Sin pena ni gloria, desvencijado, el PRD tiene la encomienda de perder. No emociona. Carece de lustre. Arrastra una historia infame, enrojecida por su vinculación al priísmo, al docenato de la fidelidad y marcado por su condición de partido venido a menos, sometido y profundamente corrupto. Fue una fiera en el espectro político y hoy es la mascota dócil del PRI.
Hace tiempo que el Partido de la Revolución Democrática dejó de ser un trabuco electoral en Veracruz, marcado por pleitos y conflictos, por la disputa de espacios, por el sometimiento al gobierno estatal en turno y a un cúmulo de prebendas que hicieron que militantes y dirigentes se dejaran seducir.
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Fidel Herrera y Marcelo Montiel: pleito a muerte
Fidel Herrera Beltrán es truculento, mañoso, voraz y despiadado, pero ni cuando estaba “en la plenitud del pinche poder” pudo someter a Marcelo Montiel Montiel. Lo cercó. Lo marginó. Le regateó espacios. Le concedió una alcaldía. Le arrebató dos. Y hoy, por una diputación, se han vuelto a agraviar.
Su pleito es, como dicen los clásicos, a muerte. Y si no, es hasta ver quién despedaza a quién. Proviene de los días en que Fidel Herrera aspiraba a ser gobernador de Veracruz, en 2004, y daba rienda suelta a su hiperactividad política, amarrando, soltando, trabando acuerdos, pactando por cuenta propia, decidiendo por encima de los caciques y los hombres de poder.
El Hay Festival Xalapa y el déspota ilustrado
Sadomasoquistas, los defensores del Hay Festival Xalapa que auspiciara Javier Duarte filosofan con sofismas y venden verdades sin tocar la verdad. Dicen que pierden los xalapeños por el retiro del festival, los hoteleros, la cultura y que el mandatario, cansado de que ahí mismo se le critique, está feliz. No es así. El golpe fue político y le pegó al gobernador.
Su argumento es pueril. También es insensato. Políticamente, la cancelación del evento provoca un impacto demoledor en la figura central del poder, vapuleado Javier Duarte por los once crímenes de periodistas en su sexenio, por las cuatro desapariciones, por los exiliados y por su constante agresión a la libertad de expresión.
El cementerio que decía Solalinde
Veracruz, decía Alejandro Solalinde, el sacerdote de los migrantes, es un cementerio monumental, fosas clandestinas por doquier. Y es verdad. Hay muertos, muchos muertos, de los que no se volvió a saber. Es el sello de la mano criminal, de la violencia, de la impunidad y del horror.
Y sí que lo es. Las fosas están en Pueblo Viejo, en Alvarado, en Actopan, en Tres Valles, en Agua Dulce, en Acayucan, en Las Choapas, en Cosoleacaque. Y ahora en Coatzacoalcos.
De periodistas asesinados, desaparecidos y reprimidos
Javier Duarte es rejego y lo que le sigue. Suman 11 periodistas asesinados y cuatro desaparecidos. Lo agobia la muerte de Moisés Sánchez Cerezo. Y en la víspera del aniversario del levantón a Gregorio Jiménez de la Cruz, ultimado por informar, su policía reprime a los periodistas de Coatzacoalcos.
Su hostilidad hacia la prensa es proverbial, propia de su nula formación política, de su improvisación en la esfera pública y de su incapacidad para ejercer el poder.
Hay Festival pero sin Javier Duarte
Javier Duarte ha sido un manipulador. Usa a las familias de los periodistas muertos. Usa el dolor ajeno. Usa la angustia y oferta una falsa esperanza. Pregona la justicia y se dice respetuoso de la libertad de expresión. Así enmascara su fobia a la prensa crítica, a la prensa que no ha podido comprar.
Veracruz es el peor escenario para el ejercicio periodístico, con sus once comunicadores asesinados, cuatro desaparecidos, 22 exiliados, cientos amenazados, miles sometidos, medios postrados, arrodillados, a cambio de un convenio publicitario, el chayote y la dádiva.
Veracruz: la violencia apabulla a Javier Duarte
Sí hay quinto malo. Es malísimo. Es el quinto año de gobierno de Javier Duarte de Ochoa. Lo vapulea la violencia, regresan los granadazos, desaparecen los periodistas, aparecen los descabezados, lanzan bomba contra un periódico, se registran nuevas balaceras, hay más fosas clandestinas y la muerte de Moisés Sánchez Cerezo lo pone en la escena internacional.
¿Gobierna o desgobierna a Veracruz?
Camina junto a Javier Duarte la inseguridad y la violencia, la beligerancia de los grupos criminales, los delincuentes comunes y los malosos sin piedad por el ser humano. Y todavía se atreve a decir el gobernador de Veracruz que vamos bien, que hemos mejorado, que no pasa nada y que el que la hace la paga.
Moisés Sánchez: ¿era susto o era crimen?
Luis Ángel Bravo Contreras ya se enredó. Se le ve frágil. Habla y lo contradicen. Acredita que Moisés Sánchez Cerezo está muerto. Le refuta la familia, las organizaciones defensoras de periodistas, el Partido Acción Nacional y hasta legisladores del PRI. Le cuesta sostener su verdad.
De origen, “Culín”, alias el procurador de Veracruz, se extravió. Decía que a Moisés Sánchez lo había amenazado el alcalde de Medellín de Bravo, Omar Cruz Reyes, deslizándole una aviso: Te quiere “dar un susto”.
Moisés Sánchez: el detenido, la confesión y la tortura
“Culín”, alias el procurador de Veracruz, tiene un problema: pocos le creen.
Da por muerto al periodista Moisés Sánchez Cerezo, lo acredita con un examen de ADN, y pocos le creen.
Presenta a un implicado en el levantón y asesinato. Lo hace hablar. Relata cómo fue la ejecución, ensarta al alcalde de Medellín, y pocos le creen.
Exhibe gráficas del hallazgo del cadáver en su paraje solitario de Manlio Fabio Altamirano, y pocos le creen.
Su problema es de credibilidad. Luis Ángel Bravo Contreras ha minado su prestigio, atrapado en un manejo malintencionado de los hechos, sus pesquisas cuestionadas, las líneas de investigación orientadas a desvincular la violencia contra los periodistas de la barbarie del crimen organizado.
Moisés Sánchez: los muertos de Javier Duarte
Indigno, el récord de Javier Duarte de Ochoa: 11 periodistas asesinados, cuatro desaparecidos, 22 exiliados o autoexiliados, hostigada la prensa crítica, objeto de violencia, reprimida por los cuerpos policíacos, maltratada, a expensas del crimen organizado o víctima de la impunidad.
Día sombrío el 2 de enero, cuando José Moisés Sánchez Cerezo fue levantado en su hogar en El Tejar por nueve sujetos armados que se lo llevaron a rastras, generando el terror en su familia y otra oleada de incertidumbre, de zozobra, de reclamo, de ira, el escándalo en torno al desgobernador de Veracruz.