Imperfecto y volátil, sobre todo bipolar, Marcos Theurel no llegó a la alcaldía para gobernar. Su misión fue otra. Dispuso de los recursos de Coatzacoalcos, endeudó demencialmente al municipio y privilegió a una red de contratistas conformada de tiempo atrás. Primero el negocio, después el pudor.
Su corrupción es proverbial. Su negra fama, peor, tejida en el cotidiano quehacer del político inventado para operar proyectos de largo alcance, cero escrúpulos, y simular obra de beneficio social.
