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UV: la agresión y la insurrección estudiantil

* “5 de junio no se olvida”  * Grupo parapolicíaco perpetró el ataque  * Entrenados en El Lencero: Timoteo  * Revuelta frente a palacio  * El cómputo final y el Congreso  * La chiquillada debiera desaparecer  * ¿Y los votos de los independientes?  * Héctor Yunes, el senador verde  * Convivio con la prensa

 

Gritan y marchan. Acusan los universitarios al Estado represor. “Fue el Estado”, denuncian en su proclama, agraviados todos por el ataque criminal contra ocho estudiantes, apaleados con saña, atacados con machetes, olvidados por la policía omisa, indolente, cómplice, que no actuó, y por una rectora que se oculta, que no los lidera y que cuando rompe el silencio, maniobra, engaña y se eriza.

“Si tocan a unx, nos tocan a todxs”, dice una de sus mantas, profusamente difundida en medios de comunicación y en redes sociales, una estampa de la protesta.

Y ahí, en la Plaza Regina Martínez, aunque no le guste al gobernador Javier Duarte, aunque retiren la placa original, aunque se tenga que tragar que ya fue repuesta, la Plaza Lerdo de Xalapa, le imputan y le dicen, lo encuadran y le advierten: Ni uno más.

Toman las calles los estudiantes de la Universidad Veracruzana. Caminan con ellos los catedráticos y miembros de la sociedad. Reclaman el ataque a los ocho universitarios, la indolencia oficial, la neutralidad insultante de la rectora Sara Ladrón de Guevara, sin una condena a la altura del agravio.

Es lunes 8. Parten de la Unidad Académica de Humanidades, caminan por la avenida Ávila Camacho y desembocan en Plaza Regina, de frente al palacio de gobierno.

Recuerdan todos lo que ocurrió el viernes 5, cuando un festejo entre amigos tomó visos de tragedia, la violencia ahí, impensada, no por acción de la delincuencia sino por la mano de la represión.

A eso de la una de la mañana arribó un grupo parapolicíaco, criminal y alevoso, cobarde pues se cubría el rostro, cobarde pues portaba bates de beisbol y machetes, cobardes pues atacaron a jóvenes desarmados.

“Ya se los cargó la v… Hasta aquí llegaron”, grita uno de los hampones. Cunde el pánico. Toman a unos y los azotan contra la pared. Patean a quien encuentra a su paso. Golpean a placer, con los bates, con los machetes.

Relata uno de los agredidos: “Fueron los 20 minutos más largos de mi vida. Nos aventaban contra la pared, golpeaban, nos agarraron a patadas y yo como pude me resbalé hasta bajo la cama, ahí me quedé. Escuchaba cómo gritaban, todos pedíamos auxilio y nadie nos ayudó”.

Llegó la policía, tomó nota de los heridos, permaneció unos minutos. Luego arribaría un vehículo Pontiac blanco, ocupado por personas vestidas de civil. Hablaron con los policías y todos se retiraron.

Tres de los universitarios fueron trasladados al Centro de Especialidades Médicas, en Xalapa. Temían que presentaran fracturas craneales por los golpes recibidos. Las fotografías que circulan en las redes sociales y en la prensa describen la violencia y la saña de los encapuchados.

Horas después se sabría que no es un hecho aislado. Describe al gobierno represor, al espionaje de estado, el uso de los recursos del gobierno contra la sociedad, la política de intimidación contra los adversarios, la mano ruda del duartismo contra los núcleos de protesta.

Fluían las voces acusando al secretario de Seguridad Pública del gobierno veracruzano, Arturo Bermúdez Zurita, de haber fraguado el ataque contra miembros de la UV, de tener una lista de “enemigos del gobierno” porque acuden a marchas, pintarrajean paredes y causan destrozos. Pidió su renuncia el diputado local Fidel Robles Guadarrama, del Partido del Trabajo, pues se advierte su mano, sus truculencias, su rencor contra quienes increpan a la mafia oficial.

“Condenamos la violencia y la criminalización de los estudiantes en Veracruz y todo el país —decían en su reclamo los estudiantes—. Exigimos al Gobierno del Estado que cese la violencia y la criminalización de la protesta”. Y remataban: “5 de junio no se olvida”.

Alejandro Saldaña, académico de la UV, leyó un comunicado en que “la comunidad universitaria señala una operación ‘de un comando paramilitar o parapolicíaco’ como responsable del ataque que mantiene en situación de salud delicada a estudiantes, y por lo que fueron trasladados del Centro de Especialidades Médicas a hospitales privados”.

Andrés Timoteo, autor de la columna Texto Irreverente, publicada en Notiver, uno de los periodistas más agudos, críticos, bien informado, hoy en el exilio por seguridad personal, escribió el 6 de junio:

“Que no renuncie Arturo Bermúdez Zurita a la Secretaría de Seguridad Pública. No, no lo dejen renunciar, que no lo haga. ¡Que lo destituyan y que lo presenten detenido ante un juez para que responda por la agresión cometida ayer en Jalapa contra  ochos jóvenes!. Los atacantes  encapuchados fueron entrenados en las instalaciones de la Academia Estatal de Policía. Son de los suyos, de los acreditados, afirman en los mismos pasillos de palacio de gobierno.  Fue  la venganza de un mal gobernante que se las cobró a los gritones que lo han cuestionado.

“Los estudiantes se la deben —porque no son los primeros ni serán los últimos en la lista negra— a Javier Duarte quien los tiene en la mira desde aquellas marchas cuando junto con maestros le gritaron en la Plaza Regina Martínez: ¡Duarte marica, atácanos ahorita!. Y ya lo hizo. Por supuesto que el gobernante vengativo no va a renunciar ni lo van a destituir pero en menos de dos años será candidato a la prisión, solo es cuestión de esperar, de no olvidar y claro, de votar”.

Y la gente votó. Y derrotó al PRI en Xalapa Urbano, el distrito que aloja la capital de Veracruz, la sede del gobierno duartista, el palacio de gobierno, ahora de desgobierno. Así castigó a Javier Duarte por ese y por muchos agravios más a la sociedad, por el robo de los recursos públicos, la corrupción y la inseguridad.

Otras voces acusan represión de Estado. Hay sospecha de que los encapuchados son policías entrenados en la Academia El Lencero, como apunta Andrés Timoteo, donde fue llevada una mujer policía y sufrió tortura a manos de compañeros; donde presumen los uniformados que un civil no podría resistir los métodos represivos. ¿No era así en los años 70, cuando la Guerra Sucia?

Infiltrados en la marcha, había provocadores. Andaban embozados, cubierto el rostro, amparados en el anonimato. Pintarrajeaban paredes y pateaban ventanales hasta romperlos. Esos imbéciles no eran universitarios. Su encomienda era manchar la protesta.

Acudieron a la UV. Buscaban a la rectora Sara Ladrón de Guevara, impávida ante la protesta. Querían entregarle la carta signada por alumnos y 93 catedráticos de la institución. Ahí estuvo y se marchó.

Pidieron los familiares de las víctimas que les entregaran a sus hijos. Acusaban que no tenían informes de los médicos, que no les permitían llevar a sus médicos de confianza para realizar una segunda valoración. Exigían que les entregaran a los jóvenes y que se les trasladara a una clínica particular. Rechazaban recibir un solo peso del gobierno de Javier Duarte por el costo de la atención médica, y que ese gasto lo asumiera la UV. Dijeron que la rectora se presentó, habló con los estudiantes, se tomó la fotografía y se fue. Todo por la puerta trasera. Nunca habló con los padres de los alumnos.

Sacudida por la presión, dice la rectora Sara Ladrón de Guevara que siempre ha estado ahí, al pendiente, desde el primer día. Emitió —junio 9— un comunicado de siete puntos, con fines exculpatorios, su versión del conflicto, su interés por los jóvenes agredidos, su comunicación con Javier Duarte, la eterna promesa de que dará con los culpables.

Pero fue categórica al final:

“Rechazo también cualquier intento por usufructuar el dolor y la situación por la que atraviesan los jóvenes y sus familias. Protesto contra quienes intentan capitalizarlo con un interés ajeno a la salud, recuperación e integridad de quienes sufrieron la agresión, que también lesiona a toda nuestra comunidad universitaria”.

¿O sea? Desvió su discurso para encarar a quienes han exhibido la tibieza de sus acciones, su pasividad, el indigno rol de una rectora que no está a la altura de la comunidad estudiantil que dice representar.

Hay síntomas que delatan. Hay represión y la mano de un grupo parapolicíaco o paramilitar. Hay una rectora que no encabeza a sus estudiantes, tibia y complaciente. Hay violencia. Hay criminalización de los estudiantes y de todo adversario u opositor.

“Si tocan a unx, nos tocan a todxs”, advierten los universitarios. “5 de junio no se olvida”, agregan.

Es una insurrección que se incubó con una agresión de Estado.

 

Archivo muerto

 

Hoy, cómputo final de la elección federal. PRI-Verde es primera fuerza en el Congreso con 183 curules de las 300 de mayoría relativa; PAN, 56; PRD-PT, 34; Morena, 14; Movimiento Ciudadano, 11; Panal, 1, y el candidato independiente por Mazatlán, Sinaloa, Manuel Clouthier Carrillo, hijo del extinto candidato presidencial del PAN, en 1988, Manuel J. Clouthier del Rincón. Obtuvo el PRI el 30.66 por ciento de la votación total; PAN, 22.1%; PRD, 11.41%; Morena, 8.83%; PVEM, 7.44%; Movimiento Ciudadano, 6.32%; Panal, 3.95%; Encuentro Social, 3.48%; PT, 3.03%, y Partido Humanista, 2.26%, siendo el único que perdería su registro. Inaudito que la mitad de los partidos políticos luchen por no perder el registro, no por ir a la cabeza de las preferencias electorales. Son rémoras, vividores, que sangran al erario, que permanecen en el sistema de partidos gracias a las prerrogativas económicas que otorga el Instituto Nacional Electoral, dinero del pueblo… ¿Dónde quedaron las firmas de adeptos, de seguidores, de amigos, con las que se respaldó y acreditó las candidaturas independientes de Esteban Valles Martínez y Roberto García Alonso? Se suponía que ambos cumplieron con el requisito impuesto por la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales. Se suponía que rebasaron con creces las 5 mil 568 firmas que corresponden al 2 por ciento del padrón electoral en el distrito de Coatzacoalcos. Esteban Valles acreditó 7 mil 801 firmas; Roberto García Alonso, 9 mil 980, y ello les permitió participar en la contienda. ¿Y qué pasó? Valles obtuvo en la elección del domingo 7 la cantidad de 3 mil 250 votos; García Alonso, mil 240. Mueve a pensar, a imaginar, que las firmas no eran reales, que pepenaron credenciales de elector y usaron su número de registro para cumplir con el requisito pero sin contar con una auténtica base social. García Alonso hasta presumía en un espectacular las firmas recabadas, casi 10 mil. ¿Era embuste? Al parecer sí. Las cifras no mienten… Llega el senador verde, Héctor Yunes Landa, a Coatzacoalcos, a agasajar a la prensa por la libertad de expresión. Ya no es tricolor o rojo. Inicia su camino bajo un embuste llamado Partido Verde que no tiene nada de ecologista, que viola la ley, que bate récord en sanciones impuestas por el INE, que se mofa y se pitorrea del árbitro electoral, que tiene entre sus preclaros miembros a un pelafustán que trafica con áreas protegidas, Jorge Emilio González Martínez, el Niño Verde, el Niño Muerde, y a un gobernador, el de Chiapas, Manuel Velasco, que cachetea a sus empleados en público y cómo no demostrar tanta bajeza si lo lleva en la sangre, le viene de su madre que ordena encarcelar a una mujer de la tercera edad. Ahí se cobija el senador Héctor Yunes Landa, ahora verde hasta en las invitaciones al evento, creído el pobre que Fidel Herrera y Javier Duarte lo harán gobernador de Veracruz, montado en un proyecto demencial de consecuencias divisorias. Unos, los priistas verdes irán con Héctor Yunes; otros, los priístas rojos lo harán con el otro senador, el agazapado José Francisco Yunes Zorrilla. Cada uno por su lado, partido el PRI, fraccionando su intención de voto porque Yunes Landa anda sin brújula, al tiempo que el PAN, el de los Yunes azules, que también se cuecen aparte, que arrebatan e imponen, que incuban y fomentan odios, se apodera de la gubernatura de Veracruz. Todos a la greña mientras en el altiplano, en el círculo peñista, no aprietan y desatan la persecución contra Javier Duarte, Fidel Herrera y sus respectivas pandillas para sofocar la asonada. Por lo pronto, Héctor “El Iluso” Yunes convivirá con la prensa que tanto detesta, que tanto lo irrita, a la que quisiera perseguir machete en mano como ya lo hizo una vez en su oficina de palacio de gobierno, en Xalapa con un conocido colega, como cuentan los columnistas de la capital…

 

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