Javier Duarte de Ochoa solo recibe críticas y rechiflas por parte de los asistentes a los juegos Centroamericanos y del Caribe 2014

Javier Duarte: los juegos de la rechifla

* Robos a atletas  * Estadios vacíos  * Acarreados abuchean al gobernador Javier Duarte  * El notario Enrique Aguilar Urcelay, encarcelado  * El móvil no es jurídico sino político  * El título Bringas  * Dante Delgado Rannauro lo avaló; Edel Álvarez Peña lo usó  * El gobierno de Veracruz robó 6 millones de metros  * ¿Qué sabía José Férez?  * Los negocios duartistas en CMAS  * El transportista y sus acreedores

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Quizá Javier Duarte no se conoce a sí mismo. Quizá por eso se expone al ridículo. Queriendo ser popular, se oferta en el escenario público. Recibe rechiflas. Lo apabulla el abucheo. Lo tunden a mentadas. Y así, su vida política es un desastre.

Apuesta fallida, la de los Juegos Centroamericanos y del Caribe ha sido una pesadilla para no recordar. Javier Duarte se ha empeñado en demostrar que es tan ineficiente para enfrentar la brutal violencia que sacude a Veracruz, los ejecutados, los secuestrados, los mutilados, como para construir las villas olímpicas que, entre otras cosas, le hubieran dado seguridad a los atletas y evitarles robos, asaltos y golpes.

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Ni eso pudo hacer el gordobés. Un día, sin más ni más, le dio al traste al proyecto. Alegó que las compañías constructoras no cumplían con lo estipulado. Y les sacó tarjeta roja. Dijo el gobernador que habría de recuperar los terrenos que les dio a cambio de que construyeran las villas, cosa que no hizo, y que llegado el caso, el gobierno adquiriría las viviendas a precio comercial. O sea, premiar en vez de castigar.

De ahí derivaron otras zarandajas. Sin villas comenzó a enfrentar un dilema que pasó inadvertido en su reducido intelecto: la seguridad de los participantes en los Juegos Centroamericanos y del Caribe.

Javier Duarte es un antagonista de la sensatez. Se le dan las locuras. Habla de policía honesta mientras los uniformados son pillados en operaciones para el crimen organizado; exalta avances en combate al delito mientras Veracruz se proyecta como segundo lugar nacional en secuestros; refiere avances en desarrollo económico mientras a Veracruz se le ubica en el quinto sitio nacional en pobreza extrema. “Tierra llamando a Javier Duarte”.

Así le pasó con las villas y la seguridad de los atletas. Los disgregó en hoteles, algunos de baja calidad, y los expuso al atraco, al robo, a la incertidumbre, a la agresión, al terror, al ataque despiadado.

Un técnico venezolano, José Martínez Malpica, fue asaltado, en su habitación, en el hotel Lois, en Boca del Río. Le robaron 10 mil pesos. Lo ataron y amordazaron. Y lo dejaron en el baño del lugar. Ahí lo hallaron los empleados del hotel, quienes lo liberaron.

Al velerista de Guatemala, Juan Ignacio Maegli Agüero, le robaron su teléfono celular y su cartera.

A las mexicanas Alma Cárdenas Azamar e Ivonne Hernández Cruz, especialistas en triatlón, les robaron sus bicicletas.

Al equipo de remo le robaron una lancha con la que siguen a los competidores para garantizar seguridad. La embarcación era propiedad de la Federación Mexicana de Remo. El caso fue denunciado ante la Agencia del Ministerio Público del Fuero Común.

Un sinnúmero de atletas y jueces se quejaron de los hoteles en que Javier Duarte los metió. Algunos protestaron y lograron que los cambiaran a otros de mejor nivel. Otros se quedaron, pero también se quejaban de la alimentación, que rompía con la dieta a la que debe someterse un atleta.

Son los Juegos Centroamericanos pero también los juegos de lo absurdo. Duarte quiso medir a la sociedad y ver si acudían a los estadios. Dejó que fluyeran sus demonios y de ser necesario exorcizarlos. Pero no pudo.

Iniciaban los juegos Centroamericanos y del Caribe. Lucían vacíos los estadios. Se percibía el desaire. Y servían las redes sociales para evidenciar que los veracruzanos le tenían poco aprecio a una justa de ese nivel.

Se acreditó la incongruencia cuando trascendió que el gobierno de Veracruz compraba masivamente el boletaje, lo repartía entre sus grupos de control, las operadoras priístas y sus huestes, los beneficiarios de Oportunidades, los abuelitos de 65 y Más, los de los programas alimenticios. ¿Entonces por qué los estadios lucían vacíos?

Apretó el gordobés Javier Duarte. Instruyó a sus alcaldes, a los dirigentes priístas, a su burocracia inútil. Y llenaron así los escenarios de los juegos.

Quizá habría sido mejor no tentar al diablo. Javier Duarte sufrió sendas rechiflas el día de la inauguración y cuando acudió al certamen de volibol en su amada Córdoba, su tierra adoptiva, donde no hay quien lo quiera.

No se le da el baño de pueblo al gobernador de Veracruz. Cuando desciende a la tierra de los mortales lo hace en su burbuja de seguridad, rodeado de guaruras, aislado de todos, cosechando el aplauso fingido y las sonrisas prestadas.

Javier Duarte es impopular. Se vio en la inauguración de los juegos Centroamericanos, el viernes 14. Ahí escuchó una sonora rechifla en el estadio Luis “Pirata” Fuente, compartida con la que le tocó al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, al mencionar que hablaba a nombre del Presidente Enrique Peña Nieto, fresca en la memoria la indolencia y la negligencia por el caso de Ayotzinapa, desentendido el gobierno federal durante diez días porque, alegaron los imbéciles, que la desaparición de los 43 enormalistas era asunto del gobierno local, del gobierno de Guerrero. ¿Y los vínculos de los policías agresores con el narco, sabido por todos, acreditados por el CISEN y la PGR?

Vendría otra rechifla, la de Córdoba, el sábado 22. Duarte acudió a la final de volibol. Lo recibía su gente, los cordobeses a los que representó como diputado federal. Lucía a reventar la Arena Córdoba. Iluso, esperaba una aclamación.

Apenas apareció, anunciada su llegada, comenzó un sonoro abucheo, gritos, silbatinas, mentadas, voces de repudio. Y ahí, junto al presidente del Comité Organizador de los Juegos Centroamericanos, Carlos Sosa, tuvo el gobernador de Veracruz que compartir el bochorno, la vergüenza, la humillación.

Javier Duarte tiene imán: atrae al ridículo. Pudo glorificarse con los Juegos Centroamericanos y les dio al traste. Un día dijo que serían los mejores juegos de la historia. No, fueron las más grandes rechiflas de su desvencijada carrera política.

Resume la rechifla una expresión de repudio. Duarte no es el líder que Veracruz requiere, impuesto con votos falsos, heredero de un desastre financiero que él mismo, siendo secretario de finanzas del fidelismo, negado para la política, cómplice por omisión del crimen organizado, al que dejó hacer lacerando el tejido social, perverso descomunal por usa a la Procuraduría para inventar culpables y saciar venganzas personales. Así, cómo no lo iban a denostar.

Hoy es abucheado; después será condenado.

 

Archivo muerto

 

Implicaciones jurídicas aparte, razones legales cuestionables, Enrique Aguilar Urcelay está en la cárcel por una decisión política. No se dejó arrebatar su notaría. La peleó y la recuperó. Enfrentó acusaciones y denuncias, unas válidas, otras no. Y al final, doblegó a Javier Duarte, el gobernador. Un día, hará casi dos años, la notaría 14 de Coatzacoalcos fue intervenida, conminado Aguilar Urcelay a entregar libros, sellos y todo el arsenal del notario. Pero el proceso se vició, frágil la notificación, mal ejecutado, un oficio fechado a destiempo, producto de la “apurancia” de quienes ya tenían candidato para el cargo, la pandilla duartista, la familia voraz. Aguilar Urcelay impugnó el proceso y finalmente revocó la cancelación de su patente. Quienes andan en pos de la notaría 14, tiempo atrás habían logrado parte de su misión: desaparecer documentos notariales del Registro Público de la Propiedad, entre ellos el título de propiedad de la Sucesión Bringas. Quedaba pendiente borrar toda evidencia de los libros que manejaba el notario Aguilar Urcelay. Y están a punto de hacerlo. El móvil es político y un insider duartista sostiene que también empresarial. Políticos y empresarios, Javier Duarte y su suegro Tony Macías, entre otros, saben lo que representa la notaría 14, los documentos ahí contenidos, el título Bringas, cuya validez se la dio un juez, ratificaron magistrados federales, la avaló el gobierno de Dante Delgado Rannauro, le sirvió al magistrado Edel Álvarez Peña en su pleito con Rogelio Lemarroy para agenciarse el predio aledaño a Soriana, le sirve a Coatzacoalcos para demostrar que el gobierno de Veracruz robó 6 millones de metros cuadrados, en una reserva territorial cuyas medidas inventó el notario público número 4, Juan Hillman Jiménez, tal como lo demuestra el plano de la Secretaría de la Reforma Agraria que da la dimensión real de lo que fue —y entre qué coordenadas se dio— la expropiación para crear el fallido Puerto Industrial del Ostión. Por eso Aguilar Urcelay está en la cárcel, acusado de un fraude procesal que no se configura. Pasa sus días en la sombra, en el Cereso Duport Ostión, quién sabe si porque haya cometido alguna falta, pero sí por lo que la notaría 14 atesora. Aguilar Urcelay no es un santo ni va para allá, pero su detención es política. Suena su caso en el gobierno federal, en el círculo peñanietista, donde se resolvió que la notaría debía volver a él, a lo que se opone con ferocidad el gobernador Javier Duarte de Ochoa. ¿Duarte contra EPN? Por supuesto que sí. Hay más…¿Qué más pudo haber provocado el asesinato de José Antonio Férez Kuri? ¿Los negocios turbios que venía realizando un alto funcionario de la Comisión Municipal de Agua y Saneamiento de Coatzacoalcos? ¿La información que sobre esos ilícitos atesoró Férez Kuri, entonces subdirector de Operación y Mantenimiento de la CMAS? Aunque soterrada, acallada, oculta, la información consta en un reporte extrapolicíaco de explosivos alcances, a la vista el perfil del personaje tocado por la información que se filtró de sus multimillonarios negocios en la CMAS. ¿Nombres? Por ahora no. Se trata de ver hasta dónde llega la telenovela del procurador Luis Ángel Bravo Contreras, alias “Culín”, a quien le vuelven a imputar tortura para incriminar a cinco personas, a quienes les atribuye la autoría intelectual del asesinato. ¿Nombres? Se trata de saber qué hará el gobernador Javier Duarte de Ochoa con los instintos criminales de quienes medran al amparo de una institución oficial y cuando son descubiertos, ordenan ejecutar sin piedad, tan solo para enviar el mensaje al bando rival. ¿Nombres? Se trata de armar un ajedrez judicial donde el alfil tiene más poder que el mismo rey. ¿Nombres? Luego porque sólo así tienen sentido este juego… Ya sin su chamarra roja, perdido por instantes entre la masa de agresores, Guillermo Ibarra Macías desata su furia contra una manifestante. Se le ve tomar una pancarta. Se le ve arrebatarla. Se le ve destruirla. Se le ve arrojarla. Misión cumplida ese día, 15 de noviembre, a unos metros de donde se celebraba el duatlón de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, sobre el malecón de Coatzacoalcos. Increpaba así el director de Obras Públicas Municipales, cual vándalo represor. Puede verse su gesta desde el minuto 5:24, en el video que circula en internet: https://www.youtube.com/watch?v=YNHGhgx0nAU. Ahí también un porro que grita a los manifestantes “eres una perredista de mierda”. ¿A eso los envió el alcalde Joaquín Caballero Rosiñol? Eso es fascismo. Eso es propio de dictaduras perfectas pero inmorales…¿Quién es ese líder transportista al que sus acreedores ya no ven cómo cobrarle considerable cantidad de dinero pactada al calor de una diligencia judicial, que le permitió agenciarse 4.3 hectáreas de terreno? Cuentan sus acreedores que de demandante va a pasar a demandado…

 

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