* Salvo los muertos, todo está en paz * Violencia antes y después de la elección * Yunes ve otro Veracruz * Algo más que un cómputo final * La sexta regiduría de Morena * “Nos están matando”, claman los periodistas * A los textoservidores no * Notaría en lío judicial * Más de 3 mil irregularidades
Salvo los muertos y los heridos, el candidato levantado, la turba que se lanza contra el OPLE, las llamas que devoran boletas electorales, el discurso del odio y la amenaza, la democracia está en paz.
Arde el consejo municipal del Órgano Público Local Electoral en Zaragoza, en el sur, y en su interior el material electoral, violentando los inconformes del PRI y del Partido Verde un proceso que favorecía a la candidata del PAN-PRD.
Se llevan documentos oficiales. Destruyen lo que hallan a su paso. Van cancelando la idea yunista de que este fue un proceso electoral ejemplar. No lo fue. No lo es.
Toman consejos electorales. Marchan en las calles. Agitan movidos por la idea de que el caos es sinónimo de repulsa social, que la turba desde el desenfreno lanza el mensaje de que lo que no se tiene por el sufragio se obtiene por la violencia.
Ninguno de los violentos es espontáneo. Ni el que se mueve por rechazo al fraude, ni el que sabiéndose derrotado enloda el triunfo del que ganó a ley.
Es la dinámica del caos.
Alfredo Tlaxcaltécatl Xochiquiquisqui no imaginó su muerte. Se dirigía a un mitin de Morena, su partido. Caminaba por las calles de Mixta de Altamirano, en la sierra de Zongolica, cuando se topó con un grupo de priistas —otra versión acusa que eran policías vestidos de civil—. Lo acompañaban tres amigos. Fueron cercanos, asediados, golpeados y un balazo le dio en la cabeza.
Hay otra muerte, la de una mujer en Amatlán de los Reyes, municipio cercano a Orizaba. Era militante de Movimiento Ciudadano. Se hallaba en un mitin cuando un grupo armado los quiso disolver. Una bala la alcanzó.
Uno más. Hay revuelta y malestar. El alcalde de Catemaco, Jorge González Azamar, impone a su esposa en la candidatura a la alcaldía. La gente se encrespa y a las puertas del hogar del edil queda un muerto.
Ocho millones de veracruzanos ven un proceso electoral manchado y viciado. Se salvan de la protesta aquellos en que el ganador de la contienda superó con mucho a los candidatos que le disputaban la alcaldía. Fuera de ello, los resultados estrechos dan margen a la confrontación.
Ocho millones lo ven así. Miguel Ángel Yunes Linares no.
Ve otro Veracruz el gobernador. Decía antes de la jornada del domingo 4 que todo marchaba en paz.
“La situación en el Estado es de absoluta tranquilidad”, expresaba Yunes azul. Y llamaba a participar.
Había conflicto ya. En cuatro municipios se registraban protestas, arremetían los inconformes contra los consejos municipales electorales. Había violencia en seis municipios más, pero todo bajo control.
“Las veracruzanas y veracruzanos podrán expresar su voluntad en las urnas con la más absoluta libertad; esto forma parte del cambio que promovimos y mañana celebraremos esta nueva etapa democrática de Veracruz”, señaló.
Se ufanó después, que la jornada electoral ya sido ejemplar. Sí, por el golpe a Morena, lanzando al partido de López Obrador al cuarto lugar en número de municipios ganados, 17; al tercer lugar en votación, abajo del PRI; a la pérdida de más de 250 mil votos respecto a la elección de gobernador en 2016.
Diría Yunes Linares después de la elección:
“Con las elecciones municipales, Veracruz inicia una vida plenamente democrática”.
Y que por primera vez se garantizó certeza y pleno respeto a la libertad ciudadana de decidir.
“Fue una jornada histórica —agregó—, porque por primera vez el Gobierno del Estado garantizó la plena autonomía de los órganos electorales, que actuaron con apego a la Ley”.
Ni tan ejemplar. Ni tan democrática.
Previo a la jornada del domingo 4, hay tres muertos; un candidato a alcalde de Morena es levantado junto con su familia, golpeado y milagrosamente a salvo después; una candidata sufre un atentado al ser baleada su casa. Otra candidata, del PAN-PRD, ve cómo las balas destrozan el medallón de su camioneta y le Dejan un mensaje amenazante.
Pero la jornada, según Yunes, es histórica.
Tres días después, se instala el caos. Se recicla la violencia. La turba toma consejos electorales. Incendia paquetes y documentación y debe intervenir el OPLE estatal.
No hay condiciones para sesionar. Corre peligro la vida de consejeros y del personal. Se toman medidas extremas para sofocar lo que el gobernador minimiza simplemente como “la pasión” de los actores en el conflicto.
Día D. Día de cómputo final y entrega de constancias de mayoría, el miércoles 7 que deriva en actos de violencia.
Zaragoza, municipio al sur de la entidad, cercano a Cosoleacaque, se convierte en el punto central de conflicto. Llegan los priistas y los verdes y queman su sede, y con ella las boletas electorales, la paquetería.
En San Rafael, los representantes de lo partidos abrieron lo paquetes electorales.
“Había paquetes sin sello —dice Noé Zavaleta en su crónica par Proceso—. La presidenta del consejo pretendió justificar que ‘posiblemente’ se cayó en algún momento del traslado; en otros se negó a contar los votos de dicho paquete. Los representantes de Morena, PVEM, PRI y Nueva Alianza aseguran que ese paquete fue manipulado”, confió un funcionario electoral.
“En dicho municipio, ubicado a 200 kilómetros de la capital del estado —agrega—, recriminan que hay toda la intención de favorecer a Daniel Lagunés para poder encubrir 42 observaciones del Órgano de Fiscalización (ORFIS) que redundarían en un presunto daño patrimonial superior a los 60 millones de pesos”.
Alvarado es otro escenario violento. Simpatizantes de Marliz Plata, hoy yunista pese a que figura en la lista de prestanombres de Javier Duarte, según la denuncia de Yunes Linares, cerraron calles a la altura del OPLE para rechazar el triunfo del priista Bogar Ruiz.
Hay entre Marliz Plata y Bogar Ruiz 200 votos de diferencia, pero un odio profundo.
“En Tuxpan de Rodríguez Cano —agrega Noé Zavaleta—, el candidato independiente Octavio Greer —exalcalde de ese municipio por el PRI— organizó una multitudinaria marcha en protesta porque asegura que el OPLE local favoreció al candidato de la coalición PAN-PRD, Antonio Mancha, ex convicto por fraude y beneficiado de la candidatura por Acción Nacional, al ser familiar directo del líder estatal panista, José de Jesús Mancha”.
Hay que sofocar la irritación. Hay recuento de 2 mil 400 paquetes electorales. En algunos consejos del OPLE se puede realizar. En otros no. Uxpanapa, Ayahualulco e Ixhiatlancillo son focos rojos. La tensión crece. Los inconformes provocan que el OPLE estatal ordene cambio de sede y atrae parte del recuento.
Quizá en algo tenga razón Yunes Linares. La elección es histórica, pero según se le quiera ver. Para el gobernador fue el descuartizamiento de Morena, un freno a Andrés Manuel López Obrador, que cada vez que llegó a Veracruz se llevó una vapuleada. El resultado fue la pérdida de bastiones —todos los municipios de la sierra de Soteapan, la mitad del sur de Veracruz— y más de 250 mil votos respecto a la elección de 2016, tener la expectativa de obtener 100 alcaldías y quedarse con 17, tres de altísimo potencial como son Xalapa, Coatzacoalcos y Poza Rica, y pasar a ser tercera fuerza electoral en la entidad por el número de votos.
Lo histórico también está en la violencia previa a la elección y la que se desató por el cómputo final: el OPLE de Zaragoza incendiado junto con su paquetería electoral, la toma de OPLEs en diferentes zonas Veracruz, la confrontación de simpatizantes de partidos, la sombra del fraude.
Elección sangrienta, convulsa, que quiebra y sacude a la sociedad.
Salvo los muertos y los heridos, el candidato levantado, la turba que se lanza contra el OPLE, las llamas que devoran boletas electorales, el discurso del odio y la amenaza, la democracia está en paz.
No es ejemplar la elección de Veracruz. Sólo Yunes la ve así.
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Archivo muerto
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Algo más que un cómputo final. Contundente, la victoria de Morena en Coatzacoalcos se constata en el OPLE, reafirmando y corrigiendo cifras de la elección de alcalde de este domingo 4. Lo que ahí se juega, desde la mañana del miércoles 7 hasta la madrugada de hoy, es si el pejepartido se lleva cinco o seis regidores. Cinco, más un presidente municipal y una síndico, no es mayoría en el cabildo; con seis regidores sí. Si una vez asignadas las cinco regidurías que le da sus más de 45 mil votos, más los votos que le resten, le alcanza para contar con un edil más. Eso provocaría que el PRD se quedara sin regidor. De lo contrario, si Morena se queda con cinco regidores, José Ángel Wong Hernández estará en el próximo cabildo de Coatzacoalcos… ¿Nos están matando? No a todos. A la mayoría no. Sólo a los periodistas críticos, que son los menos; a los que cuestionan a las mafias del poder; que increpan y escudriñan; los que retratan la lucha de familiares y amigos de los desaparecidos; los que a contrapelo de un procurador duartista o el fiscal yunista llegan hasta la fosa clandestina y revelan el escenario de muerte que hay ahí, el olor fétido, el rito a Satanás; los que detallan cómo fue el saqueo a Veracruz, las pilladas de Javier Duarte y el accionar de su banda de ladrones; los que hablan de la colusión, el contubernio entre el crimen organizado y la policía estatal; los que le dicen al secretario de Seguridad del duartismo que es un capo y que tiene las manos llenas de sangre inocente; los que formulan con sus letras y sus palabras el retrato del abuso de poder contra los olvidados. Mataron a Milo y a Regina por la contundencia de sus columnas o de sus reportajes; a Moisés Sánchez Cerezo por darle voz a Medellín contra la violencia de los narcos; a Rubén Espinosa por sus fotos demoledoras, exhibiendo el rostro real de Veracruz; a Goyo Jiménez por lo que escribió —y peor, por lo que sabía— de las cantinas usadas para prostituir a las mujeres migrantes en Villa Allende, Coatzacoalcos; a Monlui por el tema cañero en territorio de huachicoleros. “Nos están matando”, dicen mientras marchan. No, no a todos. A los textoservidores no. A los escribientes de notas insulsas no. A los que no informan a la sociedad, no. A los que por el halago al hombre de poder reciben y acumulan chayote hasta construir una fortuna, no. En su día, en el Día de la Libertad de Expresión, recitan los periodistas que “Nos están matando”. Sí y no. Los obsequiosos de a tanto la línea no corren peligro. Son una vergüenza para el periodismo real, con sus tres miserables párrafos por nota, sin talento para redactar un reportaje que exprese la desigualdad, la represión, la corrupción del que ejerce el poder. Pero ellos, los insulsos aplaudidores del poder, también gritan que “Nos están matando”. Ha de ser de risa… ¿Cuál es esa notaría pública, implicada en una investigación judicial, en la que se han detectado hasta ahora más de 3 mil escrituras sin peso legal? Una pista: es de Coatzacoalcos y el tema es bomba nacional…
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Foto: E-Consulta