marcos Theurel, y la voz temblorosa, la angustia en la expresión. Una de ellas, cuentan los insiders, ocurrió previo a un evento en el salón Premier, en un encuentro al que acudiría la pareja presidencial. Llegó solo Marcos, disculpó a Lu-pilla y aquello perdió interés entre las promotoras sociales que abarrotaban el lugar. Minutos después llegó la princesita de Minatitlán, quejumbrosa, temerosa. Relataba cómo la había bajado del vehículo el bipolar con tendencia multipolar, hecho una furia. ¿Entro o no entro? se preguntaba. Ya para qué. Ya la había disculpado con sus promotoras. Si entraba al salón, sería peor. Y así más desplantes, violencia psicológica, hostigamiento, golpes y amenazas. Para disimular, sólo bastaba un kilo de maquillaje en el rostro, controlar la voz temblorosa y una sonrisa, pues primero era el negocio y después la integridad… Quién sabe cómo mide José Luis Pérez Cruz —“piel de nena”— el éxito y el fracaso, pero por lo menos él acumula tres de estos en su haber: Letras Emergentes, una página cultural que no provocó ni un suspiro; Tiempo Libre, un encarte que murió de aburrimiento, y Plural, noticiario en Radio Fórmula, cuyas emisiones se transmitían a la hora de comer cuando al auditorio lo que le interesaba era precisamente comer, no escuchar la vocecita de “piel de nena”. De aquellos no queda ni el recuerdo, así de infecundo fue el trabajo del Llorón del Istmo que desde las entrañas del rotativo pretendía controlarle la información a los Robles, los succionadores dueños del medio que le mata el hambre a Pérez Cruz. Uta pa’ pedazo de farsante. Traidor y fracasado… ¿Quién es ese empresario con tendencias criminales, financiador de juicios para agenciarse hoteles, auspiciador de denuncias que confinaron a más de un inocente en la cárcel por años, fanático del hostigamiento y acoso a sus empleadas? Una pista: millonario, joven, dice tener al gobernador Javier Duarte comiendo de su mano y haciendo negocios bajo su amparo…

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