Muy en sus adentros, Andrés Manuel se regocija en la aprehensión del general Cienfuegos, en el escarnio y la condena pública, en el descrédito de la cúpula militar que se engulle la vergüenza de ver al ex secretario de la Defensa imputado de narco, aliado a la delincuencia, implicado en el crimen de un capo en prisión y acusado de lavar dinero.
No lo expresa López Obrador, pero las penurias del general le vienen como anillo al dedo a su drama personal y psiquiátrico con el pasado político, los fantasmas del prianismo, a cuyo brazo armado, el Ejército, ha retratado como vil represor del pueblo.
Con Salvador Cienfuegos el tiro trae historia. El agitador con sus ocurrencias delirantes y el general deslizándole que las fuerzas armadas no lo habrían de secundar.
Un día de diciembre, en 2017, se dieron con todo. López Obrador proponía amnistía a narcos y el general lo enfrentó: liberar a criminales que han provocado muerte causaría mayor dolor a la sociedad.
Y al Peje le salió lo Peje. El lenguaje procaz, el lenguaje vulgar. Tildó al general de “matraquero” del PRI, personero de Peña Nieto, corifeo y defensor de José Antonio Meade, candidato presidencial.
López Obrador ondeaba las banderas de Morena y vislumbraba ya la presidencia que detenta hoy. En febrero de 2018 volvió a enfrentar al general. Un doctorado honoris causa a Salvador Cienfuegos que otorgaría la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, sacudió a defensores de derechos humanos, a partidos políticos, a la izquierda, a un sector de la intelectualidad. Le invocaron la masacre de Tlatlaya y la complicidad militar en Ayotzinapa.
Y Andrés Manuel le volvió a dar: que Cienfuegos deje la politiquería, le dijo, y se ponga a trabajar. El doctorado se canceló.
Ya presidente electo, López Obrador desdeñó la propuesta de los generales para definir al secretario de la Defensa Nacional, el sucesor de Cienfuegos. Los escuchó y los bateó.
No fue ninguno entre los elegidos del cónclave de la cúpula militar. Andrés Manuel tomó a uno de rango menor, el número 23 en la pirámide de poder: Luis Cresencio Sandoval González, subjefe de Operaciones de la Sedena, al que en el gabinete presidencial hoy tildan de ser el secretario más dócil, el más servil, el que a cuanto exprese López Obrador le dice que sí.
Andrés Manuel quiere al Ejército asado en fuego. De siempre lo desdeña, lo punza, lo agrede. Al jefe del Ejército le llamó matraquero y lo instaba a largarse a su talacha oficial, dejar la matraca electoral, dejar la politiquería, cortar el sueño de un doctorado honoris causa para un militar al que el hoy presidente veía en su faceta de represor, de encubridor, de violador de derechos humanos.
Luego vendrían las escaramuzas verbales de López Obrador. Si por él fuera, dijo a La Jornada, desaparecería al Ejército mexicano y se quedaría sólo con la Guardia Nacional. Su desprecio a la milicia le aflora en la piel.
Al malestar de las filas castrenses, a los videos y cartas en que los generales advertían errores en la conducción del país, Andrés Manuel le dio sesgo de golpe de estado. Pero el golpe nunca llegó.
Agosto de 2019 fue un mes clave. Cienfuegos le dirigió una carta reclamando un incremento salarial sustantivo para el Ejército. Fue pretexto para ponerlo contra la pared. López Obrador había llamado “asesinos y violadores de derechos humanos” a militares y el general se lo recordó.
Andrés Manuel, según el general Cienfuegos, dividía al Ejército, aludía a “los de arriba” y a “los de abajo”, como aquel que agita para provocar la revuelta.
Y entonces el presidente, ya descubierto, dio un golpe de timón: los compró. Llenó sus bolsillos. Soltó contratos. Los puso donde hay. Hizo de la cúpula militar un ejército que no dispara balas pero sí construye aeropuertos, vigila aduanas, recoge sargazo. Y la tropa a ras de piso, viendo la jauja, el derroche, los negocios, mientras son insultados y sobajados por narcos disfrazados de autodefensas o por la población civil.
Así iba el amorío entre el presidente y el alto mando del Ejército hasta que Cienfuegos pasó a ser reo de la DEA por cargos de narcotráfico, lavado de dinero y el asesinato de un capo en prisión.
Y la lengua loca de López Obrador la volvió a hacer. No juzgar a la Sedena, pidió, por la imputación al general. Pero él sí pudo hundir la daga en el pecho del general, juzgar a gobiernos pasados, al prianismo, advertir que hoy se ve el grado de descomposición.
Anunció una purga. Se irían los mandos del círculo más allegado a Cienfuegos. O sea, el juicio al general es irrelevante. El presidente ya lo condenó. Y de paso a su equipo, los altos mandos que aún tienen voz en la institución.
Luego reculó. De resultar culpable el ex secretario de la Defensa Nacional, dijo, se investigará a sus principales operadores. ¿También al hoy titular de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval, subjefe de Operaciones en tiempos de Cienfuegos?
Hay versiones que advierten que a Salvador Cienfuegos “lo puso” el presidente y pudiendo evitar su captura, lo dejó hundir. Ganó la víscera, perdió la razón.
López Obrador ha admitido que por voz de la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena, 15 días antes de la aprehensión supo que existía una investigación de la justicia norteamericana contra el general. Pero no hizo más.
La omisión es inédita y altamente explosiva. El silencio de Andrés Manuel propició la captura del secretario de la Defensa Nacional del sexenio anterior, que ha sido un formador de militares en diversas áreas del Ejército mexicano, ex director del Colegio Militar, con ascendiente y fuerza moral, líder al que se deben miles de mandos, generales y coroneles, capitanes y mayores.
El golpe es demoledor. Agravia al Ejército y la sola aceptación de haber sido enterado previamente de las acciones judiciales contra Cienfuegos en Estados Unidos y no alertar, no haber movido un dedo, sitúan a López Obrador en el umbral de la ruptura, si no con la estructura militar en pleno, por lo menos con un ala considerable de los adeptos del general.
Originalmente se dijo (Proceso) que la grabación de una conversación telefónica hundía al general. Hoy se sabe que no es una sino miles de llamadas y mensajes. En ellos se establece un presunto contubernio entre Cienfuegos y Juan Francisco Patrón Sánchez, alias El H-2, líder del Cártel de Nayarit, una organización de tercer nivel, anteriormente aliada de los hermanos Beltrán Leyva.
Otra imputación, la de un asesinato, la revela el periodista Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal. Cita la declaración de uno de los fiscales, Seth DuCharme, imputándole a Cienfuegos el crimen de un capo en prisión. Supuestamente se trataría de un informante de la DEA pero no existe registro oficial que lo confirme.
Lo que sí se acredita es la muerte de Héctor Beltrán Leyva estando tras las rejas en el penal del Altiplano. La versión oficial establece que murió a causa de un infarto, el 19 de noviembre de 2018.
Judicialmente, Cienfuegos está frito. No lo acusan testigos protegidos, narcos que negocian reducción de condenas a cambio de información. La imputación parte de intercepciones telefónicas y de la versión de un fiscal. Queda a la vista que la DEA sigue actuando impunemente en territorio mexicano en tiempos de la 4T como antes lo hizo en los días de poder del PRI-AN.
Amén del lío judicial y el destino fatal de Cienfuegos, hay una provocación y un insulto al Ejército. Su comandante real hasta noviembre de 2018 está en la cárcel y la institución se hunde en la sospecha. Su equipo cercano está señalado. Si hubo protección al narco —y el asesinato de un capo en prisión—, unos terminarán tras las rejas y otros cosidos a plomazos.
Andrés Manuel pagará la osadía. Dos semanas antes supo que irían contra Cienfuegos y calló. Cegado por su gresca personal, no olió que al joder al general, jodió al Ejército también. Rompió una regla de lealtad y fracturó uno de los dos pilares que sostienen la maquinaria de poder.
¿Quién “puso” a Cienfuegos al alcance de la DEA? Todo indica que López Obrador.
Archivo muerto
Día tormentoso para la 4T, el domingo electoral en Coahuila e Hidalgo. Morena pierde todo: las 16 diputaciones coahuilenses, las alcaldías hidalguenses con mayor peso político, la aureola de triunfo, el retrato de la imbatibilidad. Mega madriza en el estado gobernado por Miguel Riquelme, el priista que inició, junto con Tamaulipas, Nuevo León, Jalisco, Michoacán, la revuelta contra Andrés Manuel. Dieciséis derrotas en 16 distritos. Y sólo cinco alcaldías de 84 en Hidalgo, la entidad en que Omar Fayad, el priista, le hizo creer al Mesías de Macuspana que era su aliado político y electoral. Lección de la elección: Morena se desploma y el PRI aletea, con sus vicios y tretas pero con capacidad para reinventarse, para simular alianzas con quien detenta el poder, con la frialdad de asestar el golpe en el instante crucial. Lección de la elección: sin Andrés Manuel López Obrador, Morena es un fiasco; sin el Peje en la boleta electoral, Morena es un membrete. Lección de la elección: el PAN anda peor que Morena en Coahuila e Hidalgo, y en medio país. Sus liderazgos se extraviaron tras la elección de 2018. Lección de la elección: el Partido de la Revolución Democrática superó a Morena; ganó seis ayuntamientos; el partido de López Obrador, cinco… Por la libre, Movimiento Ciudadano no hará alianza con nadie. Dicho por su dueño, Dante Delgado Rannauro, la confluencia de partidos hacia candidaturas comunes, hacia un proyecto conjunto, es vista por el senador veracruzano como una trampa de Andrés Manuel López Obrador. Los quiere a todos juntos, en un sólo frente. Quizá errado, Dante Delgado no ve el tamaño real de Movimiento Ciudadano. Tras el triunfo Jalisco, el posicionamiento en Nuevo León, tuvo su cenit en medio de la pandemia. Brilló cuando Enrique Alfaro alzó la voz y enfrentó al subsecretario de Salud y encargado de la fallida estrategia de salud, Hugo López-Gatell, y luego, tras la violencia inducida por la tortura y muerte de Giovani N, Alfaro se quebró. Hoy, en Coahuila e Hidalgo, a Movimiento Ciudadano se le ve pulverizado. Lo superan PRI, PAN, Morena, Verde y PT. Y Dante suponiendo que sin alianza va a poder superar ¿a quién? Si acaso a Encuentro Solidario y a los nuevos partiditos pro-Amlo. ¿O Movimiento Ciudadano ya entró en la dinámica de la pulverización del voto?… Famélica, la caballada de Morena en Coatzacoalcos no tiene con qué competir. Su único exponente es Amado Cruz Malpica y ni los morenistas ni los que lo conocen le ven espolones para pelear. Inflado por Rocío Nahle, vía Víctor Carranza, el alcalde transa, abusivo, inepto de Coatzacoalcos, y la recua de Morena, Amado no tiene con qué ganar la elección. Su paso por el Congreso de Veracruz es gris y estridente, opaco y con tufo a corrupción. Su mayor iniciativa, aún en la congeladora, es la de proponer que sean veracruzanos los padres de hijos nacidos en Veracruz; o sea, Rocío Nahle, la secretaria de Energía que en términos de la Constitución local actual está impedida para contender. O sea, el abogado Amado Cruz Malpica habilitado como sastre que confecciona trajes a la medida de su dueña política. Lo otro es peor: malversación de recursos de la fracción parlamentaria de Morena cuando fue coordinador en el Congreso veracruzano, según revelara la ex diputada Eva Cadena Sandoval. Era dinero empleado para sufragar las giras de López Obrador buscando apuntalar a los candidatos a las alcaldías. Lo mismo sostiene la ex diputada local por Minatitlán, July Sheridan. Su alfil fue Benito Soriano, encargado de recibir los recursos y trasladarlos. Un cheque con su nombre fue exhibido por INFORME ROJO y posteriormente por el periódico Reforma en 2017. Y luego, el escándalo de los videos en que Eva Cadena apareció recibiendo bolsas con dinero ilegal, dinero dado por empresarios que a decir de la ex legisladora, fueron enviados por Amado para resolver el tema del financiamiento de su campaña a la alcaldía de las Choapas. O sea, la única figura de Morena para la alcaldía de Coatzacoalcos fue quien suscitó el escándalo de los videos en que Morena, el Peje, Rocío Nahle, el superdelegado federal, Manuel Huerta aparecen implicados por tratarse de dinero ilegal en campañas electorales, un tema que no termina y que va a tomar vuelo en breve… Desdeñada por Morena, Yazmín Martínez Irigoyen le apuesta a lo imposible. Explora en la oposición un amarre para ser candidata en 2021. Toca las puertas del priista y líder de la CTM, aún, Carlos Vasconcelos Guevara, y acude al encuentro con Fernando Yunes Márquez, alcalde panista de Veracruz y operador del desvencijado yunismo, con el que comió en el restaurant El Gaucho del mítico puerto. Acá los de la alianza de café en café, armando pasarelas, intentando ir en bloque contra Morena, y la tormentosa síndica imaginándose diputada federal o local con la venia de Vasconcelos, que sueña con la alcaldía de Coatzacoalcos, y de Fernando Yunes, que aspira a ser líder del próximo Congreso de Veracruz pese a aquel episodio en que compartió el pan y la sal, la chela y la tortilla con El H, Hernán Martínez Zavaleta, jefe de plaza de los Zetas, hoy en prisión por el crimen de una familia en Coatzacoalcos. ¿Seguro que Yazmín no les contó lo de la denuncia en su contra en la Fiscalía Anticorrupción y lo de la usurpación de profesión, pues apenas en 2019 se tituló pero antes suscribió contratos en el ayuntamiento con carácter de licenciada?… ¿Quién es ese personaje, sin partido político, altamente posicionado, adversario del sistema y de políticos farsantes, que hacia finales de año se lanzará como candidato independiente a la alcaldía de Coatzacoalcos y frente al cual Morena nada tendrá que hacer? Un caballo negro… y no es precisamente negro…
Fotos: AMLO y Milenio