De Nicole sólo se sabe que se llamaba Nicole. O Simone. Es la chica muerta, asesinada en la masacre de la Narvarte, donde dejó la vida Rubén Espinosa, donde le arrancaron la existencia a Nadia Vera. De Nicole se afirma que es colombiana y con ese montaje, el de la hipótesis de la droga, se evade la pista de la represión contra el fotoperiodista de Proceso, Cuartoscuro y AVC.
Cinco días después, sigue a los tumbos la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, apabullada cuando soltó la versión de que a Rubén Espinosa y las cuatro mujeres los ejecutaron sólo por robarles.
Autor: Mussio Cárdenas Arellano
Rubén Espinosa: exilio que mata
A regañadientes se fue Rubén Espinosa de Veracruz. Creyó en el exilio, en la distancia, en que perdido entre la mancha urbana del DF le permitiría disuadir a los sicarios y a los patrones de los sicarios, duartistas o no duartistas, bermudistas o no bermudistas, y así diluir su sentencia de muerte. Pero el exilio falló.
Murió a manos de chacales, pasado por la tortura, con un tiro de gracia, presumiblemente colgado, en un departamento de la colonia Narvarte donde horas antes departía con amigas y amigos, con Nadia Vera Pérez, activista social, con dos mujeres más y luego la empleada doméstica que encontraron una final sangriento y brutal.
Rubén Espinosa huía de Javier Duarte y el crimen lo alcanzó
Hostigado, golpeado, espiado, Rubén Espinosa se fue de Veracruz lanzando pestes, salvando su vida, lejos de los sicarios autorizados, lejos de Javier Duarte. Burló a la mano criminal sin imaginar que esa mano criminal lo alcanzaría en su refugio, en el DF. Hoy está muerto.
Brutal, su muerte estremece. Hiere a un gremio, el de prensa, en el que Rubén Espinosa hacía fotoperiodismo, vinculado estrechamente a los movimientos sociales, a la protesta, a la denuncia contra el duartismo, al activismo social, a diario su descripción en imágenes del Veracruz harto de corrupción y atropello, de injusticia e impunidad.
Maruchi Bravo: las amenazas y el espionaje
¿Quién se deja hackear? Tácitamente nadie. Maruchi Bravo Pagola sí. Sus teléfonos están intervenidos. Sus cuentas en internet también. Monitorean las cuentas apócrifas en las redes sociales, las que llevan su nombre pero con las que no tiene que ver. Está, pues, en manos de Gobernación.
“Soy considerada —puntualiza— por parte de la Segob como persona que se encuentra en alto riesgo”.
Karime Macías: pensión miserable y no paga
Vivía Karime días de ensueño, los negocios del poder, la casa de Maricopa, Miami a sus pies, Europa como si fuera día de campo, el DIF usado como plataforma de vanidad personal. Sólo un pendiente la perturba: la pensión a los adultos mayores, miserable la ayuda, regateada o escamoteada.
Ya no es la Karime Macías de los primeros días, cuando la tenebra de Fidel Herrera, imaginando que tendría el títere a modo para consolidar el fidelato, llevó a la familia feliz, Javier Duarte al frente, a comerse a Veracruz en un ejercicio de gula política.
Javier Duarte: ejecuciones en cascada
A la deriva, Veracruz se proyecta en la una espiral de violencia, los muertos a diario, la tortura, las ejecuciones, los cuerpos desmembrados y los que aparecen embolsados. Es el Veracruz de Javier Duarte, el del fracaso en seguridad.
Cada día, teléfono en mano, Javier Duarte escucha el mismo reporte. Le cuentan las cifras, los números, a detalle la violencia, la ola roja, de rojo sangre, que avasalla su gobierno, su estrategia de seguridad, el sueño de la Prosperidad.
Veracruz: oleada de muerte
Son 11. Mueren en el campo, en la ciudad, cerca de Veracruz, en Yanga, en la zona cercana a Xalapa, mutilados y decapitados, con las huellas de una violencia que parece interminable, sello del desgobierno de Javier Duarte, devorado por el crimen organizado.
Fin de semana brutal, Veracruz volvió a ser la arena de los odios y del desprecio a la vida, la vida arrancada con saña y el espectáculo de la sangre que ha marcado a un gobierno, a un gobernador, a un sistema cuya insensibilidad al tema de la seguridad terminó por robar la tranquilidad a los veracruzanos.
Carlos Slim: el túnel de nunca acabar
No siempre compra Carlos Slim gato por liebre. En Veracruz sí. Aquí adquirió la concesión del túnel sumergido bajo el río Coatzacoalcos, que no es una obra magna ni el negocio ideal. Es, eso sí, conflictos por doquier, corrupción y demagogia, deudas y denuncias, y un desfalco de 2 mil millones de pesos.
Carso, su emporio, encabeza ahora el rescate de la fallida obra del gobierno de Veracruz, mina de oro de Fidel Herrera Beltrán, el ex gobernador que le diera vida, que inflara sus costos, que modificara el título de concesión y en cuyo reinado se fuera tejiendo un descomunal fraude con cargo, por supuesto y como siempre, al erario público.
Víctor Rodríguez y la dama bronca
En medio de dos varones, la mujer de negro, la consejera de mente lúcida, la audacia sin freno que conjuga el instinto, la intuición y desde luego la ambición. La toma de la cintura Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, y sonríe, complacido, Víctor Rodríguez, El Chochol.
Felicia Parra no es un accidente en la vida de Víctor Rodríguez Gallegos; es un milagro. Con ella crece, se agiganta, supera a los hijos del marcelismo, se encumbra en lides estatales a los que nadie, sólo su mentor, Marcelo Montiel Montiel, ha podido acceder.
Javier Duarte: otro apretón
¿Qué sabía Pepe Yunes? Habló y denunció. Diagnosticó el desastre financiero, la bancarrota de Veracruz, el colapso, el endeudamiento sin mesura, el desvío de recursos, la complicidad y la necesidad de que “se castigue realmente al primer funcionario por corrupción”. Y días después, Javier Duarte reventó.
Algo sabía el senador pues su lectura era el preámbulo del escándalo que no suelta al gobernador, a la vista el uso de los dineros públicos federales en tareas, obras y acciones para los que no fueron etiquetados, y la simulación perversa, reintegrando los millones y volviéndolos a tomar, al margen de la ley.