Dueño del micrófono, de las líneas que se escriben, de las imágenes televisivas, de las voces en la radio, Javier Duarte exorcizó su gobierno. Lo exculpó. Dijo que sus finanzas son sanas, que no extravió 5 mil millones, que no robó, que no hay corrupción. Lo dijo él, pero no lo secundó la PGR.
Van cuatro días. Javier Duarte sacudió a la opinión pública, el lunes 22, y en una suerte de mago, se autoexoneró de las imputaciones que le hizo la Auditoría Superior de la Federación por el desvío de recursos de origen federal, la aplicación indebida, las trampas usadas en el proceso de reintegración de dinero a la Federación y en su retención.