acusan a oreja de Arturo Bermudez de la represión en diversas manifestaciones en Veracruz

El que intimidó a Rubén Espinosa, “oreja” del gobernador

Fue Nadia. Y los universitarios. Y Rubén. Y Karlo. Y ahora el magisterio y otros periodistas más. Fuera de sí, golpea y reprime Javier Duarte con el garrote y el espionaje, el asedio y la provocación. Para eso son sus porros. Para eso son sus grupos de choque. Para eso es su policía vestida de civil. Para eso es el poder.

Refuta Arturo Bermúdez Zurita, a quien lo fustiga y lo presiona: su policía no actúa de civil. Lo dice tras la agresión contra el fotoperiodista Karlo Reyes Luna, la noche del Grito de Independencia, a manos de entre cinco y 10 policías sin uniforme.

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Karlo Reyes: el Grito, sus fotos y la golpiza 

De milagro, Karlo Reyes no murió a golpes, o fue llevado con rumbo desconocido, o fue masacrado por la mano del crimen tolerado, solapado y auspiciado desde el seno del gobierno de Veracruz. De milagro vive. De milagro la cuenta. Es el enésimo periodista agredido hasta el límite en el régimen tiránico de Javier Duarte.

Karlo Reyes, fotorreportero de la agencia AVC y El Universal, se hallaba en las cercanías del palacio de gobierno, en Xalapa. Cubriría el Grito de Independencia y lo que pudiera ocurrir. Veía el andar de la gente. Observaba quiénes y cómo inundaban Plaza Lerdo o Plaza Regina Martínez, en lo que sería el penúltimo 15 de septiembre del gobernador.

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Otras fosas y otros muertos para Javier Duarte

Hay de muertos a muertos. Duelen, espantan, agravian los ejecutados y desmembrados en la vía pública, en el campo o en las calles, marcados con el horror que deja el crimen. Pero sacuden a Javier Duarte y a “Culín”, su fiscal, los de las fosas clandestinas. Esos los desquician.
Por ello el silencio. Por ello la mentira. Por ello la manipulación, retador Luis Ángel Bravo Contreras, que niega y se confronta, que pierde el juicio, descompuesto y queriendo ocultar la verdad.

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UV: entre el subsidio y el robo

Sigue la terquedad. Descomunal la deuda, el naufragio inminente, Javier Duarte dice que a la Universidad Veracruzana no le debe ni un peso, que por generosidad le da, cuando puede y cuando tiene, vía subsidio, sin obligación legal. Eso es ser infame.
No expresa lo que en realidad es: el subsidio es obligatorio y los recursos de origen federal llegan a la Secretaría de Finanzas y desaparecen. Es la hipótesis del robo.

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Pepe Yunes: promesa de cárcel al gobernador

Xalapa, Ver.— Visita cada mesa Pepe Yunes y a todos dice que la gubernatura no es obsesión. Si se da bien. Si el presidente Peña lo bendice, bien. Si los astros se alinean, bien. Pero, reitera, no es obsesión.
¿Qué exige el presidente? Quiere ganadores, no candidatos, no aspirantes sin lustre ni obsesivos sin remedio, que garanticen y no compliquen, que enfrenten el reto de una elección y un reto todavía peor: rescatar a Veracruz del caos financiero y la violencia.

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Javier Duarte, sus muertos y el distractor

14 muertos, y periodistas todos, nadie los tiene. Javier Duarte sí. Y de ahí que eche a andar el distractor: acusen a Yunes, reactiven la agresión a universitarios, exoneren a las ratas de palacio, enloden a los adultos mayores, amenacen a los que difaman. Lo que sea pero que no se hable más de Rubén Espinosa, del exilio y el crimen, del clima de hostilidad y el asedio, de la responsabilidad moral del gobernador. Y que nadie lo llame “asesino”.
Es variada la Caja China de Javier Duarte. Con ella entretiene y distrae, justo cuando toca fondo su credibilidad, cuando se le fustiga a nivel mundial como el peor entre lo peor, cuando se le etiqueta como un represor, perseguidor de periodistas, acosador sin freno, gobernador del bajo mundo, alfombra del crimen organizado. Y por ello es absoluta y totalmente indigna en sus labios la frase “Pórtense bien”.

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Arturo Bermúdez: de que espía, espía

Sin una guerra en su haber, Arturo Bermúdez es un general de pacotilla proclive a reprimir, a hostigar sin mesura, a hablar sin prudencia, a joder periodistas y por qué no, a espiar.

Así va trazando el “general” su historia propia en el Veracruz de la violencia infinita y la sangre de inocentes y malosos, en la zozobra que provoca la delincuencia incontenible y en la disputa por el territorio único para el trasiego de droga, para la industria del levantón, para el secuestro de migrantes, para la trata de mujeres y el entre y la extorsión.

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Javier Duarte: gobernar con amenazas

Helo ahí. Enredado en su maraña de violencia y muerte, la del fotoperiodista Rubén Espinosa lleva a Javier Duarte al clímax del desastre. No sólo gobierna con las tripas, a golpe de ocurrencias, montado en la mentira, sino que ahora la amenaza es tema central de la agenda política.

Sus enanos hablan por él. Un día Flavino Ríos Alvarado, cuya concha es de acero pues cuando pudo Javier Duarte lo vetó para la alcaldía de Minatitlán; otro, Alfredo Ferrari, líder del PRI, con pasado borrascoso en áreas financieras del fidelismo, y Víctor Rodríguez Gallegos, el timorato y tibio, gris y mediocre líder del Movimiento Territorial, la cara morena de Marcelo Montiel.

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Javier Duarte: a demandar a sus críticos

No, no es financiero, ni de seguridad, ni político. El problema de Veracruz es psiquiátrico, atado al delirio y a la obsesión, a la venganza y a la revancha de Javier Duarte contra los que protestan, los que disienten, periodistas y activistas sociales, tuiteros y blogueros, a los que enfrenta con amenaza de cárcel y represión.

Irredento, el gobernador de Veracruz, vía su corifeo en turno, antes el bronquito Buganza, ahora el oaxaqueño Flavino Ríos Alvarado, saca de sus entrañas su inagotable carga de intolerancia para frenar la debacle moral y el escándalo por el crimen del fotoperiodista Rubén Espinosa.

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