Odiar es lo de menos. Lo malo es expresarlo. Discriminar es inaceptable. Y más si quien lo trasluce es Patricia Peña Recio, una diputada federal, de un distrito, Coatzacoalcos, donde uno de los problemas sociales es la migración ilegal centroamericana. Ella odia y discrimina. Y eso es inadmisible.
Vive la diputada una pesadilla de antología, acribillada a cada instante, denostada, insultada, increpada en foros públicos, medios de comunicación y redes sociales porque ella, menos que nadie, tiene derecho a criminalizar al migrante.