Hasta el 6 de enero, Rafael García Bringas habitaba en una zona de confort. Un día después, todo cambió. Lo enviaron a una guerra, sin ejército, sin armas, sin logística, sin estrategia, sin una sola ilusión y con una imagen maltrecha. Le fastidiaron la vida.
Se lo debe al gobernador Javier Duarte. Por él llegó al Congreso de Veracruz y por él salió tan prematura como intempestivamente. Por él dejó al Partido Acción Nacional, que lo acogió en sus días de olvido, le prestó las siglas y lo condujo hasta una diputación federal.
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