* Veracruz: tráileres quemados * Cuartel de la Fuerza Civil atacado * Carreteras bloqueadas * La peor crisis de seguridad * Y el gobernador pasmado * Morena, motor del conflicto por la presa Yuribia * Patrocinio, repudiado * La Liebre y el terror en el penal * Carranza, perverso * Otros 200 empleados municipales a la calle
Al interior de la burbuja, Cuitláhuac es feliz, en su mente sólo Andrés Manuel. Y afuera el Veracruz real: la narcoviolencia, la declaración de guerra del Cártel Jalisco, las ráfagas y los casquillos, las mantas y los ejecutados, tráileres devorados por el fuego, mujeres descuartizadas por ponerle el dedo a Los Zetas, linchados en Atzompa. Una escalada brutal.
Sueltos los demonios, apenas si reacciona el gobernador. Pasmado, ve el desafío pero no lo interpreta. No atina a saber, ni a concebir, ni a entender que los malos van por el territorio y van por él.
Se incendian los tráileres y se incendia Veracruz. Se escucha los alardes y el amago de los sicarios gritando “Puro Cártel Jalisco”, conminando a zetas y golfos al desafío de frente, cara a cara, portando las AK-47, los Calibre 50, los R15, en un escenario de locos y de muerte, donde campean los insultos, la procacidad.
A media autopista, esa que va de La Tinaja a la Cuenca del Papaloapan, al feudo del Fidel Herrera por el que no se para ni se quiere acordar, se ven los inmensos vehículos ardiendo, bloqueando el camino y detonando ese miedo con trazas de terror, que ya en el veracruzano se va volviendo elemento natural de su realidad.
Tráileres abrasados por el fuego con sus inmensas columnas de humo, y a su lado los matones del Cártel Jalisco Nueva Generación que en abierto, retadores, profieren la amenaza, conformando un escenario de narcoviolencia, de reto al Estado, de provocación a Cuitláhuac García, el gobernador de Morena que hasta ahí ni reaccionaba, ni se movía, ni soltaba un destello de oficio ante la peor crisis que sacude a Veracruz.
Hasta entonces, don Cuit seguía inmerso, refugiado, en la burbuja.
Un audio, una atropellada voz de alerta, emitida por integrantes de una patrulla de la Fuerza Civil, la noche del jueves 14, abrió la jornada violenta. A velocidad de ráfaga huían. Eran seguidos por más de 20 camionetas del CJNG, y en ellas los matarifes del Mencho, su líder, su capo mayor.
Horas después, la quema de los vehículos, los disparos al aire, las ráfagas de las AK-47, el reto abierto, sicarios algo histriónicos, peliculescos, posando para la lente, dejando constancia que ellos “Puro Cártel Jalisco” son, sí señor.
Y del gobernador nada.
Zona de miedo, el tramo de La Tinaja a Cosamaloapan, la que viene del centro de Veracruz al sur, es tierra de forajidos y bandoleros, los que asaltan camiones y autos, los que atrapan a sus víctimas colocando pierdas tronco en el camino. Cuatreros vulgares, son despiadados con el que encuentran inerme, indefenso.
Pero hoy esos malnacidos no están. Ni ellos se quisieron meter con las Chivas del CJNG. Huyeron como huye la policía del gobernador, la Fuerza Civil.
Poco después, el ataque se siente en Catemaco. A un costado de la laguna, sobre la congregación de La Victoria, el fuego consume otro tráiler que bloquea la serpenteante carretera.
A la base de la Fuerza Civil, en Jáltipan, la impactan las balas disparadas por el CJNG, y le destruyen una parte de su fachada. Y los vecinos, la sociedad entera con el alma en un hilo.
Y hasta entonces, del gober de Veracruz ni sus luces.
Tierra incendiada, Veracruz es el corredor que le falta al Cártel Jalisco Nueva Generación para dominar al país. Y Cuitláhuac García le abrió la rendija por donde habrán de irrumpir.
Cada que puede, con inquina y veneno, Andrés Manuel López Obrador resume la guerra a las drogas de Felipe Calderón con una analogía contundente: “Fue como agarrar a palazos a un avispero”. Fue golpear a los cárteles sin estrategia, a ciegas, a tontas.
Pues así actuó Cuitláhuac.
Fue su secretario de Seguridad por el león y el león despertó. Arrestó a integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación, aseguró los ranchos de Tierra Blanca que servía de campamento de operaciones, y el de Tlalixcoyan, y decomisó equipo táctico, chalecos y armamento.
Sobre el campo abierto, en el feudo del Cártel Jalisco, se erige una figura: Hugo Gutiérrez Maldonado, secretario de Seguridad. Potra chaleco antibalas. Calza tenis. Al cinto trae la pistola con la que ha someter a los sicarios del Mencho.
Lo que nadie logró, golpear y trastocar al Cártel Jalisco, lo hizo este cuestionado secretario de Seguridad venido de tierras regias, de su querido Nuevo León.
Su imagen corre en redes sociales, en medios de comunicación, agraviando al grupo delincuencial, humillándolo, mostrando al CJNG como un fantasma que ya no logra espantar.
Y enfrentó la reacción.
Salió de su madriguera el CJNG e hizo de Veracruz un escenario de narcoviolencia, embistiendo y correteando a la Fuerza Civil. Huye, pues, la policía de élite. Huyen lanzando voces de auxilio, implorando apoyo, luchando por su vida, en un espectáculo degradante, miserable, que lleva a pensar: si estos son los cuidan a los veracruzanos, todo se ha perdido.
¿Y Cuitláhuac? En la burbuja.
Un par de días y Veracruz ya es territorio Chiva. Su idioma son las armas y las balas y las arengas y las mentadas. Su fuerza está en la narcoviolencia, los tráileres que arden bloqueando carreteras, cuarteles de policía atacados, en la amenaza que se lee en las redes sociales y en las mantas que señalan qué mandos y tropa trabajan para los zetas y van a morir.
Cuitláhuac se deja ver en Tierra Blanca. Tardíamente reacciona. Dialoga con jefes policíacos y difunde en sus comunicados que coordina las tareas de seguridad. ¿En serio? ¿Sabrá qué es eso?
Luego se chuta un hot dog. Y sonríe. Y posa la fotografía. Es el mensaje de tranquilidad que le envía a los veracruzanos.
Cesan los disparos y los tráileres quemados. Hasta el CJNG economiza parque, guarda balas y vuelve a la madriguera. Ahora va por los rivales, por los zetas, muchos de ellos, como los del Comandante H, ya de su lado. Va por los policías y mandos de la SSP que juegan con el cártel que tomó carta de naturalización en los días en que Fidel Herrera gobernaba Veracruz.
De la violencia feroz pasan a la guerra fría. Se difunden audios en que amagan con ir sobre el secretario de Seguridad y el director operativo de la Fuerza Civil, instando a los policías a no comprar vendetta ajena, hacerse a un lado o morir.
Y en otros audios, supuestos policías responden y reclaman. Increpan a Cuitláhuac, a Hugo Gutiérrez, al alto mando de Seguridad Pública, por mandarlos al frente, sin estrategia, al matadero.
Humillado, Cuitláhuac García se observa pasmado, el gesto adusto, el miedo en los ojos, enfrentado a un cártel letal, cuestionado en Palacio Nacional, en el círculo del presidente que reclama la tardanza para responder y la torpeza para manejar la primera crisis de seguridad.
Con más de 50 ausencias en las reuniones diarias de seguridad, desairando a manos militares y navales, a la Policía Federal, el gobernador fue el constructor de su desgracia. Y eso que el convocante era Andrés Manuel López Obrador.
Como él, ni el secretario de Gobierno y tripulador oficial, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, ni el titular de Seguridad, Hugo Gutiérrez, acudían a las mesas donde se diseñan las estrategias y se evalúa la fuerza de los delincuentes, sus alcances, sus vulnerabilidades.
Abrasados por el fuego del Cártel Jalisco, Cuitláhuac y sus inútiles llevaron a Veracruz a un estado de indefensión, provocando angustia, generando el asombro de un sector de la sociedad que no puede creer lo que ve.
Pronto, dice el gobernador, habrá respuesta de Veracruz y la Federación.
Por lo pronto, le faltaron bomberos y no halló agua para sofocar el incendio.
Le faltó valor y le sobró miedo para enfrentar el embate chiva.
Le sobró torpeza para tomar el bat y darle con todo al avispero, como el Dios Peje decía de Calderón.
Sueltas las avispas, ni cómo someterlas.
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Archivo muerto
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Juez y parte, Morena fue el motor del Yuribia, el secuestro de la presa, el desabasto de agua, la confrontación de grupos, el factor político por encima de la demanda social, el repudio a Cuitláhuac García y a su tripulador oficial, Patrocinio Cisneros. Medio mes así, entre la exigencia de los ejidatarios que esgrimen violaciones al convenio con el gobierno de Veracruz, falta de obras, el dinero que extrañan, y un gobernador indolente, apoltronado, que no ve ni oye, insensible al reclamo de medio millón de habitantes, los que ven trastocada su vida y perciben que ahí lo que sobra es grilla de los Bautista contra los Bautista en Tatahuicapan y guerra por el poder entre Cuitláhuac y Manuel Huerta, el superdelegados del gobierno federal. Hacia el 1 de marzo, pasado el mediodía, ocurrió el primer bloqueo a las válvulas. Dijeron ceder. Y luego el ataque frontal. Horas y días después, el desabasto ya es crisis. Y el silencio del gobernador se volvió insulto, y su pasividad, desprecio. Cuitláhuac no articulaba una salida. No enfrentaba a los ejidatarios. No apretaba ni negociaba. Sus operadores bajaban al diálogo y se iban de la sierra con las manos vacías, porque no saben, porque no quieren, porque no pueden. Cuitláhuac García y Patrocinio son la ignorancia total, remedos de políticos, gobernador y secretario de Gobierno por accidente electoral, una nulidad, una vergüenza para Veracruz. Morena fue —es—el motor del conflicto: los ejidatarios son movidos por agitadores y profesores vinculados o militantes de Morena, Eloy González e Inocente Bautista, ya denunciados; el alcalde de Tatahuicapan, Esteban Bautista, que llegó al cargo por el PAN-PRD y en cuanto pudo pactó con Rocío Nahle y se saló; Manuel Huerta, ex líder estatal de Morena, cuyos seguidores, según Esteban Bautista, son los artífices del secuestro de la presa; Víctor Carranza y Nicolás Reyes, alcaldes de Coatzacoalcos y Minatitlán, ambos de Morena; y Cuitláhuac y Patrocinio, encumbrados en el gobierno de Veracruz por el triunfo del partido de Andrés Manuel López Obrador. Crea Morena el conflicto, lo deja correr, lo magnifica y lo mantiene en punto de ebullición. A los ejidatarios les imputa cargos y una denuncia por sabotaje y daños a la presa. Y los tipos suponen que con desistirse se extinguirá la acción legal. Pues no, por los cargos que les atribuyen, la Fiscalía de Jorge Winckler no los dejará ir. Aún con desistimiento, son delitos que se persiguen de oficio. Algo ven los ejidatarios, quizá que los usan y los desechan, que ya sólo les falta declarar personas non gratas al gobernador a Bola 8, el secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros. La noche del miércoles 13, los ejidatarios lanzaron la sentencia: cero diálogo con Patrocinio y tampoco con el gobernador si osan reunirse con el alcalde Esteban Bautista. Y nadie movió un dedo. También en Tatahuicapan hay vacío de poder. Y Morena en el centro del caos… Mal acusado, La Liebre paró en un penal federal. Otro poco y se les va. Nunca fue jefe de plaza ni operador; fue un matón y nada más. Aprehendido a la brava, el sicario del H aguardó en la ex PGR su consignación o su libertad, imputado de cargos de droga, armas en su poder y homicidio. Dos días así, bloqueadas las calles al tráfico vehicular, marinos y policías resguardando los accesos, vigilantes, el gesto adusto, el nervio alerta, sabiendo que por Alaín López, alias La Liebre, su patrón, Hernán Martínez Zavaleta, daría la mitad de lo que queda de su reino zeta. Sicario sin alma, el que ultimó al taxista Clemente Martínez, su esposa y sus cuatro hijos, permaneció en el reclusorio Duport Ostión, imaginando que desde ahí seguiría operando y tomando el control del penal, crispando los nervios de la población. Horas así. Dormían con miedo los reos que denunciaron el autogobierno zeta, los atropellos, el clima de terror. Dormían, o medio dormían, los que creyeron que esto iba a cambiar. Y el lunes 11, sin decir más, La Liebre fue trasladado a Durango, a uno de los penales federales, alejado del feudo del Comandante H, del negro pasaje de los niños asesinados por una venganza demencial… Inhumano como es, Víctor Carranza deja sin empleo a 200 empleados —algunas versiones señalan que son 400— del ayuntamiento de Coatzacoalcos. Los echa sin mediar la rescisión por escrito y explicando las causas. Se van trabajadores con 19 años de antigüedad, apodado Sergio el bailador”, con salario de 140 pesos al día, unos 4 mil 220 pesos mensuales. Y así otros más. No les comunicó el despido el área de recursos humanos, cuyo titular, Jaime Valdés, tenía la obligación de hacerlo en tiempo y forma. Aduce el ayuntamiento que no eran trabajadores afiliados al Sindicato Único de Empleados Municipales por no aparecer en las listas que fueron entregadas al Tribunal de Justicia Administrativa, antes de lo Contencioso. ¿Y su base? ¿Y el tiempo laborado? ¿Y la justificación para semejante atropello laboral. Cuenta Sergio el Bailador que le ofrecen la recontratación si se aparta del sindicato. O sea, se perpetra una canallada, dejando al trabajador sin el sustento de la familia, sólo por desmantelar al SUEM. Impensable para muchos, que por las venas del alcalde emanado de Morena, Víctor Carranza, corra tanta perversidad. A las denuncias que ya confronta se sumarán cientos más. Y el costo político será para Morena…
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