Para entender a la rectora, hay que ir al psiquiatra. Es tibia y medrosa. No se debe al estudiantado ni lo prioriza. Evasiva y esquiva, tuerce la verdad cuando una agresión brutal, perpetrada por porros o un comando parapolicíaco, contra ocho estudiantes de la Universidad Veracruzana exigía, por lo menos, una condena radical.
Hoy, 428 integrantes de la comunidad universitaria la increpan. Dicen que Sara Ladrón de Guevara miente. La perciben desinformada, ingenua, nada comprometida con la exigencia de justicia y reclaman de ella, como cabeza de la UV, un posicionamiento firme y contundente, “acorde con las gravísimas circunstancias del estado de Veracruz”.