Es infinita la capacidad de traición de Joaquín Caballero. Lo hace con sus amigos, y con sus mecenas, y con sus aliados. No sabe de lealtades, pacta y olvida, cumple a medias o no cumple. Y cuando puede, que es siempre, ejerce el poder para sojuzgar, aplastar y congelar a los miembros de círculo estrecho, su círculo rojo.
Su nueva víctima es Juan Manuel Rodríguez Caamaño. Lo ninguneó, lo maltrató, lo insultó, lo despedazó en una reunión clave, vital en las horas electorales por venir, sombrías las jornadas que vive el PRI en el distrito de Coatzacoalcos, disperso el rebaño, a flote los odios y el ajuste de cuentas, como sicarios políticos en medio de una vendetta.