A su familia, a sus amigos, a medios de prensa nacional e internacional, Rubén Espinosa les expresaba el acoso y las amenazas de Javier Duarte, el nivel de agresión, la intolerancia que intimida y que termina con la vida. Traslucía miedo. Huía del gobernador. Se había vuelto un “fotógrafo incómodo”.
Su muerte pone bajo sospecha al gobernador de Veracruz, por su vena fascista, por ser proclive a la represión, por el uso del aparato de poder para enfrentar a sus críticos, por la brutalidad policíaca contra los movimientos sociales.
Seguir leyendo