Maltratado por la vida, Gregorio Jiménez de la Cruz hizo periodismo hasta el límite de sus capacidades. Se entregó a su profesión. Dio voz. Recogió historias, narró atropellos, reporteó para informar. Y un día, sin más, la violencia se lo llevó.
Un levantón, el miedo, la angustia, la tortura, la saña, un asesinato brutal, su cuerpo semienterrado en una fosa clandestina. Son los destellos del trágico final de Goyo Jiménez, el periodista que murió dos veces.