Sobre las vías del tren, lacerado el cuerpo, cercenada la cabeza, Julio Valdivia muere bajo los códigos de la violencia, el idioma de los cárteles, en el punto de conflicto por el control del huachicol y la droga, en Motzorongo, camino a Cosalapa, donde Veracruz y Oaxaca hacen click y donde los periodistas caen de pie.
Cinco meses antes, María Elena Ferral sucumbía ante el ataque armado, las balas del odio, mil y una veces amenazada, asediada por muchos pero por uno en especial: Basilio Picazo, líder y cacique, ex alcalde de Papantla y luego diputado local en el Congreso de Veracruz.
Un año atrás, Celestino Ruiz dejaba la vida tras la descarga mortal de un par de sicarios, uno con arma larga que activó desde el exterior de la tienda de abarrotes donde el periodista se hallaba, y otro con un arma menor que soltó, implacable, ya en el interior. En total, ocho impactos alcanzaron su humanidad.
Julio Valdivia Rodríguez era corresponsal del Mundo de Córdoba en la zona de Tezonapa.
María Elena Ferral, ultimada en Papantla, fundó el portal Quinto Poder y al morir publicaba en Diario de Xalapa y Al Calor Político.
Celestino Ruiz Vázquez, radicado en Actopan, reportaba para Gráfico de Xalapa.
Van tres periodistas asesinados en el régimen oscuro de Cuitláhuac García, el gobernador de Morena en Veracruz… y pinta para más.
Y desde palacio se activa, se atiza el fuego, el clima de agresión, el lenguaje soez. Se fraguan escenarios de hostigamiento, embestidas en las redes sociales y amenazas directas, las que profiere el secretario de Gobierno, Eric Cisneros Burgos, el número 2, que un día injuria y descalifica, y al siguiente también, y un gobernador, Cuitláhuac García, el error de López Obrador, que suple carencias y miseria moral e ineptitud para el ejercicio de poder con el ataque frontal.
Cisneros reta y Cuitláhuac difama. Y piensan que así van bien… pero van mal.
Cisneros enfrenta y confronta, retando a la prensa incómoda, a las plumas libres y las voces que alertan, a las Claudias y a los Edgar, a los Armandos y a los Bernardos, a los Tomás y a muchos más que documentan el peculado del morenismo en el poder, el desvío de recursos, el nepotismo, el atraco a la Ley de Obras, la siembra de droga y de armas y la fabricación de culpables y la conversión de los cuerpos de seguridad en fuerzas para reprimir.
Cuitláhuac imputa presuntos actos de extorsión sin interponer denuncias ante la Fiscalía de Veracruz. La prensa extorsionadora, según el gobernador, no tiene rostro ni nombre. No identifica a los que, dice, lo atacan exigiendo convenios de publicidad. La intención, obvio, es descalificar.
Su gobierno es nauseabundo y su discurso asquea. Y en el clinch con la prensa, la violencia lo vuelve a tocar.
Julio Valdivia Rodríguez llevaba la nota a El Mundo de Córdoba y retrataba la realidad estridente, balaceras con saldo mortal, el día a día de Tezonapa, Veracruz, y de Cosolapa y Acatlán de Pérez Figueroa, Oaxaca, donde Los Zetas y el Cártel Jalisco se disputan literalmente a muerte el control.
Ahí, en esa región que arde y quema, se ve el rostro del trasiego y la disputa por el huachicol. Es zona de pugnas. Ahí, reportear es retar al crimen organizado. Es jugarse la vida… y perderla.
Y mientras, Cuitláhuac en la fábula de la transformación cuarteada, amagando a quienes hacen de la libertad de expresión un instrumento de reflexión social. Si ya son vulnerables, que lo sean más.
Así iba el festín del lenguaraz de palacio cuando de pronto la ejecución trasciende. Julio Valdivia vivía entre amenazas, cada vez mayores. Y del amago de los violentos pasó al levantón. Y del levantón a la tortura y el dolor, y de ahí a la ejecución, congelándose la escena que cimbró al gremio, que quebró a familiares y amigos, que sacudió a Veracruz.
Sobre las vías del tren, en Tezonapa, se hallaba el cuerpo mutilado del corresponsal de El Mundo de Córdoba. Sembrado ahí, con visibles huellas de tortura, la cabeza a unos 10 metros, su motocicleta a corta distancia, sus victimarios habrán pretendido simular que murió arrollado por el ferrocarril.
Discreto corresponsal, Julio Valdivia reveló con su muerte que en Veracruz se ejerce la libertad de expresión a dos fuegos: el de la clase malosa y el de los que debiendo velar por el orden ven a la prensa crítica como carne de cañón.
Su cadáver fue hallado la tarde del 9 de septiembre, en un camino de Motzorongo, rumbo a Cosolapa. No muere sólo por la acción de los violentos. Muere por el clima de hostigamiento a la prensa, gestado desde la cúpula del poder en Veracruz, con las bravatas de Eric Cisneros y los quejidos de Cuitláhuac García.
Así como Javier Duarte generaba un ambiente tenso, agresivo, descalificando a periodistas críticos, vinculándolos como operadores, informantes, adeptos del crimen organizado, Cuitlahuac García ya se trepó en ese tobogán.
Al ladrón de marras, hoy preso y sentenciado, al priista Duarte le sumaron 17 asesinatos de periodistas en su gobierno. Con Miguel Ángel Yunes, panista, fueron tres. Cuitláhuac García, de Morena, en menos de dos años lleva otros tres y aún restan cuatro años de administración.
La estrategia del agravio da frutos amargos. Cuitláhuac habla, Cisneros agrede, la pandilla morenista vocifera. Y de lo demás se encargan los caciques, los malosos, los cárteles, los violentos.
Hay dos prensas en Veracruz. Una adula, la otra critica. Una aplaude, la otra analiza. Una calla, la otra no cesa de alzar la voz. Una vive el estado de confort, el embute y el chayote; la otra, en la estrechez financiera, y a riesgo de su vida y su libertad, enfrenta lo adverso, confronta al poder.
Naufraga un gobierno que tensa el hilo de la libertad de expresión. Cuitláhuac y Cisneros desdeñan las consejas que preservan la relación con la prensa crítica, las máximas de la prudencia y la mesura, abrir los oídos a las voces que alertan, las que denuncian el desvío del camino, la ruptura del orden, el atropello al derecho y a la ley.
Su fin no es escuchar a las voces críticas. Su fin no es gobernar sino atracar. La corrupción en la 4T es tan descomunal, o más, que la de los gobiernos de los que tanto solían hablar. Cuitláhuac endeuda. Cuitláhuac auspicia el contratismo sin licitación. Cuitláhuac infesta de ladrones al gobierno estatal. Cuitláhuac tolera al que acosa mujeres. Cuitláhuac le miente a López Obrador.
Y así la prensa crítica le resulta incómoda por decir lo que ve. De ahí, la descalificación, el hostigamiento, la agresión.
Mejor matar al mensajero —o dejar que los cárteles y los caciques actúen— imaginando que el mensaje se habrá de extinguir.
Nada perciben el títere y el pseudogobernador. No huelen el riesgo. Armaron un escenario de linchamiento, de ataque y amenaza, y la sangre de la prensa ya comenzó a correr.
Van tres periodistas asesinados y pinta para más.
Archivo muerto
Cobarde matoncito —o sea, AMLO— llama “pasquín inmundo” al periódico Reforma por documentar que en el ayuntamiento de Macuspana, Tabasco, se contabilizan a la fecha irregularidades por 223 millones de pesos. Iracundo, el presidente perdió la compostura ante la información del rotativo de los Junco de la Vega y su portada a ocho columnas que describe el nivel de corrupción en gobierno municipal de Macuspana, que los López Obrador ya catalogan como suyo por ser la tierra de nacimiento de Andrés Manuel. Descomunal el boquete financiero, apunta a su cuñada Concepción Falcón Montero, esposa de José Ramiro López Obrador, por haberse desempeñado como síndica y ser la responsable directa de la vigilancia de los recursos, unos provenientes de partidas federales, otros de índole propio. En Reforma hacen fiesta con rabieta presidencial. Si algo nutre el ego de la prensa es provocar estos desfogues y estos desplantes; mejor si la ira la lanza desde la sede del gobierno federal, o sea la sala de prensa del gobierno de la Falsa Transformación. Significa que el dardo dio en el centro. Y cómo no, si Andrés Manuel aún trae atravesado el tema de su hermano Pío y los videos en que se le ve recibiendo los millones de manos de David León, asesor del ex gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, para su proyecto pejista en 2018. Y ahora le sueltan las cifras chuecas de la cuñada rata de Macuspana. Cobarde Matoncito mínimo tenía que respingar. Desde el púlpito de las mañaneras, el presidente inmundo se vació en un solo lance, iracundo, fuera de sí, en su justa dimensión… Su nombre, Héctor Aguilera Lira, y por semanas propició el contagio. O contagió a varios. Con síntomas de coronavirus, decía y proponía, decidía quién iba a las guardias cívicas en Xalapa, la pasarela de todas y cada una de las dependencias del gobierno de Veracruz. Mandamás en la Coordinación de Promoción de los Valores Cívicos y Culturales, Héctor Aguilera tuvo contacto con su personal y expuso innecesariamente a todos. Así hasta que el coronavirus lo alcanzó. “Hoy —2 de septiembre— lo mandaron a su casa a cuarentena. Y ahora los trabajadores estamos con miedo por saber que estuvo en la oficina sin cubrebocas, yendo y viniendo a todos lados, incluso a la reunión en palacio donde se trató sobre el Grito de Independencia”, refiere la versión de un funcionario de la Secretaría de Gobierno. A Héctor Aguilera se le ve en fotografías junto al nefasto secretario de Gobierno, Eric Cisneros, cuando muchos acusaban que ya evidenciaba síntomas de Covid 19. A eso se le llama negligencia criminal. Y si hay un brote de coronavirus en palacio, ya se sabrá por qué… Al Comediante Supremo se le quemó el chip. Alcalde de cuarta, transgresor de la ley, Víctor Carranza alucina con que será diputado federal. Atestado de delincuentes, su gobierno ha cobijado, entre otros, a un secuestrador sujeto a proceso, a un narcomenudista ejecutado junto con su pareja, a un regidor acusado de abuso de confianza, a un ex secretario de Gobierno que pretendió llevarse a la cama a la hija de una periodista y ahora a un acosador sexual. Delitos financieros, desvío de recursos a espaldas del cabildo, derroche en medios de comunicación —Diario del Istmo con casi 22 millones de pesos en 2019—, contrato con una empresa bloqueada por el SAT, una estela de nepotismo y el mismo Comediante Supremo con una sentencia del Tribunal Federal Electoral del Poder de la Federación que acredita que ejerció violencia de género, misoginia, abuso de poder, odio demencial contra la síndica Yazmín Martínez Irigoyen, dando vista a la Fiscalía del Estado y al órgano electoral para impedirle ser candidato a otro cargo de elección popular. Falta ver si impugna y se va a la Sala Superior del Trife para revertir su tragedia. Cabeza de una mafia política, títere de Rocío Nahle, secretaria de Energía, Víctor Carranza alista su licencia al cargo. Se irá en diciembre, tras rendir su informe de actividades, y lo suplirá el secretario del ayuntamiento y alcalde suplente, Miguel Pintos Guillén, sobre quien pesan denuncias en la Fiscalía Regional y en la Fiscalía Anticorrupción, una de ellas por falsificación de un acta de cabildo. Un gang en todo su esplendor. Carranza es una mezcla de cinismo y alucinación, ajeno a la realidad que vive, al repudio de los habitantes de Coatzacoalcos, pregonando que los recursos que tiene a su alcance —Fortamun, por ejemplo— son para su campaña; o sea desvío de recursos; o sea peculado electoral. Con el Comediante Supremo en la boleta, el día de la elección, Morena ya perdió… José Adalberto Vega Regalado hizo trapacerías en el Centro SCT y terminó cesado. Tuvo cómplices, los de la CMIC. Tuvo uno en el sur, Pablo Jacobo Farfán, el que apretaba y denunciaba, regateaba obras y cuando las obtenía, se rendía a sus pies. Pájaro de cuenta, Adalberto Vega se manejaba con un pull de constructores del norte del país, de Nuevo León, la tierra del jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, el principal traficante de influencias en la Cuarta Transformación. Pablo Jacobo Farfán Sánchez, no es parte de la solución sino uno de los factores del problema. Pablo Farfán jugaba con el score. Farfán apretaba, descalificaba, exhibía al funcionario federal para luego reclamar asignaciones para los de su clan. Así logró que Fosmon, de Oscar Fosado, se viera beneficiado con una reasignación millonaria en una obra en el sur. Y entonces Farfán colmó de elogios a Vega Regalado mientras centenares de constructores alzaban la voz, protestaban e incluso realizaban pronunciamientos a nivel nacional, apoyados por legisladores de Morena, uno de ellos de Tamaulipas, que acusaban actos de corrupción, favoritismo y mano negra. Marco Salas, Gabriel Rivera, entre otros, marcaron un hasta aquí a tanta violación a la ley. Y mientras, Pablo Jacobo Farfán disfrutaba de una intensa y tórrida luna de miel con el corrupto director del Centro SCT Veracruz. Y una vez que hay relevo, Farfán y otros tres delegados de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción suscriben un desplegado en que advierten riesgos de que las licitaciones se centralicen, se retrasen, se difieran y que se asignen a empresas que no son parte de la CMIC. O sea, la CMIC en Veracruz fue cómplice por acción u omisión de Vega Regalado, y ahora que el director del Centro SCT se fue, quieren volver a apretar… Corre el tiempo y Yazmín Martínez Irigoyen sigue en su show de saliva. Teniendo al alcalde Víctor Manuel Carranza contra las cuerdas, con una sentencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación por misoginia y violencia de género, lo deja aletear. Su circo es mediático sin aterrizar la parte legal, sin que la Fiscalía de Veracruz ni el Órgano Público Local Electoral actúen contra el presidente municipal de Coatzacoalcos. Yazmín también viola la ley. La tienen adentro con la certificación de un documento falso, el que le impugna René Rodríguez Pérez, quien lleva una demanda contra el clan de los Moreno Canepa-Hillman por un terreno en disputa donde se asienta la gasolinera Transístmica. Le imputan el delito de falsedad de declaraciones ante la autoridad. Y si la vinculan a proceso, el sueño de ser diputada se esfumará…
Fotos: Latinus, Animal Político, Jornada