Hecho un guiñapo, Javier Duarte ya dejó de tener poder. Ve cómo se le desbarata entre los dedos Veracruz. Miguel Ángel Yunes, el azul, evidencia la quiebra y se la documenta. Y los Yunes rojos, uno en su regazo, negociando, el otro no, beligerante, desfasan los tiempos de la sucesión. Sólo a un político que no es político le podría ocurrir algo así.
No atesora el desgobernador poder alguno en año electoral, la diputación federal en puerta y por lo menos seis distritos clave en riesgo para el PRI, su partido. Y los actores políticos sueltos, sin control, aún los de casa, los de la fidelidad y el duartismo.
