Tres arengas, un reto y el macho estalla. Habla Xóchitl y Andrés Manuel se calienta, se burla de su origen, se mofa de su pobreza, la tilda de corrupta, de servir al empresariado y termina violando el secreto fiscal.
Y Xóchitl Gálvez sigue creciendo.
No supera lo del derecho de réplica que Xóchitl exige, lo del amparo que un juez federal concedió, los reflectores que le dio cerrándole las puertas de palacio nacional, y las barridas y las trapeadas que Xóchitl Gálvez le acomodó, y lo único que se le ocurre es tildarla de rica, difundiendo documentos con los que viola la ley.
No la pudo desarticular cuestionando si nació en cuna pobre, si luchó contra el olvido y la marginación, si debió enfrentar a un padre macho como López Obrador, o si tuvo que vender gelatinas para ayudar a su madre o para ayudarse a estudiar.
Xóchitl lo venció simplemente sosteniendo su verdad.
Ni la pudo descarrilar sembrando duda de su raíz indígena otomí, auspiciando la rabia de las hordas fanáticas, la recua que lo secunda en su debacle moral, de los Fisgones y los Hernández a los que se les secó el seso con los 3 millones trimestrales que les paga la 4T, sicarios del garabato que sufren impotencia mental.
Frente a una historia de superación, la bajeza de López Obrador.
El decrépito apela a su nula moral, al escarnio, la burla. No ve que a cada golpe la termina de exaltar. El decrépito es torpe, sucio y perverso, y Xóchitl es un acertijo que no puede descifrar.
Cuando Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz mostró la fotografía de sus hermanos y ella cargada por el abuelo, a los moneros del garabato les dio por sustituirlos por las imágenes de Claudio X. González, Salinas de Gortari, el Jefe Diego, Fox, Alito, Marko Cortés, Zambrano, Anaya. Y Andrés Manuel hizo del chistorete el tema central de la conferencia mañanera.
Y los moneros chayoteros dibujándola con aspecto de mujer indígena que dice “Yo, gran jefa Botarga Inflada ser candidata pueblos originarios… mi madre, india de los concanacos, mi padre, raza de concamines, de tierra de Coparmex”.
Y aún así, el fenómeno político de Xóchitl Gálvez crece.
El escarnio divierte pero no hace efecto. O sí, a la inversa. Mientras más la menciona López Obrador, más la proyecta. Mientras más racista se ve El Fisgón, más adeptos tiene Xóchitl.
Esta horda de la 4T —el macuspano de abuelo español, Lorenzo Meyer, Sabina Berman, El Fisgón y Maromero Hernández— se arrogan el derecho a calificar quién es indígena o no. Así razonan las élites. Así razonan los fachos.
Y al racismo le agregaron el clasismo.
El pejalagarto la quiso demeritar hablando de que se sube en una bicicleta y anuncia el producto en venta. “Tamales, tamales”, dijo en modo payaso, sin advertir el agravio a las millones de mujeres que mantienen la economía del hogar vendiendo comida.
Nada le funciona al presidente. Xóchitl Gálvez es un fenómeno político. Tener origen indígena no la hace menos; es su fortaleza. Millones de mujeres se identifican con ella por ser mujer y millones de indígenas le darán su voto por su raíz indígena.
Su vida es una historia de superación. Ayudó en su economía familiar. Se ayudó a sufragar gastos de estudio. Se enfrentó a su padre que se resistía a que acudiera a una escuela.
Xóchitl Gálvez no es como Andrés Manuel. Ella pudo estudiar en la UNAM y se apoyo con una beca. Vivió en un cuarto de lámina en una azotea de Iztapalapa mientras avanzaba en su formación profesional. Se graduó como ingeniera en programación. Luego se especializó en robótica, inteligencia artificial, edificios inteligentes, sustentabilidad y ahorro de energía.
Xóchitl no tardó 14 años en titularse, como López Obrador.
Xóchitl no fue un parásito, como Andrés Manuel que vegetaba rascándose los güevos en los jardines de la UNAM mientras sus padres alentaban la idea de que algún día concluyera su carrera de Ciencias Políticas, que le sirvió para vivir a costa del sistema que decía combatir.
Andrés Manuel acusó a Xóchitl Gálvez de nunca haber estado en una comunidad en Chiapas. Falso. Xóchitl Gálvez le aclaró, punto por punto, en qué lugares olvidados y abandonados, y por cuántos años se dedicó a implementar programas para combatir la pobreza.
Fue comisionada de Pueblos Indígenas en el gobierno de Vicente Fox, creando 10 universidades a las que López Obrador les terminó recortando el presupuesto.
Xóchitl Gálvez trabajó en Zongolica, la zona serrana más pobre de Veracruz. Desarrolló proyectos. En ese tiempo Andrés Manuel recorría el país con su bandera de “primero los pobres”, y tan útiles les son que en su gobierno la pobreza aumentó.
A lo largo de cinco años, nada inquietó a López Obrador. Veía la pobreza política de la oposición, falta de proyecto, escasez de figuras públicas, incapacidad para enfrentar a Morena.
Pero Xóchitl Gálvez lo descolocó. Y no sabe cómo enfrentarla. Y no descifra el enigma. Y no atina a responder al acertijo.
Va de error en error. Su desdén a cumplir con su obligación de darle espacio en la conferencia mañanera a la réplica de Xóchitl, marcó el encumbramiento de la senadora hidalguense. Ha sido su mayor propagandista. Y mientras más la ataca, más la hace crecer.
La burla no funcionó. Llamarla falsa indígena no funcionó. Reírse de que vendía gelatinas no funcionó. Llamarla tamalera no funcionó. Acusarla de ser candidata de los empresarios no funcionó. El fenómeno político le descompuso la sucesión.
Se le ocurrió imputarle que es rica. Y que fue delegada en Miguel Hidalgo, la delegación donde se halla Polanco y Las Lomas. Sí pero también la Pensil, Tacubaya y Anzures. Y que tiene contratos con el gobierno. Y que en total suman mil 400 millones de pesos.
Xóchitl, que no le dejó pasar una y que lo había toreado, le lanzó un misil. “En mi gobierno —dijo— no habría rateros, ni huevones, ni pendejos”, obvia alusión a López Obrador.
Le había expresado que la dejara de atacar y que ella sería presidenta, que López Obrador le entregaría la banda presidencial y ella tendría una amplia sonrisa.
A la alusión de la venta de tamales, Xóchitl Gálvez respondió con una mofa: Ta’ mal que no haya medicamentos para los niños con cáncer; ta’ mal que no haya seguridad; ta’ mal que el Metro no funcione; ta’ mal que las corcholatas hagan campañas deficientes; ta’ mal que el presidente sea machista, mentiroso y deficiente.
Y la desesperación le ganó a López Obrador. Ventiló información sobre la actividad profesional de Xóchitl Gálvez, sus empresas, contratos con el sector público pero también con la iniciativa privada, decir que en nueve años ha tenido ingresos por mil 400 millones de pesos.
Xóchitl Gálvez lo denunciará. La información que exhibió el presidente sólo podía provenir del Servicio de Administración Tributaria de la Secretaría de Hacienda. Violó el secreto fiscal.
Xóchitl niega que sean mil 400 millones y que si López Obrador lo demuestra, ella renunciaría a su aspiración presidencial. Pero que si no lo hace, que renuncie Andrés Manuel a la Presidencia. “No le saque, no se raje”, lo reta. Y reitera que son 31 años de trabajo y sólo el 5 por ciento de sus contratos son con el gobierno.
Nunca un presidente había atacado así a una mujer, usando el aparato de poder, lanzando a la jauría a denostar en redes y en medios de comunicación, desacatando al Instituto Nacional Electoral que estableció medidas cautelares por su intromisión en temas de partidos.
Andrés Manuel tiene un enemigo con el que no imaginó encontrarse. Es mujer y el presidente no ha sabido enfrentar a las mujeres. Tiene raíces indígenas, un pasado de pobreza y una historia de superación. Ni López Obrador, ni Sheinbaum, ni Marcelo Ebrard, ni Adán Augusto, ni Monreal, ni Noroña, ni Manuel Velasco la pueden superar.
Moralmente vapuleado, Andrés Manuel está en el desfase. Ataca a una mujer con las peores bajezas, ejerciendo violencia de género, difamando y lanzando a la perrada a ladrar.
Y en contrapartida, el fenómeno político crece cada día más.
Y pensar que Xóchitl sólo habló y el macho se calentó.
Archivo muerto
Víctor Kidnie cayó de la gracia de Ricardo Aldana y también de Mili Chagra. Al hoy líder nacional petrolero, Kidnie le robó una diputación federal en tiempos de Carlos Romero Deschamps y la respuesta de Aldana, ya con el poder total, fue orquestar la suspensión su comisión sindical, perder el poder en la Sección 47 del sindicato, cero acceso a los cientos y miles de millones de pesos que deja tener el control del personal y los contratos con Pemex. Y, como cereza del pastel, Mili Chagra, con quien Víctor Kidnie tuvo un tórrido idilio, le dio fondo. Con fecha 11 de julio de 2023 y a petición del sindicato petrolero, Pemex se dio por enterada de la terminación de la comisión sindical de que gozaba Víctor Manuel Kindie de la Cruz y lo conminan a reincorporarse a su centro de trabajo. De los recursos pagados en demasía, Kidnie está obligado a reintegrarlos a Pemex. O sea, la humillación total. Si quiere seguir siendo petrolero, que trabaje. Lo de Mili Chagra es como las novelas rosas con final nada feliz. Entre diciembre de 2022 y enero pasado, la ex reina del Carnaval de Coatzacoalcos pintó su raya. Y a la fecha nada le falta y nada le faltará, incluido el amor. Un buen departamento en la Ciudad de México, un buen auto, lo que requiera, lo que sea su antojo. Mili fue una figura durante el fidelismo. La diosa. Si la veneraba el gobernador, la veneraba la corte. Así hasta que a Fidel Herrera se le ocurrió jugar al trenecito y las fotos sacudieron a Veracruz y, sobre todo, a doña Rosa. Entonces Mili cambió de ruta. Y Víctor Kidnie, poderoso líder de la Sección 47 del sindicato petrolero, se volvió opción. Mili viajaba con Carlos Romero Deschamps y esposa en avión privado. Visitaba frecuentemente Cancún. Era asidua al Coco Bongo. Pero un día la magia terminó. Viendo las broncas de Kidnie, el conflicto con los subalternos, la denuncia por el seguro colectivo de los trabajadores, el lodo que Víctor le lanzó a Víctor Colunga, al que pretendió convertir en títere, hoy aprehendido y vinculado a proceso, y la venganza de Aldana que lo congeló y lo tiene a un paso de la cárcel, Mili optó por tomar su camino. Kidnie ya entendió el juego. Fue como el Kleenex. Lo usó y lo desechó… La jueza Angélica vuelve a reír. El Tribunal Colegiado de Xalapa resolvió que puede seguir su juicio el libertad. Continúa el proceso legal, pero Angélica Sánchez Hernández abandonó el penal de Pacho Viejo. Se mantendrá en prisión domiciliaria y desde ahí, puede defenderse de los cargos de tráfico de influencias y delitos contra la fe pública. Angélica Sánchez es la nueva rehén del desgobernador Cuitláhuac García Jiménez, el bandolero de la 4T que persigue a cuanto ciudadano inocente, adversario político, luchador social, periodista, comerciante o miembro del Poder Judicial osa oponerse a sus locuras, disparates y abusos. Angélica Sánchez, jueza que llevaba el proceso a Itiel “N”, acusado del crimen del ex diputado priista, Juan Carlos Molina, acató la resolución de un juez federal y de un Tribunal Colegiado que advirtieron las graves incongruencias halladas en el juicio y determinaron que se le dictara una nueva medida legal. La jueza Angélica Sánchez dictó no vinculación a proceso. Horas después lo pagó. La Policía Estatal la aprehendió, la desapareció durante cinco horas, la obligó a disparar un arma para acreditar la acusación de que había agredido a los elementos policíacos y la hicieron firmar confesiones en las que se incriminaba. Pero la presión pública jodió al gobernador. Dos días después, Cuitláhuac la tuvo que soltar; la enlodó pero no la pudo retener. Y 10 días más tarde, en la Ciudad de México, la volvió a detener, ahora acusada de delitos contra la fe pública y tráfico de influencias. Es de locura. Cuitláhuac requiere camisa de fuerza. Hoy, la justicia federal vuelve a proteger a la jueza Angélica Sánchez y Cuitláhuac, le guste o no, la tuvo que liberar… Y al tercer día, Nahle no resucitó; sigue en el infierno de Dos Bocas. Llegó a Coatzacoalcos, no a suscribir pacto alguno, ni a dar la voz de arranque a la sucesión, ni a mostrar el músculo en su feudo porque ese músculo no existe y si Morena gana eleciones es por la operación política del priismo —marcelistas, dualistas, fidelistas— con el que la secretaria de Energía se entiende y se arregla al precio que sea, a fin que no le cuesta a ella sino al erario de Coatzacoalcos. Al tercer día, Rocío Nahle no resucita. Viene muerta políticamente por el fracaso de Dos Bocas, la refinería que no refina nada pero que es un suculento negocio de los compadres del clan Nahle-Peña y la cajota de cash de Andrés Manuel. Llega, se reúne con los hampones —Zenyazen, Gómez Cazarín, Eleazar y Lima Franco— y luego va a cafetear con el alcalde de Xalapa, Ricardo Ahued. Y ahí, en Boca del Río, otra foto. Sólo eso sabe hacer. La estrategia de las fotos exhibe la limitación mental de la zacatecana. Describe cómo intenta sorprender la zacatecana. Retrata lo rupestre que es la zacatecana. Su viaje a Coatza fue un rapidín. Y al tercer día se esfumó. Su presencia en Veracruz es efímera. Rápido se borra de la mente de los veracruzanos. Se diluye frente a la realidad. En Veracruz de inmediato se deja de hablar de Rocío Nahle. Es etérea. En tres segundos nadie sabe dónde está… Qué ingrato es Amado. Tanto que hizo por él Rocío Nahle y ya la dejó de fumar. Su gurú es José Pablo Robles Martínez, dueño de Diario del Istmo. Lo que diga la secretaria de Energía no cuenta; lo que diga el jefe del Clan de la Succión, sí. A Nahle le dice que sí y le da el avionazo; con Robles se entiende, así vaya contra los intereses de su otrora madrina política. Amado Cruz Malpica usó a Rocío Nahle para ser candidato de Morena a la presidencia municipal de Coatzacoalcos y que ésta hiciera efectivo su pacto con el marcelismo —Marcelo Montiel, Joaquín Caballero, Jesús Moreno, Víctor Rodríguez, Miguel Antonio Wong— y así comprarle los votos con los que alcanzó la alcaldía de Coatzacoalcos, un sueño que hoy es pesadilla. Y una vez que llegó a la presidencia, Amado hizo mancuerna con el sátrapa de la Succión. Bien dicen que el traiciona una vez, traiciona de aquí a la eternidad…
Fotos: El Financiero, Quadratín