A Fidel Herrera Beltrán le gusta la buena vida y la riqueza, el lujo y el dispendio, los negocios desde el poder, los autos y los aviones, las casas, las mansiones, los departamentos. Y si son en el extranjero, lejos de las miradas inquisidoras, mejor.
A lo que no es afecto es a la discreción. Presume y ostenta. Y si no lo hace de viva voz, sus allegados, sus aliados o sus cómplices se encargan de relatar para qué sirve ser senador o gobernador.