Simulador, Javier Duarte proclama un triunfo abstracto, arrebatado, maltrecho. Dice que ganó. Y sí, ganó el PRI en 16 distritos electorales de Veracruz, como siempre, con sus trampas y su fraude. Pero las cinco joyas de las corona las perdió.
No ganó Xalapa Urbano, Veracruz, Boca del Río, Coatzacoalcos y Poza Rica, ahí donde se concentra el mayor poder político, capitales millonarios y la industria, el turismo y la más alta densidad de población, ventana al mundo, a los negocios, a la inversión.
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Javier Duarte, el Franky y la maleta millonaria
Franky no es un pez chico. Es compadre-amigo de Javier Duarte, es empresario cañero, quiebra ingenios, su fama de lo peor y lo ligan con el bajo mundo. ¿Faltaba algo? Sí, que su hermano fuera apañado con 5 millones de pesos en un avión privado y no acreditara su origen lícito.
Javier Duarte, Francisco García González, alias Franky, y su hermano Mariano, el de la maleta incómoda, transitan del conflicto legal al escándalo, otra vez el dinero, otra vez el avión, otra vez el aeropuerto de Toluca.
Javier Duarte, el helicóptero y el peculado electoral
Una vez más, Javier Duarte fue pillado. Lo captan en Martínez de la Torre, en helicóptero oficial, en pista privada, en horario laborable, junto a un candidato nocivo, el infumable priísta Edgar Spinoso Carrera, haciendo campaña, violando la ley.
Se le ve a distancia. Lo rodean varios sujetos, unos ataviados de traje, otros de camisa en manga larga. Unos metros a su derecha, el helicóptero rojo. A su izquierda, dos camionetas color blanco.
Javier Duarte, la violencia, el PRI y el voto de castigo
Cobijado por el PRI, solapado por los priístas, Javier Duarte llegó a Veracruz a desgobernar, a consumar la quiebra financiera, a enraizar la inseguridad, arrodillado ante los cárteles, presa de la violencia y el baño de sangre. Y todavía pide el voto para el PRI.
Se multiplican los muertos en un escenario brutal, fuera de control, irracional. Si no son los embolsados, sus cuerpos mutilados, el mensaje de la venganza y el aviso de que esto está por comenzar, son los personajes políticos que comienzan a morir por las balas del odio y el clima de terror.
El muerto del que no hablan Javier Duarte y su fiscal
Para Columba Campillo hubo una marcha, un reclamo social, la condena de todos, acción judicial veloz, inmediata, y la voz de un gobernador, Javier Duarte, que pregona su indignación porque Veracruz, lo diga o no, se le ha llenado de muertos y vive un baño de sangre brutal. Para Hugo Carvajal Blanco no.
Por Columba Campillo hay dolor, pues a sus 16 años apenas comenzaba a vivir, su vida limpia, sus sueños que iban forjando una ilusión, alegre, socialmente plena. Por Hugo no.
Arturo Bermúdez: su policía secuestra
Ilusos los veracruzanos que suponen que el problema es el delincuente. Qué error. El enemigo real está en casa, en las fuerzas de seguridad, en la policía acreditable, en los mariscales y en su tropa, que asaltan, roban, torturan y hasta se dan tiempo para secuestrar.
Es la policía del general Bermúdez, Arturo Bermúdez Zurita, condecorado de West Point, vicegobernador de Veracruz, todopoderoso e impune pues para el entrañable amigo de Javier Duarte, el intocable Bermúdez, además de poder, hay disimulo y complicidad.
Columba Campillo: el fiscal embarcó a Javier Duarte
Javier Duarte sigue en la cresta del escándalo y merece más. Se lo debe a su fiscal. Luis Ángel Bravo Contreras lo trepó en el caso Columba Campillo, le vendió la pista de Ileana Mortera, lo ubicó en un escenario de insensatez y lo llevó a enfrentar una crisis de credibilidad descomunal.
Pasan las horas y el gobernador de Veracruz continúa ahí, acusado de todo, vilipendiado por miles de usuarios de las redes, por la gente en las calles, por los colonos de abajo, los abandonados que viven de la migaja, del programa social, de la dádiva partidista.
Columba Campillo: algo no le cuadra a Javier Duarte
Es inmensa la ola de sangre que revuelca a Javier Duarte. Lo azota y lo destroza. Y él, diezmado por la muerte de miles, por las ejecuciones y ahora por el secuestro y crimen de Columba Campillo, habla en abstracto, sin reconstruirse, sin infundir tranquilidad, sin convencer que Veracruz se salvará.
Apabullado por la ira popular, por el reclamo de 8 millones de veracruzanos que ven el regreso de la violencia, la disputa del territorio, el tutelaje de los criminales sobre las instituciones, el gobernador vuelve al lugar común, al discurso sobado, a la demagogia de siempre: Veracruz está funcionando.
Javier Duarte: la pandilla y la cárcel
Algo pasó. En seis meses la PGR fue omisa, calló, no actuó. Dormía la denuncia que la Auditoría Superior de la Federación interpuso para actuar contra la pandilla de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte, acusados de malversar por lo menos 2 mil 100 millones del erario federal. Y de pronto, el Congreso de la Unión apretó.
Día negro para la fidelidad y su extensión política, el duartismo. Sube a tribuna en la Comisión Permanente, el miércoles 6, el senador panista Fernando Yunes Márquez. Propone el punto de acuerdo con el que se exhorta a la Procuraduría General de la República a actuar. Y todos le dicen que sí.
Veracruz: otro baño de sangre
Por la mente de Javier Duarte no pasa nada. Todo está en blanco. Veracruz, en cambio, se tiñe de rojo por la sangre que brota en cada rincón, los ejecutados por la delincuencia, los cuerpos cercenados que aparecen aquí y allá, el miedo que se transpira, el terror en su más brutal expresión.
Dice el gobernador que no pasa nada. Veracruz es un paraíso. Y sí. No pasa nada cuando se vive rodeado de escoltas, a costo millonario para el erario, a su alcance helicópteros, aviones y vehículos blindados, la burbuja del poder.