* Crimen del periodista de Ríodoce * Relatos de violencia e impunidad * Protestas por todo el país * Paco Bastar: aquellos seis meses en prisión * Negocio con el candidato de Morena * Amado Cruz, el defensor * Que Ricardo Orozco corra * La orden de aprehensión * Grupo Ortiz se aleja del PAN-PRD
Ellos van a decidir —decía Javier Valdez— aunque tú tengas blindaje. Aunque tengas escoltas. Aunque tengas, o no, protección. Las balas pasan demasiado cerca. Ellos van a decidir el día en que te van a matar.
“Te van a matar”, escribió hará mes y medio, y lo mataron.
“Te van a matar”, relataba el 27 de marzo, en Malayerba, la columna de Ríodoce que recogía el drama de la violencia, el asedio de los malos a las voces que increpan y disienten, porque “estos güeyes no tienen madre” y porque “son unos malditos”. Y porque hay complicidad entre criminales y políticos, y la policía está al servicio de la mafia.
“Te van a matar” fue premonitorio. Recogía los miedos y las angustias del que ve venir la muerte y la violencia, quizá las alertas del compañero de trabajo, del amigo, la esposa, el familiar del periodista tan osado como necio, el que no ve riesgos, o los ve y los enfrenta.
En “Te van a matar” se retrata a sí mismo. Un Javier Valdez intransigente con su misión. Un Javier Valdez incapaz de ceder. Un Javier Valdez que midiendo la dimensión de los malos, los que andan fuera de la ley y los que debieran hacerla cumplir, sabiendo de su carga violenta, los madreaba a placer.
“Estos güeyes no tienen madre y son unos malditos”.
Hoy, Javier Valdez Cárdenas está muerto. Lo ultimó un comando armado, el lunes 16, en Culiacán, Sinaloa, luego de dejar Ríodoce, el periódico que fundó, mientras conducía su Corolla rojo, y junto a él sus libros, su sombrero, su inseparable laptop.
Cimbra su muerte al gremio y al país, a la prensa crítica que con él ve llegar otra espiral de violencia, sumando ya seis periodistas asesinados en 2017.
Periodista, corresponsal de La Jornada, escritor, autor de “Narcoperiodismo”, su último libro, de “Los Hijos del Narco”, “De azoteas y olvidos”, “Crónicas del asfalto”, “Malayerba” y “Miss Narco”, decía que el gremio cometía un error: no se logra nada reporteando a los reporteros, repitiendo sus historias, sin llegar al fondo, sin llegar y tocar el punto crucial que provoca la impunidad del crimen organizado, sus ligas, su colusión con el poder.
Hay que ir al fondo. Hay que hablar con las víctimas. Hay que reproducir su tragedia hasta que el llanto suyo nos estruje el corazón y nos mueva a llorar.
No murió en un lugar común. Sinaloa es cuna de narcos, del Chapo y los Arellano Félix, del Padrino Miguel Ángel Félix Gallardo y Caro Quintero, tierra de bárbaros, origen de grupos étnicos que haciendo la guerra gustaban de destazar al rival. Si, destazar al rival cómo es hoy el signo de los cárteles.
Si no hablaba, sentía ser cómplice. Quizá por omisión pero cómplice. De ahí sus relatos crudos y finos, describiendo la muerte y el delito, y el reclamo al silencio de un ala del gremio que ante la violencia prefirió callar, al silencio de los que ocultando la verdad alcanzan el estado de confort, silencio que Javier Valdez repudiaba hasta que la mano del mal lo arrebató.
“Yo no quiero que me reclamen después —expresó un día—, que me digan sí, tantos homicidios porque tú te quedaste callado, por qué escribías esto o aquello; a mí no me van a poder decir eso, porque yo soy un hombre de este tiempo y vivo con la intensidad de los problemas que el tiempo requiere. El narco nos quiere hincar a todos. Siempre debe estar presente en tu vida periodística la ética, la dignidad y el profesionalismo”.
Otra vez, cuando presentó su libro “Narcoperiodismo”, señaló:
“Ser periodista es como formar parte de una lista negra. Ellos van a decidir, aunque tú tengas blindaje y escoltas, el día en que van a matar. Si lo deciden lo van a hacer, no importa si tienes o no protección. No hay condiciones para hacer periodismo en México, las balas pasan demasiado cerca”.
¿Qué contó y qué pudo haber precipitado su fin? ¿Qué fibras tocó para decidir su final? ¿Qué dato, qué nombre, qué cifra, qué acción citó para inquietar al que ordenó su muerte?
“Te van a matar” fue publicado el 27 marzo. Era la advertencia de lo que se dejaba venir.
Aquí el texto:
“Se lo decían los amigos, los familiares, los compañeros del gremio. Cabrón, cuídate. Estos güeyes no tienen madre. Son unos malditos. Pero él seguía escribiendo críticas y denuncias en su columna, en uno de los diarios de la localidad: apedreando con sus teclas, sus palabras, el ejercicio del poder político, la corrupción, la complicidad entre criminales y servidores públicos, la policía al servicio de la mafia.
“Tenía varios años como reportero y suficiente experiencia para hacer trabajos de investigación. En la región sobraban los temas, pero todos los senderos, escoltados de plantas con espinas, conducían a la pólvora incendiada o en espera del gatillo, las miradas densas y vidriosas de los jefes, los callejones que pueden sacar de apuros y que no tienen salida, las calles que solo conducen a un humo caliente, que se levanta y baila con el viento, después del pum pum.
“Pero él tenía en el pericardio un chaleco antibalas. La luna en su mirada parecía un farol que aluzaba incluso de día. La pluma y la libreta eran rutas de escape, terapia, crucifixión y exorcismo. Escribía y escribía en la hoja en blanco y en la pantalla y salía espuma de sus dedos, de su boca, salpicándolo todo. Llanto y rabia y dolor y tristeza y coraje y consternación y furia en esos textos en los que hablaba del gobernador pisando mierda, del alcalde de billetes rebosando, del diputado que sonreía y parecía una caja registradora recibiendo y recibiendo fajos y haciendo tin en cada ingreso millonario.
“Los negocios en la agenda de los mandatarios eran su tema preferido. Cómo sacaban provecho de todo y la gente jodida en las calles, donde la indigencia crecía como la basura y se adueñaba de banquetas y esquinas, los prostíbulos estaban sobrepoblados y en los hospitales sobraban enfermos pero no había camas ni médicos. Eso sí, las cárceles hacinadas y el imperio del humo, de la nube negra tapando el cielo estrellado, colmaba las cabezas de los habitantes de la región: enfermaba, pero no hasta la indignación. Y en eso él, de plano, no cejaba ni cedía. Ni madres, repetía. Y se ponía a escribir.
“Una denuncia había puesto en el ojo del huracán a uno de los legisladores. Él se unió a quienes criticaron su poderío y sus lazos con las cumbres del poder político, económico y criminal. Fueron pocos los detractores y casi ninguna pluma, pero no se quedó callado. En el feis publicó una de esas fierezas, de palabras valientes, y le dijeron güey, bájale. Estos cabrones te traen ganas. Te van a matar. Él contestó Ba. No me hacen nada. Me la van a pelar.
“Pasaron tres horas después de esa publicación en redes sociales cuando lo alcanzaron y le dispararon, de cerca para no fallar”.
Ese fue uno. Javier Valdez redactó cientos de textos recogiendo la brutalidad de los cárteles, la mano de los sicarios, la vida infame del que deja la pobreza para dirigirse al infierno, la complicidad con los que gobiernan, el negocio del que usa los recursos de todos, que no es otra cosa más que robar.
“Te van a matar” fue premonitorio. Y se cumplió.
Aunque tengas blindaje, ellos deciden cuándo te van a matar.
Había expresado Javier Valdez que a Miroslava Breach, reportera del Norte de Ciudad Juárez y corresponsal de La Jornada, la mataron por “lengua larga”, por decir la verdad, por no callar. Y que si ese es el precio, otros morirían igual.
“A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena por reportear este infierno. No al silencio”, escribió en Twitter.
Y Javier le siguió.
Provoca su muerte mil protestas, mítines y repulsa del gremio de prensa. En el sur, en el norte, la consigna es similar. La violencia no llega sola y se va de la mano de la impunidad.
Protestan, escriben, alzan la voz los que sienten la mano de la represión, la consigna de acallar a la sociedad. Porque Javier Valdez era una voz que estremecía a la sociedad.
Otros no tienen derecho a protestar. Los textoservidores, no. Los amanuenses del poder, no. Los que adulan y aplauden al mecenas en el poder, no. Los que le niegan voz a los olvidados, no. Los de pluma traidora, no.
A esos serviles nada les va a pasar.
“Nos están matando”, pregonan todos aunque son contados los que viven en riesgo. Los del chayo, los de palabras tersas, los que eluden la crítica, los que rehuyen la violencia, los que nunca invocan la complicidad entre el poder y el crimen organizado, nada deben temer.
Reclaman seguridad los que protestan por Javier y Miroslava y Monlui y Filiberto Álvarez y Maximino Rodríguez y Cecilio Pineda. Seis en 2017. Y 105 del año 2000 a la fecha. Exigen que el gobierno de Enrique Peña Nieto, gobernadores, el sistema todo garantice protección y ni una agresión más.
¿Será?
Javier Valdez lo veía al revés. Así tengas blindaje y protección —escribió—, así tengas escoltas, las balas pasan demasiado cerca. Hoy, mañana, “ellos van a decidir el día en que te van a matar”.
Y si hay impunidad, peor.
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Archivo muerto
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Un negocio —uno entre muchos— liga a Víctor Carranza con Paco Bastar, el “cuñado incómodo”. Y terminó en lío judicial. La víctima: Marco Antonio Juárez Torres, constructor ya fallecido. Objetos del delito: una soldadora y un camión. Móvil del atraco: un contrato en el complejo petroquímico Cangrejera. Año: 2006-2007. Punto del conflicto: la devolución del equipo que Francisco Bastar Peregrino diría le fue robado. Pregonaba el “cuñado incómodo” que el negocio era de Víctor Manuel Carranza Rosaldo, entonces funcionario de Pemex en Pajaritos y hoy candidato de Morena a la alcaldía de Coatzacoalcos. Acordó con Marco Juárez la renta de la soldadora y el camión. Meses después se negó a devolverlos, aduciendo que de buenas a primeras alguien se los llevó. Así nomás, alguien se los llevó. Y al no haber contrato con Marco Juárez, imaginó que había eludido ir a prisión. Acreditado que Paco Bastar había realizado los trabajos en Cangrejera, acorralado por cinco testimonios que dieron fe de ello, fue denunciado. Huyó supuestamente a Dos Bocas, Tabasco, donde halló empleo. Llegaba a Coatzacoalcos los fines de semana. Uno de ellos, un sábado, mientras se disponía a acudir a una fiesta familiar, fue detenido al pie de su automóvil, a las puertas de su hogar, en la primera calle de Juárez, frente al mercado Coatzacoalcos. Vestía como catrín: manga larga, corbata y el saco en la mano. Y ahí lo apañó la ministerial. Ingresó horas después al penal Duport-Ostión. Seis meses permaneció ahí, de enero a julio de 2007. Recibió formal prisión, se amparó, le dictaron un nuevo auto de formal prisión y en recurso revisión lo dejaron ir. Su defensor fue el hoy diputado local por el distrito de Coatzacoalcos, Amado Cruz Malpica, coordinador de Morena en el Congreso de Veracruz, quien conoce esa historia y otras más, y otras más, y muchas más. Paco Bastar recuerda el penal. Recuerda al Mata Abuelas, un reo que lo hizo su dama de compañía. Recuerda a Bruno Rodríguez Marina, de quien fue chalán para poder dormir en la zona VIP. Recuerda que hasta Carlos Bahena, ex subdirector de CMAS, esposo de su sobrina María Josefina “Josie” Menéndez Carranza, abogó por él. Nunca devolvió la soldadora ni el camión. Y a Marco Antonio Juárez le valió. Se dio por pagado con tenerlo seis meses en prisión. Y todo por un negocio del hoy candidato morenista, Víctor Manuel Carranza Rosaldo, el hermano de su esposa Patricia. Uno de tantos… Si Ricardo Orozco gusta de correr, que corra. Su paso por la Dirección de Transporte Público del gobierno de Veracruz, el trafique de placas de taxi, pronto lo enfrentarán a un conflicto legal de proporciones mayúsculas. Se estima que en los siete meses que duró en el encargo se expidieron 10 mil concesiones, la mayoría sin justificación alguna. Fue la tónica del duartismo, que hinchó de dinero a líderes y coyotes, y que venía del estilo rapaz del anterior gobernador, Fidel Herrera Beltrán. Al lío que tendrá que enfrentar Ricardo Orozco se sumará el caso Itesco. Ahí, las auditorías revelan uso indiscriminado del presupuesto, pago a “aviadores”, incluida su esposa, así como la asignación de plazas a catedráticos que no reunían el perfil, el canje de calificaciones por trabajo electoral, el otorgamiento de títulos de educación superior a estudiantes que comenzaban a salirse de control. Días oscuros para Ricardo Orozco, el entenado del ex gobernador interino, Flavino Ríos Alvarado, hoy sujeto a juicio, libre bajo fianza, supuestamente porque su presión arterial se le dispara. Ajá. Días oscuros y terribles a quien al inicio del gobierno yunista, el tal Orozco Alor, imaginó que tensando la cuerda, saboteando a la nueva directora del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Coatzacoalcos, María Inés Núñez Monreal, que fue tanto como retar al gobernador Yunes, parando las actividades escolares, afectando al alumnado, seguiría siendo el poder tras el trono. Si sabe correr, que corra. Una orden de aprehensión es una orden de aprehensión… Ya no se mueve Grupo Ortiz. Ya no anda en campaña, apuntalando a Jesús Moreno Delgado, candidato de la alianza PAN-PRD. Su líder, Ramón Ortiz Cisneros, se alejó del PAN cuando su esposa, Claudia Erika Bonilla, fue excluida de la planilla en que era candidata a síndica de Coatzacoalcos. Cargó entonces sus canicas hacia el proyecto del PRD, en que su hermana Mariela era aspirante a regidora segunda. Era, porque el sábado 13 supo que una impugnación la dejó fuera. Quien había sido propuesta originalmente para esa posición, Laura Martínez, ligada a grupos priistas en el pasado, al ex alcalde Iván Hillman Chapoy, se inconformó, interpuso su impugnación y regresó. Presuntamente, el PRD traerá de nuevo a Mariela a la planilla amarilla. Mientras, Ramón Ortiz giró la orden de que su equipo de operadores, su inversión, sus camiones y maquinaria para atender solicitudes de la ciudadanía, frenen toda actividad. A dos semanas de la elección, Jesús Moreno comienza a reventar…
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Foto: Sin Embargo