* La zacatecana en su laberinto de corrupción * Morena abandonó a la mujer, dice Pepe * Y Nahle tiene “otros datos” * Tilda de adúltero a Pepe Yunes * ¿Y el adúltero de palacio nacional? * Amorío de un tal Pepe Peña en Agua Dulce
Vacía, sin balas, la Magnum, la mente de Rocío Nahle sólo dispara chisguetes de saliva, chisme de lavadero, cifras irreales, la defensa del gobierno de terror de Cuitláhuac García. Y un epíteto: “adúltero”.
Lavandera política, vertió las babas del odio, la inquina y la ignorancia en el segundo debate, el que definió por qué le queda grande Veracruz.
Descolocada, acudió sin armas para repeler, atenuar, minimizar, pulverizar las imputaciones de Pepe Yunes Zorrilla, el rival acérrimo, el prianista que la trae en la mira, el que la volvió a bailar restregándole las 38 denuncias penales por enriquecimiento ilícito, las mansiones, los terrenos, los departamentos que son ya escándalo nacional.
“Está obsesionado conmigo”, dijo la zacatecana en descargo.
Y Pepe Yunes –José Francisco Yunes Zorrilla– la volvía a picotear.
“Ha amasado una fortuna desde hace siete años, precisamente cuando inició su carrera política. Hoy tiene cientos de millones de pesos que no puede justificar con su declaración patrimonial. Y eso se llama corrupción”.
Que si las mansiones, que si la fortuna, que si los 20 mil millones de dólares que tuvo en sus manos para construir la refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco, que es un fiasco, que no refina nada. Fue un negocio. No funciona. Casi dos años de inaugurada y aún no produce un solo barril. Y a Nahle le dio por comprar mansiones y “rentarle” a su sobrina política –ajá– la de El Dorado, en una isla en Boca del Río, en la zona in, en la zona fifí, con valor de 40 millones de pesos.
En suma, Rocío Nahle engañó al presidente.
La estocada se hundió en el lomo. Tres cuartos de estocada, dirían los adeptos de la tauromaquia, donde el toro se retuerce, se crispa, se enfurece, embiste, vuelve a embestir hasta ver diezmada su fuerza y al final morir.
Pepe Yunes la toreó. Le hizo una verónica, luego una chicuelina, le clavó las banderillas y la paseó por el redondel. “La candidata de Zacatecas”, le dijo cuantas veces se le antojó. Una y otra vez invocó el tema de las propiedades y la categorizó: eso es corrupción.
Tan previsible y Rocío Nahle no llevó un arsenal para ese debate, el segundo. Tan lógico que sonaba lo que le volvería a imputar y la candidata de Morena no se preparó. O no tiene con qué refutar que las mansiones son suyas, los terrenos son suyos, la fortuna de “doña austeridad” es suya.
Nahle fue al debate a arrastrar la vergüenza, sin batería, sin idea, sin ingenio, sin datos reales, contando historias etéreas, con cifras falsas, intentando vender a ese demonio llamado Morena como si fuera un ángel de luz.
Y mientras era azotada, exhibida, destrozada, tasajeada, daba manotazos que hacían reír.
Que si Pepe Yunes está rodeado de duartistas. Y horas antes Javier Duarte, el ex gobernador ladrón, lanzó un tuit impulsando el voto a favor de la “Tía Chío”.
Que si los Yunes son un clan ambicioso y corrupto, como si en Veracruz no se supiera que Pepe, el de Perote, no es familia de los Yunes de Soledad de Doblado –Miguel Ángel Yunes Linares y su primo Héctor Yunes Landa– o los vástagos del ex gobernador, Miguel, alias Chiquiyunes, y Fernando.
Uno que si es pariente de los Yunes azules, Eduardo Vega Yunes, líder del partido Fuerza por México en Veracruz, es aliado de Rocío Nahle, con el que habla, dialoga, acuerda, opera y con él se deja fotografiar.
“Pepito, el de los cuentos”, soltó la zacatecana como si fuera una genialidad, en un remedo de aquel “Ricky, Rickín, Canallín” de López Obrador en el debate presidencial de 2018. Y Pepe Yunes sonrió.
Lanzó zarandajas de antología. Que se ha avanzado en la justicia y el cuidado a la mujer en el desgobierno del misógino Cuitláhuac García, su peón. Qué burrada.
Pepito, el de los cuentos, le contó uno mayor. “En Veracruz las mujeres están abandonadas. Morena les cerró las puertas. Morena dejó solas y a su suerte, en medio de la violencia intrafamiliar, en las calles, en su trabajo. Esa es la realidad. Eso es lo que más le duele a este estado”.
Y lo acreditó con datos:
Veracruz, primer lugar nacional por muerte materna; primer lugar en violencia intrafamiliar; segundo lugar nacional en feminicidio; tercer lugar en embarazo infantil. Siete de cada 10 personas en pobreza extrema son mujeres.
“Aquí no pueden tolerar el discurso hueco y vacío de solidaridad de Morena con las mujeres cuando nunca, jamás, habían estado tanto a la merced de la violencia, de la delincuencia, tan aisladas”.
Y anunció que en su gobierno, en diciembre, el Instituto Veracruzano de las Mujeres se convertirá en secretaría de gabinete, con más presupuesto y con una agenda de género real. Y “vamos a incluir un sistema estatal de cuidados para que las mujeres tengan la posibilidad de trabajar, de incluirse en el mercado laboral, mientras sus hijos estén atendidos”.
Nahle se lució con otras pifias más. Decía que aunque la Fiscalía es autónoma, en su gobierno se tendría que coordinar con el Ejecutivo y el Poder Judicial. Nahle, como el mesías de Macuspana, no tiene idea de lo que es la autonomía.
Y así las zarandajas de la oriunda de Río Grande, el municipio frijolero de Zacatecas que la vio nacer.
Vapuleada, sin atinar a resolver el entuerto de sus mansiones, sus terrenos, sus cuentas, su vida de opulencia, las hijas en el Tec de Monterrey, que no cuesta tres pesos, o el departamento en Nueva York, lanzó una piedra que, en realidad, es un búmeran: el adulterio.
Quiso así barrer con Pepe Yunes. Que si es doble cara, que si no se puede confiar los dineros de los veracruzanos en quien tiene doble moral.
Obvio, los adúlteros del país rieron. Y las adúlteras también.
El misil moral de Norma Rocío Nahle García –quizá no lo imagina– fue un tiro en el pie. Impacta en palacio nacional, en la alcoba, en la cama de Andrés Manuel López Obrador, en el recuerdo de los días en que Rocío Beltrán aún vivía, aquejada por lupus, diezmada mientras la señora Beatriz Gutiérrez pregonaba una estrecha relación con el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, según los relatos de la escritora Elena Chávez, autora de El Rey del Cash y El Gran Corruptor, en varios espacios noticiosos.
Torpe, sumamente torpe, Rocío Nahle habla de adulterio cuando se cuentan historias de amor de un tal Pepe Peña en Agua Dulce. Y la dama encumbrada por el tal Pepe Peña detenta buen cargo en Sefiplan. O sea, infidelidad guinda.
Nahle fue al debate y salió trasquilada. Leyó, leyó, leyó. Olvidó que en los debates se improvisa, se argumenta, se invoca la realidad.
Faltan 18 días para la elección. Y las encuestas de Massive Caller, Gobernarte, Electoralia, la mandan al segundo lugar.
Del adúltero y la adúltera se volverá a hablar.
Fotos: Hoy Xalapa, La Opinión de Poza Rica