Insensata, Angélica Rivera decidió ir de shopping. Y lo hizo sin calcular. Llegó a Beverly Center. Iba con sus hijas. Le seguían los pasos, observada con morbo, pues no a diario la esposa del Presidente de México se exhibe en el arte de los trapos y el perfume. Y menos en un megamall, cuando la mitad de los mexicanos integran una población de pobres.
Es difícil saber qué pasa por la mente de una Gaviota. La de Peña Nieto piensa sin pensar. O piensa al revés. Pero ese día, el domingo 5, el gusto por comprar transitó del terreno del capricho a la especulación, la crítica y el escándalo.
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