“Culín”, alias el procurador de Veracruz, tiene un problema: pocos le creen.
Da por muerto al periodista Moisés Sánchez Cerezo, lo acredita con un examen de ADN, y pocos le creen.
Presenta a un implicado en el levantón y asesinato. Lo hace hablar. Relata cómo fue la ejecución, ensarta al alcalde de Medellín, y pocos le creen.
Exhibe gráficas del hallazgo del cadáver en su paraje solitario de Manlio Fabio Altamirano, y pocos le creen.
Su problema es de credibilidad. Luis Ángel Bravo Contreras ha minado su prestigio, atrapado en un manejo malintencionado de los hechos, sus pesquisas cuestionadas, las líneas de investigación orientadas a desvincular la violencia contra los periodistas de la barbarie del crimen organizado.