Fulminada por un tribunal de consigna, Patricia Lobeira de Yunes se duele y patalea, victimizándose y parloteando que le arrebatan la alcaldía de Veracruz por violencia política de género. Como si en el yunismo la misoginia, la infidelidad y la pederastia no fueran punto de quiebre.
La “víctima” pregona que ser mujer en Veracruz “ se ha convertido en un riesgo y más para nosotras que estamos en la política”.
La “víctima” aduce que “han querido menospreciarme por ser mujer, esposa y madre”.
La “víctima” respinga contra la misoginia del gobernador Cuitláhuac García y la pandilla en el poder.
La “víctima” se siente heroína nacional. “En más de 500 años de historia del municipio de Veracruz me convertí en la segunda alcaldesa electa y soy la mujer más votada en la historia de nuestro puerto de Veracruz”.
La “víctima” no recuerda que en el yunismo hay misoginia, abuso sexual, célebres infidelidades y hasta un rollo de pederastia que el fidelismo le confeccionó a su suegro, Miguel Ángel Yunes Linares, la pista de Jean Succar Kuri en Cancún, de lo que la familia no se quiere acordar.
El ardid no sólo es absurdo sino hilarante. El que no brinca de asombro, muere de risa. Ni se le cayó la alcaldía “por ser mujer”, ni los votos son suyos sino del yunismo azul que operó la elección, con ganas y con tretas, y que venció en las urnas a la maquinaria oficial… hasta que el Tribunal Electoral de Veracruz anuló la elección, revirtió el triunfo y los puso en modo freeze.
Sus votos y los de Morena son un hito. Es la mayor votación para un partido ganador y la mayor, también, para el partido que obtiene el segundo lugar. Pero la anulación no obedece a un caso de misoginia sino a una razón política: el conflicto de los Yunes azules con el obradorismo rapaz.
El discurso de Patricia Lobeira, esposa de Miguel Ángel Yunes Márquez, es pues, un absurdo descomunal. El agravio “por ser mujer” no encaja. No rima. Es frágil. Se puede usar en el teatro de comedia o en la carpa popular. Porque no conmueve pero sí hace reír.
De origen, la elección municipal en Veracruz apuntaba a convertirse en el Waterloo de los Yunes azules. Chiquiyunes intentó ser alcalde arrebatando una candidatura que sabía se le iba a caer. Sin ser originario del municipio, sin poder acreditar residencia mayor a tres años, su caso se judicializó. Perdió primero en el TEV y luego en las salas regional y nacional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Y entonces vino la imposición. Patricia Loberia pasó de ser esposa a candidata sustituta. “Paty Yunes”, el mote que le endilgaron, el apelativo al que ahora responde, dijo entonces que lo suplía “por amor” —¡qué romántica!—, sólo mientras le regresaban la candidatura. Y en esas se quedó.
No hubo otra mujer en el yunismo con la talla para asumir la candidatura. Ni Maryjose Gamboa, la diputada federal de encendidos discursos, ni Indira Rosales San Román, la senadora que suscribe manifiestos ultraderechistas, cubrían el requisito. Una es Gamboa, la otra Rosales. Les faltaba apellido. Y así se rebautizó a Patricia Lobeira como “Paty Yunes”.
El yunismo, en números, ganó esa elección. Resistió la embestida de Morena, la intromisión descarada, el uso de los programas sociales, la alianza de Cuitláhuac García con el fidelismo, el duartismo y un sector del panismo que vio en la disputa por el puerto de Veracruz el resquicio para diluir la fuerza de los hermanos Miguel Ángel y Fernando Yunes Márquez.
El yunismo ganó pero también hizo trampa. Fernando Yunes Márquez, actual alcalde de Veracruz y a quien le urge que su cuñada llegue y le cuide las cuentas, se entrometió en la elección, deslizó la sutil amenaza de que si ganaba Patricia Lobeira los trabajadores municipales continuarían estando bien. ¿Y si no? Su voz fue registrada en un audio. Luego vino el conflicto poselectoral.
La caída de la candidatura llevó a Miguel Ángel Yunes Márquez al terreno de la movilización. Fue una oda al ego del junior. Sus huestes en las calles marchando, con una careta con el rostro de Chiquiyunes. Un auténtico carnaval. Y el coro de la soberbia: “Todos somos Miguel”. Ese fue su pecado y en él llevaron la penitencia. El costo de la comparsa entró a las cifras de la campaña, a la absolución del Instituto Nacional Electoral, al golpe del tribunal estatal, y de vuelta al INE.
Hoy los Yunes azules navegan en aguas bravas. La candidatura de Chiquiyunes se armó a partir de un certificado de residencia en el puerto de Veracruz sin que la residencia fuera efectiva, con documentos oficiales del ayuntamiento, con testimonio de personal de confianza y jefes de manzana aduciendo que acreditaba el tiempo de ley. Pero aquello fue una farsa.
Por esa treta, uno y otro —Miguel Ángel y Fernando— están denunciados y terminarán en la cárcel. Igual los que participaron en el engaño. Así ganen la alcaldía en el tribunal federal, así Patricia Lobeira sea alcaldesa, viene un largo juicio, la persecución del obradorismo contra el Clan Yunes.
Y ahí se verá a “Paty Yunes” conteniendo al Órgano de Fiscalización Superior de Veracruz que en cada revisión le halla más cuentas sucias a su cuñado Fernando, obras que no cumplen con el fin para el que fueron presupuestadas, inconsistencias que hacen presumir daño patrimonial.
Mientras, Patricia Lobeira cumple con el script. Tras el revés del TEV, profiere el discurso de la mujer agraviada, la misoginia, el riesgo para quienes hacen política y el menosprecio por ser “mujer, esposa y madre”.
El galimatías verbal se adereza con el autobaño de elogios por ser la mujer más votada “en más de 500 años de historia del municipio de Veracruz”.
Al yunismo lo conmueve; a sus detractores los mata de risa. El tema no son los delirios de los parientes ni la fanfarronería. El tema son los delitos electorales que van a determinar el futuro del municipio de Veracruz.
Rosa María Hernández Espejo, diputada federal por Morena, le pone los acentos a las vocales:
“Lamentamos mucho que la señora candidata del Partido Acción Nacional esté permitiendo que su partido y su familia la utilicen porque ella misma se pone Paty Yunes, Paty de Yunes y no utiliza su nombre completo”.
Y la centra:
“Una mujer de lucha, una mujer política no lo permite. Lucha con todo y se impone y ella se quiere victimizar diciendo que porque es mujer la están descalificando. No es por eso. A Paty la están descalificando porque cometió delitos electorales, porque violentó la ley”.
La elección municipal de Veracruz es un episodio manchado por todos: los Yunes y la candidatura apócrifa; los delitos electorales de Chiquiyunes y Fernando; el uso de Patricia Lobeira como tapón de emergencia en una nave que amenazaba con zozobrar; la intromisión de Cuitláhuac García y la pandilla del poder para darle a Morena joya de la corona entre los municipios de Veracruz, y la decisión manoseada del TEV, un órgano sometido, controlado y al servicio del gobernador.
No es un tema de misoginia. De eso en el yunismo hay abundancia de casos, abuso sexual, célebres infidelidades y peores pecados como aquel de la pederastia que el fidelismo le armó al otrora jefe del clan, Miguel Ángel Yunes Linares, y que Morena se lo puede reactivar. ¿Será que Patricia Lobeira no pensó en eso? ¿O no lo pensaron los que hacen los discursos?
Es un tema de revancha política, de fuerzas encontradas, de insultos a Andrés Manuel López Obrador en las campañas de 2017 y 2018, y la consecuente revancha del obradorismo en el poder.
Que Patricia Lobeira despierte. No le anularon la elección por ser mujer.
Archivo muerto
A la mitad del camino, Andrés Manuel es un fiasco en combate a la corrupción. A la mitad del camino, el fiscal Alejandro Gertz posee una fortuna de cientos de millones de pesos, adquiere 122 automóviles de lujo por los que pagó 110 millones de pesos, plagia dos libros, usa el poder para encarcelar a Alejandra Cuevas Morán, hija de su ex cuñada política, Laura Morán Servín, extorsiona a quien fuera pareja de su hermano Federico y le hallan una cuenta en un paraíso fiscal por 8 millones de dólares. A la mitad del camino, el ex titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto Castillo, es balconeado por las tres casas y un auto de lujo con valor de 40 millones de pesos que posee, inmuebles adquiridos con créditos bancarios. A la mitad del camino siguen apareciendo pruebas del uso de dinero de procedencia ilícita en el proyecto que lo llevó a la Presidencia de México —videos de Pío y Martín López Obrador con los sobres amarillos, y la operación carrusel en la que aparece su secretario particular, Alejandro Esquer, que usó el fideicomiso creado supuestamente para apoyar a los damnificados del sismo de 2017, dinero que paró en las campañas de Morena—. A la mitad del camino, los Trivago —sus hijos José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo López Beltrán— y su empresa chocolatera, cuyo principal directivo es miembro del programa Sembrando Vida. A la mitad del camino, a nadie de los suyos encarcela López Obrador, así sean consumados delincuentes. La justicia va contra Rosario Robles, Emilio Lozoya, funcionarios menores del gobierno de Enrique Peña Nieto y del que encabezó el ex jefe de gobierno en la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera. Pero a Peña Nieto no lo toca y a Calderón lo embiste de palabra pero no hay ni una acción legal en su contra. A la mitad del camino, sobra verbo e impunidad. A la mitad del camino, el combate a la corrupción es mitad engaño, mitad show… Y los Yunes pactan —vaya ironía— con un ladrón de elecciones, de la corte de Tito Delfín. Circula en redes sociales la gesta de Federico Salomón Molina, candidato a la presidencia del Partido Acción Nacional, sustituto de Tito Delfín, hoy encarcelado por la mano sucia del gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez. Candidato a presidente del PAN en su natal Sayula de Alemán, en 2019, Federico Salomón enfrentó el desarraigo y el panismo local se la cobró. Hacía años que residía en Xalapa. Poseía domicilio en la capital de Veracruz y su credencial de elector así lo acreditaba. Obvio, llegó a la elección municipal y le dieron una felpa. Pero llevaba un as bajo la manga. “Armó dos asambleas —refiere la versión difundida en Facebook y corroborada por panistas que conocen a fondo aquel episodio—, dos elecciones. La primera, la oficial de acuerdo a la convocatoria, y en donde perdió catastróficamente, para luego llevar a sus simpatizantes a otra reunión, en donde levantó un acta solamente con sus simpatizantes y donde evidentemente ganó”. Y validó el fraude gracias a dos padrinos de correrías: Tito Delfín y Enrique Cambranis. “Moviendo sus influencias con las estructuras territoriales que manejaba Cambranis y Tito, en el Comité Directivo Estatal, de modo que en Xalapa el acta de asamblea que se entregó fue donde (Federico Salomón) ganó, desapareciendo el acta real donde había perdido”. La sustitución de Tito Delfín por hallarse tras las rejas violentó el reglamento de elecciones del PAN (artículo 15, primer párrafo) y a eso se agrega el historial de trapacerías de Federico Delfín. Y los Yunes azules en su festín de desatinos y patadas de ahogado por hallar la fórmula para contener a Cuitláhuac García y a la mafia del no poder. Se suponía que los ineptos eran el gobernador y sus secuaces… ¿Cuarto informe de resultados? No, cuarto año de transas y trapacerías, de delincuencia obradorista y abuso de poder en Coatzacoalcos. Víctor Carranza, el alcalde que no cesaba de bailar La Iguana, encabezó a una banda de rufianes y al final sacó el cobre. Mostró la bajeza y la mala fe. Confeso, el morenista Víctor Carranza se exhibió como un ladrón de luz, ordenando reconectar el suministro de energía luego que Comisión Federal de Electricidad le bajara el switch por un adeudo de más de 200 millones de pesos, heredados de ayuntamientos anteriores. Víctor Carranza, el ahijado de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, instruyó a la Policía Municipal detener y encarcelar a tres empleados de CFE, cuyo pecado fue cumplir una orden superior y realizar el corte de luz. Cuarto año, no de labores sino de una violación sistemática a la ley. Cuatro años sin una obra decente. El parque Miguel Hidalgo, un fiasco, construido tras el despojo a las ligas de futbol, con el atraco del acta de cabildo falsificada; y el Parque del Hemiciclo a los Niños Héroes con graves problemas técnicos y una constructora a la que no le aplicaron la fianza de vicios ocultos porque es protegida del secretario de Desarrollo Urbano Territorial y Agrario del gobierno federal, Román Meyer Falcón, hijo de Lorenzo Meyer, el otrora respetado intelectual que hoy en sus silencios y sus justificaciones al obradorismo se extravió. Cuarto año del peor gobierno municipal en la historia de Coatzacoalcos, con un alcalde, Víctor Manuel Carranza, que terminó incurriendo en delitos del orden federal y, vaya cínico, admitiéndolos ante notario público… Pablo Yep impugnó la regiduría que el Ople, o sea Rocío Nahle, le regaló a Patricia Hong. Impugna el acuerdo del Órgano Público Local Electoral de Veracruz —OPLEV/CG375/2021— que lo dejaría fuera del cabildo de Coatzacoalcos, pese a ocupar la séptima posición en la planilla de Morena y a que el partido obradorista se lleva 10 espacios —presidencia, sindicatura y ocho regidores—, siendo favorecida Silvia Patricia Hong Hernández, comadre de la secretaria de Energía, Rocío Nahle García. El Tribunal Electoral de Veracruz dio entrada al alegato de Pablo Yep Gómez —expediente TEV-JDC-671/2021— y fue turnado a la presidenta del órgano colegiado, Claudia Díaz Tablada, para su análisis y resolución inmediata. Si Pablo Yep logra revertir el acuerdo del OPLE, no sólo ingresará al cabildo y dejará fuera Patricia Hong sino que impactará en las regidurías de los partidos opositores…
Foto: Diario de Xalapa