Ciudad de México.- La economía de México volverá a petrolizarse, como en la época de José López Portillo, quien efusivo como era, un día amaneció de vena y le dijo a los mexicanos, refiriéndose al petróleo que subyace bajo tierras y mares mexicanos, que había llegado el momento de “aprender a administrar la abundancia” que provendría de la riqueza petrolera. Incansable repetía: “Ya no mas pobrezas; ya no mas mexicanos del tercer mundo”. Y, lejos de que el país saliera del atolladero, con los años la economía de la nación se fue yendo a pique, la explotación hacendaria de la ‘gallina de los huevos de oro’ y las malas administraciones de Petróleos Mexicanos fueron llevando a la ‘primera industria del país’ a donde está ahora, al borde de la quiebra, según la propia versión oficial.
Igual que JoLoPo, Peña Nieto le ha bajado el cielo y las estrellas a los mexicanos tratando de convencerlos de que, abrirle las puertas a los emporios petroleros extranjeros, va a llevar a México al primer mundo sacándolo de la penosa situación en que se encuentra la economía. ¿Quién va a garantizarle a los mexicanos que, de veras, el hecho de que vuelvan a venir a explotar nuestros hidrocarburos los dinos petroleros, las cosas van a mejorar? Los emporios extranjeros interesados, que ya tienen derecho de vía y carta blanca para participar en la exploración, extracción y comercialización de nuestros recursos petroleros, no van a andarse por las ramas para sacarle el mejor partido a lo que aprobó el Congreso mexicano.
El choro de que el petróleo es nuestro y que con las modificaciones a los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución seguirá siéndolo, es un argumento parecido al que le vendía a los mexicanos López Portillo, de que ‘había que prepararse para administrar la abundancia’ que vendría con la riqueza petrolera. Muchos recuerdan todavía cuando declaró que México era un país de contrastes que había estado acostumbrado a administrar carencias y crisis, pero que con el petróleo que existían en nuestro subsuelo –repetía en cuanto foro se paraba–, “tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia”. Por su parte Enrique Peña Nieto no ceja en decir, dentro y fuera del país, que la apertura constitucional en materia petrolera va a cambiar el rumbo de México, sin que el petróleo deje de ser de los mexicanos ¿De veras?
Una cosa son las grandes promesas, y otra muy distinta es la realidad. Porque es un hecho que los monstruos petroleros van por el negocio que representa el petróleo en el mundo, aunque se diga que ‘pronto’ habrá otros recursos alternativos que vendrían a sustituir a los hidrocarburos como fuente primaria de energía. Eso va para largo. La otra es que en caso de controversias, empresas como las estadunidenses Exxon Mobil o Chevron, la anglo-holandesa Shell, a británica BP, la francesa Total la brasileña Petrobras, la rusa Lukoil o la noruega Statoil, litigarían sus broncas jurídicas con México en tribunales internacionales y la desventaja para nuestro país sería la ventaja para esos emporios que pronto llegarán a nuestro país.
A partir de febrero, cuando reabra sus trabajos el Legislativo, comenzarán la etapa de discusiones de las leyes reglamentarias de la reforma petrolera. Se supone que ahí es donde podrían quedar acotadas hasta dónde sí y hasta dónde no, las empresas extranjeras tendrán injerencia en las tareas de exploración, extracción o comercialización de nuestros hidrocarburos. Ahí se verá si de veras el petróleo seguirá siendo ‘nuestro’ o eso quedará como frase del pasado, como sucedió con la expropiación petrolera que decretó el presidente Lázaro Cárdenas aquel 18 de marzo de 1938, fecha que quedará en el anecdotario histórico de nuestro país. Sin embargo, lo más probable es que ahí es donde entrarán en acción fuerte y directa los cabilderos que estarán al servicio de cada empresa extranjera en el Congreso de la Unión, listos, como Santa Claus en estas fechas, con la talegas repletas de dólares en efectivo y muchos regalotes para ‘convencer’ a los legisladores a que aprueben a favor de los monstruos petroleros lo que más convenga a estos. Ese método es infalible. Resulta como la criptonita para aflojar a Supermán.
Mientras tanto, el cuento de que los mexicanos tendrán que aprender a administrar la abundancia que dejará la explotación de hidrocarburos por parte de los grandes dinosaurios del petróleo, no tardará en sonar por todas partes, día y noche, en la radio, la televisión y el cine, a través de los slogans de la propaganda oficial que tratarán de convencer a los mexicanos de que, dejar que vengan esas empresas, como en la época de don Porfirio, a participar en nuestra industria petrolera, será lo mejor que le pueda suceder a nuestro país. Lo que para el mandatario priísta ha sido un éxito que el Congreso hayan abierto tres candados de la Constitución para dar paso nuevamente a las empresas que durante décadas estuvieron en México, para otros es un retroceso.
Por décadas las grandes empresas extranjeras no solo explotaron nuestro petróleo, sino vinieron a imponer sus condiciones. Por eso don Lázaro los mandó a calacas. Ahora, en aras de la modernidad y con el cuento de que el petróleo vendrá a salvar al país, nace una etapa. Priístas ambos al fin, habrá que ver si históricamente Enrique Peña Nieto no acaba como José López Portillo con aquella cantaleta de que los mexicanos tendrían que aprender a administrar la abundancia de la riqueza petrolera, que nunca llegó. Pocos creen que en esta ocasión las cosas vayan a ser distintas. Habrá que ver. Los hijos y nietos de millones de mexicanos –los escépticos que no se van con la finta de los discursos y los ilusos que aun creen en las promesas oficiales– lo habrán de corroborar al paso de los años.
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