Hostigado, golpeado, espiado, Rubén Espinosa se fue de Veracruz lanzando pestes, salvando su vida, lejos de los sicarios autorizados, lejos de Javier Duarte. Burló a la mano criminal sin imaginar que esa mano criminal lo alcanzaría en su refugio, en el DF. Hoy está muerto.
Brutal, su muerte estremece. Hiere a un gremio, el de prensa, en el que Rubén Espinosa hacía fotoperiodismo, vinculado estrechamente a los movimientos sociales, a la protesta, a la denuncia contra el duartismo, al activismo social, a diario su descripción en imágenes del Veracruz harto de corrupción y atropello, de injusticia e impunidad.
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Javier Duarte: ejecuciones en cascada
A la deriva, Veracruz se proyecta en la una espiral de violencia, los muertos a diario, la tortura, las ejecuciones, los cuerpos desmembrados y los que aparecen embolsados. Es el Veracruz de Javier Duarte, el del fracaso en seguridad.
Cada día, teléfono en mano, Javier Duarte escucha el mismo reporte. Le cuentan las cifras, los números, a detalle la violencia, la ola roja, de rojo sangre, que avasalla su gobierno, su estrategia de seguridad, el sueño de la Prosperidad.
Javier Duarte: otro apretón
¿Qué sabía Pepe Yunes? Habló y denunció. Diagnosticó el desastre financiero, la bancarrota de Veracruz, el colapso, el endeudamiento sin mesura, el desvío de recursos, la complicidad y la necesidad de que “se castigue realmente al primer funcionario por corrupción”. Y días después, Javier Duarte reventó.
Algo sabía el senador pues su lectura era el preámbulo del escándalo que no suelta al gobernador, a la vista el uso de los dineros públicos federales en tareas, obras y acciones para los que no fueron etiquetados, y la simulación perversa, reintegrando los millones y volviéndolos a tomar, al margen de la ley.
Javier Duarte, la PGR y el periodista muerto
Lo peor no es que Javier Duarte diga que hay periodistas que halconean, vinculados al hampa y que, acto seguido, aparezca muerto el reportero Juan Mendoza Delgado. Lo peor es que diputados, senadores, prensa nacional, el PEN Club y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo quieran fuera de la investigación judicial.
Nadie confía en él. Su voz es como el graznido del cuervo que presagia muerte. Y cuando la muerte llega, no es el gobernador de Veracruz quien garantiza que la justicia cumpla su misión.
Javier Duarte: maquillar asesinatos de periodistas
Nunca en Veracruz un gobierno había sido tan infame con la prensa. Matan a los periodistas y para todos tiene Javier Duarte un maquillaje ad hoc, un argumento, una excusa, una coartada, una insana explicación, el desdén y el desprecio, inquina y mala fe. Van 13 periodistas asesinados, Juan Mendoza Delgado, ex reportero de El Dictamen, el último en sufrir la canallada del duartismo.
Tilda el gobernador de Veracruz de hampones a los periodistas, de tener vínculos con el crimen organizado, de confabularse para la ejecución de otros periodistas, de echar el trago y tener relaciones con quienes después los estrangulan, de andar en malos pasos, de no portarse bien, de ser levantados por pleitos de vecinos y de aparecer cercenados después.
Javier Duarte y el silencio de la PGR
Dueño del micrófono, de las líneas que se escriben, de las imágenes televisivas, de las voces en la radio, Javier Duarte exorcizó su gobierno. Lo exculpó. Dijo que sus finanzas son sanas, que no extravió 5 mil millones, que no robó, que no hay corrupción. Lo dijo él, pero no lo secundó la PGR.
Van cuatro días. Javier Duarte sacudió a la opinión pública, el lunes 22, y en una suerte de mago, se autoexoneró de las imputaciones que le hizo la Auditoría Superior de la Federación por el desvío de recursos de origen federal, la aplicación indebida, las trampas usadas en el proceso de reintegración de dinero a la Federación y en su retención.
Y resulta que las pilladas de Javier Duarte no existen
Sólo Jesús, los santos y Javier Duarte hacen milagros. Los mejores son los del gobernador. Donde no hay obra, la inventa; donde hay corrupción, abunda la gracia; donde había boquetes financieros, hay cuentas claras. Son los milagros de San Javier.
Brinca al ruedo el gobernador de Veracruz y dice que no, que siempre no hay órdenes de aprehensión, que todo fue una treta política, que su gobierno está más allá del bien y del mal, que las inconsistencias las acreditó con obra y números negros.
Pepe Yunes: signos de ruptura en el PRI
Arrumbado en un rincón, tuvo que esperar a 2012 para ser senador, frustrado su sueño de gobernar Veracruz, en un impasse amargo, viendo a la distancia, como testigo callado, sometido, cómo Javier Duarte iba por lo que ya se esperaba de él: arrasar con el erario, incrementar la deuda pública; ser avasallado por el crimen organizado, las narcofosas, el secuestro; el rezago social, cómo su pandilla se enriquecía a la vista de todos, sin pudor, con descaro, mientras los pobres aumentaban su pobreza, olvidados y ninguneados, sirviendo sólo cuando el PRI exige de ellos su voto.
Yunes Landa: hablar, olvidar y mentir
Hablador nato, Héctor Yunes Landa tiene el don de la mentira, la manipulación, el albazo verbal para confundir, para instigar, para presionar, para crear escenarios políticos que le allanen el camino al poder. Así es el ungido.
Decía, por ejemplo, que la gubernatura de dos años facilitaría la llegada del Partido Acción Nacional al gobierno de Veracruz, que sería una regresión y que no habría empresarios que quisieran invertir pues la recuperación económica se logra en cuatro años.
UV: la agresión y la insurrección estudiantil
Gritan y marchan. Acusan los universitarios al Estado represor. “Fue el Estado”, denuncian en su proclama, agraviados todos por el ataque criminal contra ocho estudiantes, apaleados con saña, atacados con machetes, olvidados por la policía omisa, indolente, cómplice, que no actuó, y por una rectora que se oculta, que no los lidera y que cuando rompe el silencio, maniobra, engaña y se eriza.
“Si tocan a unx, nos tocan a todxs”, dice una de sus mantas, profusamente difundida en medios de comunicación y en redes sociales, una estampa de la protesta.