Túnel sumergido: negligencia criminal


 


* El cabildo dejó solo a Theurel la noche del Grito  * Nepotismo en el Ayuntamiento de Coatza  * Dos familiares del director jurídico en nómina  * César Chang: contratos para foráneos  * Consorcio Constructor Inmobiliaro Pegaso, la clave

 

Muchos —Javier Duarte de Ochoa en la cúspide, la constructora y el gobierno federal— han de llevar para siempre el peso moral de una tragedia, la del túnel sumergido de Coatzacoalcos, cuya construcción acumula ya saldo rojo y un presagio por demás sombrío.

Dos muertos en la conciencia no es cualquier cosa. Cala y seguro deprime en lo más profundo a quienes, directa o indirectamente, por la premura irresponsable de sumergir uno de los elementos de concreto en el lecho del río, en condiciones adversas, cuando la lógica, la sensatez y la opinión de los técnicos expertos aconsejaban aguardar, le costó la vida a Miguel Carrasco Ulín y Apolinar Galván Tejeda, capitán y jefe de máquinas del remolcador Coatzacoalcos I.

Javier Duarte, el gobernador de Veracruz, urgía la continuación de los trabajos del túnel sumergido, cuya ejecución ha estado marcada por denuncias por corrupción, técnica mal aplica, errores de construcción, un proyecto ejecutivo plagiado y no acorde con las características del estuario en que se realiza, uso de materiales de mala calidad y daños colaterales a viviendas aledañas, así como la destrucción de piezas arqueológicas de origen olmeca.

Hasta donde revelan las fuentes internas del gobierno estatal, Javier Duarte había impuesto plazos fatales, montado en su obsesiva intención de que el avance de la obra del túnel fuera una palanca electoral entre los votantes de Coatzacoalcos y Villa Allende, poblaciones que serían conectadas por el túnel bajo el río, y presentada como la maravilla tecnológica de América Latina.

Quiso, pues, obtener una rentabilidad política, amagado por su deterioro público y el descrédito de su gobierno, pero deseoso de ganar apoyo popular y votos para el PRI, a fin de enfrentar la renovación del Congreso de Veracruz y la elección de 212 alcaldes, cuya gestión será de cuatro años, o sea mayor presupuesto.

Sumergir el bloque de concreto —el llamado segundo elemento, un cajón que unido a otros cinco tramos semejantes conformarían los carriles para el tránsito de vehículos— era algo inaplazable para la administración Duarte, y se propuso hacerlo así tuviera signos que advertían un final fatal.

Se programó en marzo el inicio de la inmersión de los elementos de concreto; no se logró. En julio se fijó nueva fecha; sería el 8 de agosto; tampoco. Luego que el 28 de agosto, y nada. Ese día, tras la cancelación, se anunció que 12 de septiembre se procedería a hundir el bloque y que, incluso, el gobernador estaría en Coatzacoalcos coronando su triunfo; no fue así.

Una serie de hechos fueron dibujando la tragedia que finalmente ocurrió. Al mediodía del miércoles 13, el alcalde de Coatzacoalcos, Marco César Theurel Cotero; el secretario de Comunicaciones de Veracruz, Raúl Zarrabal Ferat; el capitán de Puerto, Miguel Angel Rebolledo Guiot, y la empresa Concesionaria Túnel Sumergido de Coatzacoalcos (COTUCO), determinaron aplazar nuevamente la inmersión del segundo elemento del túnel.

Sin condiciones para sumergirlo, con las corrientes del río en su límite, era mejor esperar. Así transcurrió el día. Sin embargo, horas después vino la contraorden. Al filo de las 9 de la noche se inició la inmersión porque las condiciones eran “inmejorables”, según el director de Obras Portuarias de Coatzacoalcos, Cornelius Veersteg Zebadúa, una de empresas involucradas en la construcción. Hacia las 11, el elemento era conducido por tres remolcadores, el Coatzacoalcos, el Papaloapan y el Oaxaca.

A eso de la una de la mañana se produjo el accidente. Eran las 00:50 horas cuando el remolcador Coatzacoalcos chocó con el elemento de concreto. Le produjo un boquete y comenzó a hacer agua. El capitán Carrasco Ulín dio aviso vía radio y el capitán de Puerto, Rebolledo Guiot, ordenó que se le auxiliara. Le enviaron una embarcación y procedieron a cortar el cable de acero que lo unía al segundo elemento.

No pudo achicarse el agua que entraba al remolcador. En cuestión de diez minutos se hundió. Pudieron salvarse tres tripulantes, pero el capitán Carrasco Ulín y su jefe de máquinas, Apolinar Galván Tejeda, murieron ahogados. Sólo el cuerpo del capitán logró ser rescatado.

Marcada su suerte, la construcción del túnel quedó en suspenso hasta nuevo aviso. El segundo elemento regresó a su posición original y no se le pudo sumergir en el río Coatzacoalcos.

Reconstruir la historia permite advertir que alguien puso la cuota de negligencia que a la postre acabó con dos vidas. Tanto el alcalde Theurel como el capitán de Puerto, Miguel Angel Rebolledo Guiot, había declarado a la prensa, al mediodía del miércoles 13, que no se realizaría la inmersión del elemento de concreto porque las corrientes del río no lo permitían. El capitán de puerto incluso señaló que lo más aconsejable sería posponer las maniobras hasta el año 2013.

Un frase, cuando explicó las posibles causas del accidente, lo dice todo: “Iba todo muy bien, pero la corriente y jalones hizo que un remolcador se hundiera”.

Lo que nadie atina a entender es cómo permitió que se realizaran los trabajos de inmersión, cuando doce horas antes había señalado que las corrientes no garantizaban que el elemento de concreto fuera colocado en el canal dragado en el lecho del río.

Extraoficialmente se sabe que la orden provino del gobierno de Veracruz, directa a la empresa constructora. La razón, revelada públicamente días antes por el secretario de Comunicaciones, era que la empresa holandesa Marine Joing Venture, encargada de la colocación de los elementos de concreto, no disponía de tiempo para realizar la maniobra, dados sus compromisos en otros países. Era ahora o hasta el 2013. Incluso trascendió que el equipo usado es único y que la empresa tenía ya suscrito un contrato por dos años en Japón.

Apremiar una maniobra de alto riesgo y de precisión milimétrica, en condiciones adversas, provocó un accidente fatal y la pérdida de dos vidas.

Sea Javier Duarte, la empresa COTUCO o el gobierno federal, el responsable, la negligencia ahí está.

Con eso, con dos muertes en su conciencia, van a caminar siempre.

 

Archivo muerto

 

Tirado al olvido, Marco César Theurel Cotero sintió, como nunca, la noche del Grito de Independencia, el abierto repudio de su cabildo. Diez de los 15 ediles, hartos de sus locuras, de su maltrato —“Te rompo tu puta madre”—, de la megaendeudada que le está dando al municipio, del saqueo, faltaron a la cita. Cinco minutos antes de salir al balcón del palacio municipal de Coatzacoalcos, llegó el síndico Roberto Chagra Nacif, cuando ya Theurel echaba espuma por la boca, y lo hizo sólo para realizar la entrega de la bandera. Edgar Brito, del Partido Acción Nacional, y los priístas David Cornelio y Salvador Hernández Castro, lo acompañaron unos minutos y luego, los cuatro, volaron. Ahí se quedó el alcalde Theurel rumiando su desdicha, en la ceremonia del Grito más desangelada de la historia, pues en el parque tampoco hubo pueblo que lo aclamara. Va reeditando Theurel la historia de su suegra, Guadalupe Porras David, que siendo alcaldesa de Minatitlán terminó dividiendo al cabildo, luego unificando a todos en su contra y finalmente exhibida ante el Congreso de Veracruz y denunciada penalmente por el síndico y los regidores ante la Fiscalía Especializada para Delitos Cometidos por Servidores Públicos. Hubo otro episodio: el ninguneo de Theurel al representante del gobernador, Marcelo Montiel Montiel, que es tanto como haber ninguneado a Javier Duarte. Mañana les cuento… Eminencia gris, ejecutor y verdugo de los trabajadores, Benito Argüelles Calzada es toda una contradicción: mientras echa la calle al personal del Ayuntamiento de Coatzacoalcos, dos de sus familiares fueron incrustadas en la nómina municipal. Una de ellas es su hermana y la otra, su sobrina. Eso es nepotismo y es inmoral. Con su venia, sus amigos entraron a la Dirección Jurídica Municipal, que don Benito encabeza, y ahora son funcionarios de buen nivel y mejor salario. Uno de ellos, José de Jesús Carrizales, es hoy director de Comercio, por cierto ya denunciado por ordenar que la policía apaleara al grupo de vendedores de dulces que no se sometieron a los caprichos y disparates del alcalde Marcos Theurel. Si supiera el edil quiénes y con cuántos marcelistas dialogan los protegidos de Benito Argüelles, y él también… Como todo queda en familia, César Chang Ricárdez, sobrino del alcalde de Nanchital, Alfredo Yuen Jiménez, convirtió la Dirección de Obras Públicas Municipales en una mina de oro. Desde ahí dispara contratos, asigna obras y, magnánimo, ayuda a quien él quiere. Eso sería lo de menos, de no mediar que los beneficiarios de diversos trabajos son empresas foráneas, no nanchitenses, lo que equivale a que los recursos invertidos se vayan a otros municipios. “Mister diezmo”, a cuyo apelativo responde, tiene ligas en Ixhuatlán del Sureste, Moloacán y Las Choapas. A los constructores nanchitenses, César Chang sólo se les arroja migajas, y a veces ni eso. Otras, como Consorcio Constructor Inmobiliario Pegaso, donde él y el notario Miguel Yuen Ricárdez, su primo e hijo del alcalde de Nanchital, tienen vara alta, le sirven para reciclar gastos de hospedaje y tratamiento en Oceánica. Luego les digo…

 

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