Veracruzana postiza, Rocío Nahle requiere de argucias y tretas, un engendro legal que allane el camino al poder, la candidatura a la gubernatura a la que hoy no puede acceder. Una y mil veces no entiende. El problema no es su origen sino la ineptitud.
Nacida en Zacatecas, del mero Río Grande, Nahle cuenta las horas en que Morena en el Congreso local aplique el parche constitucional, urdido en palacio nacional, modificando el requisito de ser oriunda de Veracruz o hija de padre o madre veracruzano para aspirar al gobierno estatal.
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A punto de ser votada, la reforma a la Constitución le daría condición de veracruzanos a quienes sea madre o padre de hijos nacidos en Veracruz. Rocío Nahle tiene dos hijas en esa situación. Un traje a la medida de la secretaria de Energía del gobierno federal.
Rocío Nahle es zacatecana pura, orgullosa de su tierra natal que presume por su rancio sabor colonial, de sus campos y su historia. Se ufana de su estirpe, de los Nahle, del norteño que labora de sol a sol. Y de Alfonso Ramírez Cuéllar, líder nacional de Morena, amigo de la juventud.
Al gobierno de Veracruz, con la Constitución actual, no puede acceder. No cumple el requisito. Sus alardes de ser veracruzana adoptiva o que “Veracruz es mi segunda patria”, legalmente son basura.
No le sirve la residencia de 30 años. Llegó apenas egresara de su carrera de ingeniera química, ingresando a Petróleos Mexicanos en la zona industrial de Coatzacoalcos, laborando seis años en la entonces paraestatal, transitando a la privada Resistol.
Para efectos de elegibilidad, la residencia no acredita la condición de veracruzano que señala la Constitución local. No le sirve la vecindad. No le cuajan las palabras, menos la ruindad.
Ya antes, Nahle sentó un precedente de su ambición por el gobierno de Veracruz. En 2016, apenas concluida la elección por la gubernatura, vencido Cuitláhuac García en las urnas, externó su deseo por contender bajo las siglas de Morena dos años después.
Tramitó un juicio para la protección de los derechos políticos de los ciudadanos y el Tribunal Electoral de Veracruz emitió un galimatías a su favor. En agosto de 2016, la Tremenda Corte resolvió que por ser ciudadana mexicana, tal como lo establece la Constitución General de la República, reunía las condiciones para aspirar a la candidatura. Así de profundo.
Pero el tema no pasó al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que a menudo corrige o derrumba las aberraciones y la insensatez del tribunal local. Y al final López Obrador se inclinó por Cuitláhuac García, que ganó para desgracia de Veracruz.
De ese alfiler se cuelga Rocío Nahle. Hoy se jacta de haber tramitado ese juicio y de la resolución a su favor. Como mexicana, dice la secretaria de Energía, tiene el derecho pleno de aspirar al gobierno de Veracruz. Así lo razona. Así su pequeñez.
¿Qué caso tiene, pues, que Morena reforme la Constitución de Veracruz si Nahle, y el senador morenista Ricardo Ahued Bardahuil, nacido en Pachuca, Hidalgo, pueden aspirar a la gubernatura con sólo aplicarse su condición de ciudadanos mexicanos?
Vía el diputado local por Coatzacoalcos, Amado Cruz Malpica, Morena va por la reforma constitucional que coloque a dos morenistas, no nacidos en Veracruz, en la plataforma para contender en 2024 por la gubernatura… o para relevar en diciembre próximo a Cuitláhuac García.
Desastroso, el gobierno de Cuitláhuac tiene hoy a Morena en el abismo. Cunde la corrupción, el nepotismo, la violencia, el abuso de autoridad, el acoso laboral, el acoso sexual, el atropello a la ley.
Su círculo es deplorable. Erick Cisneros, secretario de Gobierno, es la ignorancia en pleno; tipo soberbio, engreído, inútil en su función, detonando los fuegos desde el norte hasta el sur, insurrecta una parte de la sociedad, reclamante otra, y la masa del mal, el infumable Erick, disparando amenazas a enemigos y rivales, apaleando activistas y prometiendo a la prensa crítica que también se la pagará.
Financieramente, Cuitláhuac García es un truhán. Los dineros pasan por las manos familiares, Eleazar Guerrero, su primo, es el zar de los contratos y las adjudicaciones, la compra de patrullas con sobreprecio, los manejos de los recursos de todas las secretarías a su disposición. Como en los tiempos de Javier Duarte, Eleazar es la nueva Karime Macías, el nuevo Manzur, el nuevo Tarek.
Veracruz es literalmente tierra de narcos y otras pandillas. Y de las autodefensas. Y de la policía criminal. Unos trafican, roban, levantan, extorsionan, incendian negocios, asesinan y entregan a sus víctimas en fragmentos; otros se erigen como el poder alterno, el que patrulla los caminos y escoge a los nuevos muertos, el que aplica la ley del pueblo por encima de la institución. Y la policía levanta, tortura, siembra drogas y armas.
Electoralmente, Morena es un caos. Su gobierno estatal asquea. Su Congreso atropella la ley, violenta el orden constitucional. Salvo honrosas excepciones, sus alcaldes desgobiernan.
Veracruz, para Andrés Manuel López Obrador, pinta mal. Morena anda en el abismo. No hay sondeo de opinión que supere del 10 por ciento en la preferencia electoral. El efecto Peje caducó. Y peor, el desgobierno provoca repulsa y reclamo, decepción en quienes impulsaron a la Cuarta Degradación.
Tácitamente, la reforma constitucional allana el camino a Nahle y, más aún, a Ricardo Ahued, político forjado en el PRI, alcalde de Xalapa de brillante desempeño, diputado local por obra y gracia de Javier Duarte, al que primero le aprobaba todo y luego, ante el escándalo del saqueo y el caos del duartismo, se evadió.
2024 no será 2018. Aun con reforma constitucional, la derrota de Morena es previsible. Veracruz es un desastre, agravado por las torpezas y el atropello a la ley de Cuitláhuac García, donde se respira el miedo y reina la violencia, donde los recursos públicos cambian de ladrón.
Diciembre de 2020 es otro escenario, a modo para Ahued, relevando a Cuitláhuac sin requerir elección, y cuatro años para intentar recomponer el cochinero armado por el (des)gobernador con mentalidad porril.
Ahued tiene activos; Nahle no. Ahued es un político cuajado, sereno, cuidadoso de las formas y las palabras, experto en finanzas, con visión social.
Nahle es estridente, ignorante, aprendiz de política, atrabancada hasta conducir a Andrés Manuel al punto crítico, el caos de Pemex, con el sueño de repotenciar a México como productor y exportador de petróleo, líder en refinación, cuando el mundo vira hacia las energías limpias, a las que provocan menos polución.
Su paso por la Secretaría de Energía es la apoteosis del desastre. Inundó a la Sener de corruptos provenientes del viejo régimen, fichas del neoliberalismo, y de amigos, comadres, empleados y cómplices políticos, y hasta de hermanas de fallidos voceros. Los resultados ahí están.
Alcanzó la cumbre en la crisis del petróleo. Regateó el recorte de producción y se comprometió entregar 250 mil barriles de crudo diarios a Estados Unidos, que a su vez absorbió lo que Nahle en la mesa de la OPEP Plus negó. Desplomado el precio del barril de petróleo —el de Pemex apenas en sus costos de producción—, sin mercado para crecer y con clientes que se van, la teoría de la bonanza se esfumó.
Y ahora, con menos producción, ¿cómo pagar los 250 mil barriles diarios que le prometió a Trump?
Nadie para marear a López Obrador como Rocío Nahle. Lo encuerda. Le sigue el cuento. “Sí, sí, sí licenciado”. Lo hace soñar. Del petróleo como palanca de desarrollo no queda nada. Pemex no cumplirá siquiera con la meta de producción programada.
Rocío Nahle, por su parte, siembra minas en su camino. No cabe en el gabinete. Huele a fruta podrida. Sabe a rancio. Detona el plan maestro de Andrés Manuel, la refinería de Dos Bocas, un monumento a la necedad, proyecto sin futuro, que no costará 8 mil millones de dólares, ni se construirá en tres años, ni tendrá, a la postre, gasolinas qué refinar.
Y hoy quiere gobernar Veracruz.
El meollo no es, sin embargo, su origen, su oriundez, su calidad de zacatecana que aspira a un engendro legal para trasmutar a veracruzana.
El meollo es la ineptitud.
Archivo muerto
Y de pronto, López-Gatell mutó a vocero político, el que increpa a ex secretarios de Salud, el que se trenza en la discusión de las cifras de contagiados y muertos, de contagiados reales y de contagiados estimados, el que ve la teoría de la conspiración en la prensa internacional. Desdibujado, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, enfrenta el escepticismo y la duda, las preguntas de críticos y no críticos de la 4D (Cuarta Degradación), porque al paso de los días las contradicciones en la versión oficial, las mentiras, los bandazos sobre la pandemia, le erosionan la credibilidad. Habla López Gatell y trasluce el delirio pejista. De la transparencia y la pluralidad que tanto elogió, pasa ahora a la teoría del complot. Si New York Times, Washington Post y El País coinciden en que las son cifras tramposas, en el subregistro de contagiados y muertos, en las muertes por Covid 19, enmascaradas como influenza, neumonía atípica e insuficiencia respiratoria aguda, López Gatell ve una “sincronía” que le inquieta. Superchería pura pues los matemáticos dudan de la interpretación de comportamiento del coronavirus, los médicos igual, los científicos y los analistas también, y un sector de la sociedad que quisiera que el aplanamiento de la curva de contagios fuera real, como lo pregona el subsecretario de Salud, pero ve que los contagios aumentan hasta tocar los 35 mil y sumar 3 mil 465 muertes hasta el domingo 10. López Gatell se ahorcó cuando, por decisión propia o instruido por el Dios Peje, le dio sesgo político al discurso diario con el que explicaba los pormenores la pandemia y le entró a la adulación a Andrés Manuel —representa una “fuerza moral, no una fuerza de contagio”— y ahora a confrontarse con la prensa internacional, lo que arreciará la embestida sobre López Obrador, evidenciando que no sólo la pandemia lo rebasó sino que instaba a la sociedad a salir a las calles, a ir restaurantes, abrazar a la familia. El costo, al final, lo tendrá que pagar… Al garete, el coronavirus en Coatzacoalcos exhibe el caos en el Hospital Regional. En redes sociales, corrían mensajes y reclamos. Médicos y trabajadores administrativos al pie del cañón y sus directivos en el limbo. Al tope, el nosocomio se satura con los pacientes contagiados, atendidos a cómo se puede. ¿Y el director, Juan Rodrigo Camacho Mondragón? Ausente, rebasado, agazapado. Fluyeron los oficios en que los médicos evidenciaban las carencias y no hubo respuesta. Alzaron su voz y amagaron con irse. Persistió la indiferencia. Se ampararon los médicos para no laborar por falta de equipo de protección en plena pandemia, cuando el número de contagios se incrementa. Y es cuando Juan Rodrigo Camacho se va de permiso y lo sustituye el subdirector, Gerardo Bajonero. ¿Se va de permiso? Debió ser cesado por irresponsable, por abdicar a su obligación ética y moral, por dejar un tiradero en el Hospital Regional que exhibe al sistema de salud de Veracruz, balconeado en medios de comunicación nacionales y redes sociales, crucificado en la sociedad. Ya antes, el subdirector administrativo también había pegado la huida. Queda saber ¿quién recomendó a Juan Rodrigo Camacho? Cuentan los insiders que es una tal Rocío Nahle, doña Barbarazo, la que todo lo que toca lo destruye… Dos priistas, Alfonso Morales Bustamante y Marco Antonio Ramírez Alfaro, se fueron en 10 de mayo. Dos priistas de diferente cuño, uno marcelista, el otro ivanista. Aquejado por un mal hepático —el diagnóstico fue cirrosis— Morales Bustamante encaró una batalla feroz por la vida, disminuido, buscando el alivio que nunca llegó. Fue operador del ex alcalde de Coatzacoalcos, Marcelo Montiel; delegado de la Secretaría de Educación en el sur de Veracruz; director del DIF municipal; síndico; presidente municipal sustituto al dejar el cargo Iván Hillman Chapoy, y tesorero en la gestión de Joaquín Caballero Rosiñol, donde tuvo cuñas que no le permitieron mandar. Ramírez Alfaro, de trato amable, cortés y educado, siempre discreto, se fue aquejado por un cáncer contra el que luchó hasta el final. Fue secretario particular del ex alcalde Iván Hillman Chapoy y por años siguió al lado del ex edil… Yamilet ha cometido, por lo menos, una violación a la ley. Siendo fiscal para delitos contra la familia, no podía otorgar la custodia de los hijos a uno de los cónyuges, y lo hizo. Yamileth Karina Hernández Franyutti, fiscal tercera especializada en Investigación de Delitos de Violencia Contra la Familia, Mujeres, Niñas, Niños y Trata de Personas, en Coatzacoalcos, se arrogó funciones que sólo le competen a un juez. Un día decidió que los hijos de Nadia Georgina Franco Torres quedaran bajo custodia del padre de los menores, Roberto Celaya Origel, pasando por alto que está denunciado por lesiones, violencia intrafamiliar e incumplimiento de dar alimentos. Con sólo escucharlo, la fiscal tercera le entregó los hijos. Nadia Torres había denunciado a Roberto Celaya, según consta en la Carpeta de Investigación N°1153/2019/F3 —detalles que se divulgan con anuencia de la agraviada—, y ahora, de buenas a primeras, tiene una denuncia en su contra de la que se valió la fiscal para consumar la trastada. Hay un video donde consta el hostigamiento, la oposición de Celaya Origel a dejar que los menores descendieran del vehículo y a que la madre los introdujera a su hogar. Se observa cómo el tipo propicia un hecho de violencia. Hay en el expediente facturas de servicios escolares, médicos, actividades culturales, pagados por la madre. Hay constancias de que uno de los menores no había sido llevado al colegio La Salle por decisión del padre, una vez que lo tuvo en su poder. Y pese a existir una resolución judicial que estableció el divorcio y la custodia de los pequeños a favor de Nadia Franco (Juicio Ordinario Civil N°350/2015), la fiscal Yamileth Hernández se erigió en juez, usurpó funciones y violó la ley. Del caso saben sus superiores y nada ocurrió. Otra bomba que le va a estallar a la fiscal espuria, Verónica Hernández Giadans, que de leyes sabe menos que Yamileth Karina Hernández Franyutti…
Foto: El Sol de México