Enrique Peña Nieto tiene un problema serio: nadie cree que El Chapo se fugó. O que se haya ido sin la complicidad de sus aliados en el gobierno. Amo y señor del Altiplano, el penal en que habitó año y medio, andaba a sus anchas. Pero cuando sintió el amago de la muerte, la hipótesis del asesinato, y el riesgo de la extradición, decidió huir. O salir por la puerta grande.
Se fue con la ayuda del narcosistema que lo encumbró, protegido por sus socios con poder, pues al paso de las horas y los días se fortalece la versión de que Joaquín Guzmán Loera tuvo ayuda de primer nivel para escapar.
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