* Represor de periodistas * Manrique, De la O, Carlos Jesús, Maryjose: cárcel y golpiza * Acusado de desviar 4 mil millones * Fiscalía solicita desafuero * Siete de los 18 crímenes en Coatza, ligados al H * Se dispara la violencia en el sur * Los Azuela ya no se sienten zetas * Leo Lozada a Comercio * Murió Héctor Lechuga * Cotorreando la Noticia, su mayor éxito
“Túndele, chíngalo. Túndelo y quiero la huella de sangre”. Y tundían los esbirros a Alejandro de la O, acatando al Cisne Alberto Silva, el hombre que en el duartismo fue más que un vicegobernador.
Recibió pela y tunda el conductor de Avan Radio, blanco de las iras del entonces alcalde de Tuxpan, llevado a Pacho Viejo con un montaje, una treta fraguada en aquel puerto para configurar un intento de extorsión, que implicó al periodista Jorge Manrique, feroz crítico de Silva, y a un empresario de la construcción.
“Túndelo, chíngalo”, resonaba la consigna y los matarifes, dementes como el que disparaba la orden, el sadismo corriendo por sus venas, liberaban el instinto mortal.
Sobre Alejandro de la O vació sus odios Alberto Silva Ramos, alfil desde entonces de Javier Duarte, hincándole el diente a las arcas de Tuxpan —todavía tiene ahí a un tesorero afín—, saltando luego al gobierno de Veracruz, trepado en la Secretaría de Desarrollo Social, convertido en vocero emergente dos veces, incrustado en la dirigencia estatal del tricolor y encajado en una sucesión que no sería para él hasta que los dueños del PRI nacional lo mandaron a volar.
¿Por qué la instrucción de golpear a Alejandro de la O? Acaso porque ese día su caso, el de la aprehensión y la celada, llegó a TV Azteca, donde su hermano Francisco grababa telenovelas y participaba en programas de variedad.
Sólo por eso.
“Y quiero la huella de sangre”, expresó el infeliz.
Altivo y prepotente, sentía el Cisne que el gobernador era él. Y asediaba a sus críticos. Y montaba escenarios policíacos. Y usaba la procuración de justicia para procurarse venganza. Y ordenaba golpizas que incluyeran “huella de sangre”.
Corrió en esas horas otra sangre. Postrado en una cama de hospital yacía Carlos Jesús Rodríguez, casi muerto. Activada una orden de aprehensión, Javier Duarte y sus perros se fueron su presa. Ya en Pacho Viejo, el penal cercano a Xalapa donde hoy habita la pandilla del ex gobernador, la felpa fue criminal.
Existen los milagros. Carlos Jesús, dueño del portal gobernantes.com, sobrevivió a la madriza. Sobrevivió cuando todos en el gremio se veían de negro, en duelo, en un funeral, molidos sus riñones, tableado, vejado, humillado, mientras el par de poca-madre imaginaban que el mensaje violento, mensaje a sus críticos, los haría temblar.
Manrique, el autor de Del Otro Lado del Cristal, en la cárcel. De la O en la cárcel. Carlos Jesús entre la vida y la muerte. Iniciaba la escalada violenta, la peor escalada violenta contra la prensa en Veracruz, no por acto espontáneo, no por azares de la vida sino por la demencia de Javier Duarte y el perverso Cisne. Iniciaba una escalada siniestra que culminó con 19 periodistas asesinados.
Más sangre y más humillación. Fue la de Maryjose Gamboa, que una noche fue alcanzada por el infortunio, la inquina, la revancha, el poder desmedido de Javier Duarte. Un peatón, Jose N, cruzó intempestivamente el bulevar Miguel Alemán, en Veracruz. La periodista lo arrolló y murió.
Imprudencial su muerte, la autora de Al Aire, columna que publica Notiver, pasó ocho meses en prisión, negado su derecho a fianza, acribillada por la prensa duartista, los sicarios de a tanto la línea, los parias de la información.
Su sangre dejó huella en Tuxpan. Trasladada hacia el puerto, todo el tiempo hincada, recibía de dos policías con alma negra toques eléctricos en el abdomen. Y una vez en el penal del Cisne, sufrió el infierno de los que cobran por pegar.
Sobrevivió también. Sobrevivió Maryjose para exigir cuentas al ex fiscal que se ensañó con ella, Luis Ángel Bravo Contreras, alias “Culín”, paseante frecuente en las plazas de Boca del Río, jodidamente impune, que destroza las leyes, que vulnera los derechos de las víctimas, que engaña a los colectivos que demandan saber en qué fosa yacen los restos de sus familiares, que hizo trastupije y medio con las pruebas de ADN, y que se ríe —sí, se ríe— del fiscal Winckler y del gobernador Miguel Ángel Yunes.
Al Pato de Tuxpan no lo aprietan, sin embargo, por esa conducta maliciosa y de tendencias criminales. Lo acorrala Yunes con un caso de corrupción, los 4 mil millones que habría desviado a su paso por la Coordinación de Comunicación Social, usando empresas fantasma que traía desde la Sedesol estatal.
No habría robado solo. Lo liga la Fiscalía General del Estado con María Gina Domínguez Colío, su antecesora en la vocería duartista, y con el ex tesorero y actual diputado federal, Antonio Tarek Abdalá Saad, implicado en una denuncia por 23 mil millones, denunciado ya pero encubierto por la bancada priista en San Lázaro que impidió el desafuero para ser llevado ante la justicia.
Gina está en prisión y a Tarek no lo tocan. Ha de ser por los mil millones que entregó en cajas de huevo al PRI nacional, cuando Enrique Peña Nieto era candidato presidencial, según audio que registra el diálogo con Javier Duarte, apremiando ex gobernador la entrega del moche.
Su acusador, el fiscal Jorge Winckler, sostiene que la Coordinación de Comunicación social fue usada primero por Gina Domínguez y luego por Alberto Silva, para desviar los 4 mil millones de pesos, implicando a por lo menos 12 dependencias del gobierno de Veracruz.
Operaba Comunicación Social como vértice del saqueo. Gina dice que no manejó dinero. Silva cuenta que no manejó un centavo. Ni falta que hacía. Finanzas pagaba pero a requerimiento de los titulares de Comunicación Social. Y ahí está el delito.
Servía Comunicación Social para concentrar recursos de varias dependencias para el pago de supuestas campañas a medios de comunicación, refiere el portal Animal Político. “Esto sin que hubiera ningún tipo de dictamen que acreditara que había el presupuesto suficiente”.
Gina y Silva escogían a qué compañías irían los recursos, “sin ningún tipo de proceso de adquisición transparente, y sin rendir cuentas ni al órgano de Fiscalización del Estado, ni a la Contraloría, el Congreso o el Instituto Veracruzano de Acceso a la Información, lo que violaba múltiples disposiciones legales”.
Hay facturas. Hay rastros que llegan hasta las secretarías de Seguridad Pública, Turismo, Desarrollo Social, Desarrollo Económico y Portuario, Educación, Salud, Protección Civil, Gobierno, Medio Ambiente, Desarrollo Agropecuario, Comunicaciones y la ex Procuraduría de Justicia del Estado, hoy Fiscalía General.
Gina y Silva son como los discos rayados. Una y otra vez repiten lo mismo, y una y otra vez terminan por aburrir. De tanto hacerlo nadie les cree. De tanto decir que no manejaban recursos —pero sí aprobaban su pago en la Sefiplan— generan la sospecha de su culpabilidad.
Del gran peculado de Javier Duarte, sólo entre Gina y Silva están implicados en un desvío de 4 mil millones de pesos, canalizados hacia medios reales y empresas fantasma, medios suyos, medios que administraron o administran, medios afines, cuyos dueños cobraron con una fortuna el aplauso y la lisonja a la pandilla que llevó a la quiebra a Veracruz.
Sólo en 2014, Alberto Silva, vía 18 empresas fantasma, le provocó un daño por 506 millones de pesos a la Coordinación de Comunicación Social. Pagó 348 facturas a empresas que carecían de contrato con el gobierno de Veracruz, sin registro como proveedor, sin comprobar los supuestos servicios prestados. Lo acreditó el Servicio de Administración Tributaria.
Eran empresas fachada. Cobraban bajo conceptos de promoción y publicidad. Cuando dejó la vocería para ir a la dirigencia estatal del PRI, quedó pendiente de pago 75 millones de pesos. Los quiso pagar cuando regresó al cargo pero ya tenía encima al SAT.
Una de las empresas fachada, Anzara, le “vendía” material de construcción a la Secretaría de Desarrollo Social, siendo el Cisne su titular, y luego vendía servicios de difusión a la Coordinación de Comunicación Social, según refiere el portal Eje Central.
Hoy son 4 mil millones. Y en ellos están las manos de Gina Domínguez y Alberto Silva y la operación de Tarek Abdalá.
Hoy es carne de cañón judicial. Hay denuncia. Hay solicitud de desafuero en el Congreso de la Unión, en la Cámara de Diputados que es la que tiene facultad para retirarle la inmunidad, donde se protege al priismo, donde la escoria del PRI se habla con la escoria del PRI.
Nada sin embargo, tan descarnado como sus odios y rencores, la inquina de este despojo humano al que apodan Cisne y tiene entrañas de buitre, enconado contra sus críticos, usando el poder para montar escenarios judiciales, el puño para reprimir.
Podrida su alma, mostró cuán miserable es. Golpeó y sembró dolor, exilió periodistas, doblegó al que no lo supo enfrentar, o al que se dejó comprar.
Sus iras son su esencia, el agravio su placer. Alejandro de la O sintió el puño, Carlos Jesús la saña, Manrique la amenaza, Maryjose las descargas eléctricas en el cuerpo.
“Túndelo y quiero la huella de sangre”, decía. Y así fue.
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Archivo muerto
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Siete de los 18 homicidios cometidos en junio, tocan al H. Uno, el de Bernardo Cruz Mota, su lugarteniente, el 29 de junio, detonó lo demás. Al día siguiente, Hernán Martínez Zavaleta ordenó la masacre de la Nueva Calzadas: cuatro niños, ejecutados con tiro de gracia, su madre llamada Martidiana, su padre, el taxista de nombre Clemente, que porque él ultimó al Berna. Ahí se dispara el registro del Observatorio Ciudadano de Coatzacoalcos, que sitúa a junio como el mes más violento de los últimos años. Un disparo de 350 por ciento, pues en mayo “sólo” ocurrieron cuatro asesinatos y tres secuestros. Una vendetta y la violencia se fue a las nubes, peor aún que en 2016 cuando Julio Rodríguez, El Caballero, rival del H, ordenó levantones y secuestros, crímenes y amenazas que sacudieron al jet-set de Coatzacoalcos, advirtiendo que los próximos serían el jefe zeta tan apreciado en sociedad y la familia Chagra. Otros números del Observatorio Ciudadano: cuatro personas desaparecidas, 20 robos a casas habitación y seis a comercios, y 12 automóviles robados, duplicando la cifra del mes anterior. Grave la inseguridad y peor si por la mano del H, el líder zeta, pasan el del Berna y la masacre de la Nueva Calzadas… Bandera blanca entre los Azuela —Leonel, Andrés y Carmen— por el sainete con la Comisión Municipal de Agua y Saneamiento de Coatzacoalcos. Pagarán su respectiva multa y el costo del agua al precio que establece la tarifa oficial, no los 400 pesos mensuales por el consumo del hotel Terraza del Sol, y la hija incómoda del clan, la que mienta madres a la cuadrilla de CAEV, Carmen Azuela, tendrá que realizará la reconexión de su línea de drenaje sin afectar a sus vecinos. De no cumplir, y de no dejar sus alardes de diva, no le será retirado el tapón de concreto colocado por el personal de la dependencia de gobierno, lo que saturará su drenaje sanitario con sus consecuentes y fétidos olores en casa. Alardeaban Andrés y Carmen Azuela que “no saben con quien se están metiendo”, más o menos como si fueran el dúo zeta de Coatzacoalcos, y a la hora de demostrarlo mejor le bajaron de volumen… KVAR es otra compañía a la que Joaquín Caballero se niega a pagar. Le debe 2 millones 96 mil pesos, más el 5 por ciento por daños y perjuicios, por remanentes de seis obras ejecutadas y terminadas y no hay voluntad para cerrar los expedientes. Ni el área jurídica ni la sindica Alejandra Theurel Cotero dan respuesta a los emplazamientos extrajudiciales y el caso ya se ventila en la Sala Regional del Tribunal de lo Contencioso Administrativo, que será sustituido por el Tribunal de Justicia Administrativa. KVAR logró acreditar que aún contando con recursos para liquidar el adeudo, con partida presupuestal y dinero líquido, hubo negligencia del ayuntamiento de Coatzacoalcos. Si con el caso Pluviales habrá acción legal aún después que concluya la gestión del cabildo actual, y hasta cárcel para los ediles por desacato a una autoridad federal, el caso KVAR es otra piedra en el sinuoso camino del alcalde Joaquín Caballero Rosiñol… Una vez más Leonardo Lozada Parra está en la función pública. Llega a cubrir el espacio dejado por Fernando Segovia en la Dirección de Comercio municipal, cesado por el incidente con un niño vendedor ambulante, viralizado el alegato, el jaloneo del funcionario al menor en un video que provocó su abrupta salida del ayuntamiento de Coatzacoalcos. Lozada Parra, cercano al alcalde Joaquín Caballero Rosiñol, será director de comercio por lo que resta del cuatrienio, poco menos de seis meses. Su anterior cargo, titular del Registro Civil, también fue efímero. Sin embargo, podría ser el único funcionario de esta administración que permanezca en el cargo cuando asuma funciones Morena, el pejepartido que en Coatzacoalcos se nutre y es manejado por el Clan de la Succión, los Robles y los Hillman, el Grupo Integra, con los que Leonardo Lozada no anda mal… “Chúpale pichón”, fue un sello verbal, remate a sus ingeniosas bromas, a veces pasadas de tono, hirientes, punzantes, donde sentido sin matiz, que hicieron de Héctor Lechuga un comediante único, insustituible en la TV con su “Ensalada de Locos” o en “Cotorreando la Noticia”, destrozando a la clase política, exhibiendo incongruencias, corruptelas, atropellos a la sociedad. Murió este jueves 13, cuando contaba ya 88 años de edad. Originario de Orizaba, Veracruz, conquistó el mundo artístico, en el cine, en la televisión. Un tiempo terció con Chucho Salinas, el serio del sketch, el que leía la noticia e intentaba darle credibilidad a los políticos mientras Lechuga se pitorreaba hasta de Chucho Salinas. Con Alejandro Suárez y Manuel “El Loco” Valdés conformó el trío explosivo de “Ensalada de Locos”, que alcanzó un rating impresionante en Televisa. Maritza y Andrea, personajes de Valdés y Lechuga, fueron las Hermanitas Mibanco, parodia de las célebres Señoritas Vivanco. Sus últimos años realizó trabajos para RTV, cotorreando las noticias de la clase política veracruzana. Un maestrazo al que se le va extrañar…
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Foto: Libertad Bajo Palabra