Xóchitl Molina o las ganas de Nahle de cogobernar con el PRI

* Va a la Secretaría de Cultura  * Cuitláhuac la corrió por denuncias de corrupción  * Matraquera de Roberto Madrazo  * Efecto Marcelo huele a Santos Óleos  * El mundo al revés de la jueza Alicia Caram  * Otorga custodia a padre vinculado a proceso  * Parece telenovela con apellidos Durán, Cobos, Hayek

Al casting de Rocío Nahle acude de todo: priistas apestados, farsantes y otra de huipil, Xóchitl Molina, la que habló de los 800 indígenas encarcelados en Veracruz y luego fue echada del gobierno de Cuitláhuac García.

Atiborrada de rollo, la zacatecana sigue en el frenesí de su fantasía de poder. Barbaraza aún no inicia el proceso de destrucción de Veracruz, pero ya convoca al priismo más tricolor que pudo encontrar, ese que, según el esotérico mesías de Macuspana, es el origen de todos los males de Veracruz y todo el país.

Primero fue Ricardo Ahued, Don Gris, el callado y sumiso alcalde priista-diputado federal-diputado local-senador moreno-aduanero-senador de nuevo-alcalde de Xalapa una vez más, que nunca ha hecho suya la defensa de los reprimidos pero hoy es ya secretario de Gobierno designado, conciliador quién sabe de qué.

El reclutamiento continuó con otra priista de estampa nacional, María Xóchitl Molina González, la nueva samaritana de Morena que habrá de hacerse cargo de la Secretaría de Cultura en el gabinete de Doña Espuria.

Cuando Rocío Nahle difundió la fotografía del destape, Xóchitl Molina mostró una sonrisa talla celestial. Y Nahle se veía retedivertida. Su materia no es la cultura pero el hueso sí. Y la que hizo su vida política en la defensa y el impulso a los indígenas, dentro y fuera del PRI, sabe que la Revolución ya tocó a su puerta.

Barbaraza no tiene idea del autogol que se metió. Si algo tiene Xóchitl es pasado, y si algo tienen los priistas y, sobre todo, los indígenas, es memoria.

Conspicuos periodistas como Marco Antonio Aguirre Rodríguez, activaron la zona X, la de los recuerdos, y han traído a escena una perla negra en el historial nada santo de Xóchitl, la oriunda de Tatahuicapan: el día en que acusaron de corrupción y fue cesada del gobierno de Veracruz.

Contratada por Cuitláhuac García, el desgobernador, Xóchitl Molina se hizo cargo del Instituto de Asuntos Indígenas del gobierno de Veracruz. Pudo haber sido toda una revelación si no hubieran mediado dos detalles: una declaración sobre indígenas en prisión y la acusación en su contra por usar los recursos del Instituto de Asuntos Indígenas y aplicarlos pero en tierras de su propiedad.

No bien terminaba de apoltronarse en su oficina, en 2019, cuando Xóchitl Molina sacudió a todos. En cárceles veracruzanas, dijo, hay más de 800 indígenas sin condena.

Obvio, se sacudió Cuitláhuac, se sacudió el malandro llamado Eric Cisneros, secretario de Gobierno, y hasta Namiko Matsumoto, titular de Derechos Humanos en Veracruz, que sabe todo y calla todo porque su esencia es duartista, sinónimo de complicidad.

Sabrá qué hizo en favor de los indígenas reclusos en esos días, pero Xóchitl debió saber que una declaración así correspondía pronunciarla al gobernador, no a ella. Se fue de la lengua y al final lo pagó.

Tres años después, la magia se apagó. Y su carrera entró en un impasse. Un reclamo por la inacción de Xóchitl Molina la lanzó fuera del gabinete. Indígenas la acusaron de aplicar los recursos de la dependencia, que en realidad no eran tantos pero erario al fin, en sus tierras de Tatahuicapan, municipio enclavado en la sierra de Soteapan.

A Cuitláhuac eso le bastó y la cesó del cargo. Luego dijo que fue un relevo programado, que tendría que llegar alguien que se desempeñaba en el norte de Veracruz. Todo bajo control.

Nadie le creyó. El cese marcó la trayectoria de Xóchitl Molina, a quien de por sí ya nadie soportaba por abusiva y aspirante a cacique en su tierra natal.

Rocío Nahle, que es algo despistada y aparte necia, la enfila a la Secretaría de Cultura. Ha de saber algo que el obradorismo es pecado: Xóchitl Molina tuvo un papel relevante en el PRI nacional y fue matraquera de Roberto Madrazo Pintado, uno de los enemigos jurados de Andrés Manuel López Obrador.

Ya traían historia. En 1994 se dieron con todo por el gobierno de Tabasco. Madrazo usó el aparato de poder; Andrés Manuel a sus fans que marchaban  y gritaban consignas o tomaban Plaza de Armas, en Villahermosa. Pero Madrazo, al final, derrotó al Peje. 

En 2006, Madrazo y el mesías del pantano se enfrentaron por segunda ocasión, esta vez por la Presidencia de México. Y el Peje lo dejó en tercer lugar aunque el panista Felipe Calderón Hinojosa se llevó la victoria.

Xóchitl Molina era bien priista y lo siguió siendo por un tiempo más. Escaló y llegó a la cúspide. Era una super figura. Y veracruzana. Y de Tatahuicapan, en el sur.

Influía tanto que imponía al presidente del PRI local y donde le abrían espacios de poder. Un día, sin embargo, la hicieron poner los pies en la tierra. La batearon. La desterraron. Y en 2018 ya vestía de guinda. ¡Qué convicción!

Cuitláhuac, que es único comprando inservibles políticos, la contrató. Y a medio camino la tuvo que desechar.

Rocío Nahle, que recluta escoria política –Carranza, Pintos, Amado, Ramos Alor, Cheva Cortés, Esmeralda, Gómez Cazarín, Cisneros, Arbesú–, le da un lugar en su reino. Será secretaria de Cultura en el gobierno de Veracruz con todo y su pasado madracista.

Nahle no lo dice pero en el fondo hace click con los priistas. Su casting democrático incorpora al viejo PRI, en agravio de los tontos morenistas que aún piensan que ya conquistaron el poder. Es una relación sadomasoquista.

Primero Ahued; ahora Xóchitl.

El PRI, protagonista de la Cuarta Transformación.

Y Rocío Nahle cogobernando con el dinosaurio tricolor.

Barbaraza es única.

 

POSDATA

 

Huele a Santos Óleos el Efecto Marcelo. Huele a muerto, a PRI en el cementerio de la historia. Apenas se pronunció el ex alcalde de Coatzacoalcos por Pepe Yunes, días antes de la elección del 2 de junio, el PRI se fue a pique. Y arrastró al PAN, PRD y sociedad civil, la llamada marea rosa. Nunca antes perdió tan estrepitosamente. Nunca antes el nombre de Marcelo Montiel había sido tan vapuleado. Ni en 2017 ni en 2021 al PRI le había ido tan mal, desplomándose al cuarto lugar. El marcelismo de entonces fue factor determinante en la consolidación de Morena. Los marcelistas operaron en campañas, promovieron a candidatos de Morena mediocres, ladrones de cuello guinda, ineptos e ignorantes, y los llevaron al poder. Los alfiles de Marcelo Montiel traicionaron al PRI y apuntalaron a Morena. Y Morena llegó al poder pero ha sido un fiasco en el ejercicio de gobierno. Coatzacoalcos, Xalapa, Poza Rica, Minatitlán, son la evidencia más cruda del atraso y el olvido, la ineptitud para gobernar. Rebasado, humillado, Marcelo Montiel regresa a Puente Nacional, su cuna, con una derrota brutal. Ya no mueve el voto. Ya no arrastra multitudes. Ya no es factor de triunfo. Huele a Santos Óleos, a muerte política, a panteón… María Alicia Caram Castro es una jueza sui generis. Concede la custodia de hijos a padres que están vinculados a proceso. Sea la razón que sea, exista conflicto entre los padres, haya errores o diferendos, la jueza se acaba de aventar una decisión que hará historia en Coatzacoalcos. No vio por el interés del menor y otorgó el depósito judicial a un padre denunciado por violencia de género cuyo juicio se halla en curso. El caso se ventila en el Juzgado 10 de lo Familiar. Es asunto de leyes pero también de psiquiatras. Al conflicto por la custodia del menor se suma una denuncia previa de carácter penal, un episodio narrado por la madre en la que advierte que durante su estancia en la Ciudad de México, su ex pareja –notario, para mayores señas–, en un arranque de ira, quizá bipolaridad, estuvo a punto arrojarla al vacío desde un balcón. Hay dos testigos del hecho y ya declararon. Al agresor lo aguarda ese juicio por tentativa de homicidio en la capital del país. En Coatzacoalcos, el padre del menor hoy está vinculado a proceso por violencia de género. Aún así, la jueza María Alicia Caram Castro le otorgó el depósito judicial del menor. Ese caso ni siquiera lo debió tomar la jueza de marras porque no era de su competencia. El conflicto legal se inició en otro juzgado, donde debieron continuar las diligencias. Y hay otro caso más. Uno en que el padre negaba que el hijo fuera suyo y cuando realizó la prueba de ADN y salió positiva la usó para retener al menor para ahorrarse la pensión alimenticia. Y doña María Alicia lo avaló. ¿Para eso interpuso amparos la susodicha jueza cuando el Consejo de la Judicatura del Poder Judicial de Veracruz determinó la extinción de 29 juzgados? ¿Para impartir injusticia? Pareciera capítulo de telenovela donde campean los apellidos Durán –el del agresor–, Cobos –la agredida–, Hayek y otros testigos silenciosos en un caso donde la auténtica víctima es un menor al que le están destrozando la existencia… 

 

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Fotos: MVS, Diario del Istmo